Si existe una palabra para definir a la profesora Ida Clemente, una batalladora de la esperanza, es “cimarrona”… ella supo romper todos los obstáculos de la pobreza y la exclusión para imponerse en una sociedad racista y machista
Barlovento, como espacio geohistórico, está lleno de mujeres luchadoras ancestrales que siempre han batallado por la rehumanización de nuestra relación con la naturaleza. Esos conocimientos se fueron transmitiendo de generación en generación y articulados entre el saber académico y el saber tradicional. Una de esas mujeres que tuvo la sensibilidad y profundidad para establecer una fusión entre la metódica y afroepistémica, fue la profesora Ida Clemente, que de un solo soplo nos dejó, sin despedirse, “no hubo tiempo”, expresó su hija, la doctora Lorenzina Clemente…
“Murió en mis brazos, con su rostro sereno… su corazón se paralizó debido a una complicación que rara vez ocurre. Ida pasó al mundo de los espíritus o mfumbis (Kongo), kañi (Mandinga),Egun gun (Yoruba), Nanaburuku (Fon) y por la parte indígena Ya-YA, ya que nuestra cimarrona era esencialmente afroindígena. Era en vida física militante de la esperanza, miembra de la Red Afrodecendientes de Venezuela, Movimiento Social Afrodescendientes y colaboradora activa del Centro de Saberes Africano y del Viceministerio para África.
¿Quién era la profesora
Ida Clemente?
Si existe una palabra para definir a esta mujer batalladora de la esperanza, es la palabra cimarrona, quien supo romper todos los obstáculos de la pobreza y la exclusión e imponerse en una sociedad racista, machista y excluyente. Su cimarronaje intelectual fue su mejor arma, su convicción fue su sostenibilidad en el tiempo y su acción se plasmó en una agenda de lucha y creatividad para aspirar a la construcción de un Barlovento mejor, no solo para ella ni para su tiempo, sino para las nuevas generaciones.
A Ida la conocí no precisamente en Barlovento, sino en una ciudad dormitorio llamada Caricuao a comienzos de la década de los ochenta, donde habíamos migrados muchos barloventeños. Después nos reencontramos en Barlovento, en las luchas contra la destrucción ecológica a la que estabamos siendo sometidos los barloventeños. Luego la vivimos como luchadora para el logro de viviendas para docentes con el proyecto Villa Docencia.
Con Ida, así como un hombre soledad llamado Carlos Caique Rodríguez, aprendimos a profundidad sobre la contaminación que sufríamos (y que aún padecemos), producto del mercurio, plomo y desechos químicos que nos traen el río Tuy a su contacto con el río Guaire. Ella me decía: “Chucho, fíjate que todos esos sembradíos que están a orillas del Tuy están sufriendo una contaminación, con consecuencias en el sistema de salud, por los ácidos que se desprenden de las márgenes del Tuy… eso es un peligro mortal”.
También sentía mucha preocupación por los impactos de la presión demográfica (la construcción de 20 mil viviendas en Marizapa) y los grandes riesgos de deforestación en la construcción de la represa del río Cuira. Por otra parte, sus críticas eran constructivas que desembocaban en propuestas concretas, como las que impulsó con el alcalde Aponte y otras y otros concejales por la reivindicación del cacao para que pasara de ser un símbolo de la esclavitud a un símbolo de la liberación, la dignificación del productor cacaotero, al igual que la revalorización de los precios de este importante rubro agrícola. Se convirtió en la mano de derecha del alcalde más conciente del país sobre la reivindicación histórica cimarrona, Juan Aponte. Eso le dio grandes satisfacciones, pero también muchas mortificaciones… “pero dime tu Chucho… ¿qué lucha no tiene riesgos y sacrificios cuando nos ampara la fe?”.
Sufrió amenazas, varias veces tuvo que salir de su casa en jardín de Marizapa (Caucagua), cuando asesinaron a tres directores generales de la Alcaldía de Acevedo. “Salía pero regresaba, no podía abandonar la lucha… “Mi compromiso es superior al miedo”, me reafirmaba esa frase en muchas reuniones donde analizábamos el lamentable proceso de descomposición que se asomaba en Barlovento.
Para trabajar la prevención, Ida también impulsó la escuela técnica Cimarrón Miguel Gerónimo Guacamaya con carácter internacional, que injustamente se la transfirieron a otras personas que desconocían nuestra historia.
Nuestras luchas también están llenas de lo que hemos denominado “oportunismo externo” (siempre cuando logramos las cosas nos imponen importados) y “afrooprtunismo interno” (cuando colocan pesronas afro que no saben ni dónde están paradas y solo destruyen los sueños duramente construidos).
Ida y muchos cimarrones por mucho tiempo, como decía Maelo, hemos sido “incomprendidos”.
Una cimarrona que
hablaba con las plantas
Era un ritual, cuando regresaba de mi misión como diplomático en África, pasar por su casa jardín. Eran unos encuentros formidables pues intercambiamos información sobre las plantas medicinales y también desayunábamos arepitas con sardinas a la plancha, aguacate y jugos naturales sin azúcar y de entrada una tacita de quinchoncho. Le llevaba foto de las plantas medicinales de Angola y últimamente de Mali, comparábamos, intercambiamos recetas medicinales para algunas enfermedades. Ella, al igual que muchas Kento Ngangas (médicas tradicionales del mundo Bakongo), hablaba con las plantas, era todo un ritual antes de despegar una hoja, sacar una raíz o sembrar una semilla… había que hablar… pedir permiso. Todas esas experiencias Ida la transformó en un gran proyecto para construir un laboratorio para producir medicina partiendo de nuestras plantas medicinales barloventeñas. Su formación como farmacéuta, ambientalista le dio una fortaleza para que presentáramos ese proyecto hace casi ocho años al Ministerio de Ciencia y Tecnología, en los tiempos del ministro Navarro, gracias al acompañamiento del profesor Luis Bigott, pero lamentablemente no trascendió.
Me comentaba: “Mira como se pierde la árnica, la artemisa, el malojillo… fíjate cómo las grandes empresas farmacéuticas toman nuestras plantas, raíces y las convierten en pastillas y nos las venden carísimas… Chucho, imagínate si desde hace ocho años hubiésemos echando a andar el laboratorio, la crisis del monopolio de la medicina no nos hubiese pegado tan fuerte”, me expresó hace poco meses cuando estuve en un pequeño laboratorio de plantas medicinales en Marizapa.
Ida ya no era Ida, era y es un proyecto que trasciende en el tiempo… su legado es una agenda que debemos continuar
La voz de Afroamérica
Jesús Chucho García