Son casi 16 años, casi llega a la mayoría de edad esta locura que no termina de enlazarse con las verdaderas necesidades del país, que no termina de ocuparse (porque no puede, ni quiere) de nuestros verdaderos problemas, y que cuando escucha lo que no quiere oír responde patológicamente con la negación, con la represión o con la violencia
Va a terminar el año, se nos vino el 2015 encima y los venezolanos estamos cada día más pobres y desamparados, a todo nivel. La realidad se confunde, se tergiversa, se falsea, y mientras un grupúsculo de ineptos y de corruptos descarados, como nunca antes los habíamos visto y sufrido, mientras no más que unas pocas decenas de verdaderos disociados, se empeña en aferrarse al poder, y a su dinero mal habido, sin importarles que en la jugada estén lanzando a casi treinta millones de ciudadanos al abismo; nosotros, los venezolanos comunes, usted y yo, nos tenemos que comer estas navidades las verdes que casi 16 años de odio, de resentimiento, de estupideces populistas y de incapacidad pasmosa nos han dejado.
Un castigo llamado madurismo
A estas alturas no existe una sola persona con la que haya conversado en los últimos meses, y en esto incluyo a gente de todo cuño, a quienes habían creído o incluso aún creen en el “proceso” y a otros que jamás cayeron en esa trampa, que no sepa y sienta que este no es el país que queremos. Es verdad, a veces los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, pero basta darse un paseo por la realidad nacional (la de verdad, no la que dibujan con cinismo Maduro y sus acólitos en TV) para darnos cuenta de que ningún pecado que hayamos cometido como pueblo, incluso el de haber creído en las “buenas intenciones” de un tipo que antes de llegar a la presidencia no había dudado en tomar las armas contra sus hermanos solo para cumplir su capricho de hacerse del poder, merece este castigo que para todos nosotros es el madurismo.
Son casi 16 años, casi llega a la mayoría de edad esta locura que no termina de enlazarse con las verdaderas necesidades del país, que no termina de ocuparse (porque no puede, ni quiere) de nuestros verdaderos problemas, y que cuando escucha lo que no quiere oír responde patológicamente con la negación, con la represión o con la violencia. Perdieron y dilapidaron la mayor bonanza petrolera de toda nuestra historia, regalaron nuestro dinero a manos llenas por todos lados, solo para que al “eterno” le aplaudieran afuera cualquier bravata que se le ocurriera, y lo hicieron pensando, ilusos o idiotas aún está por verse, que cosechaban con ello amistades “sólidas”, que estarían con ellos en las buenas y en las malas. Torpe jugada. Los gobernantes siempre velan primero por sí mismos y por sus pueblos; si son eficientes, no dan puntada sin dedal y siempre hacen sus cálculos sobre la base de los beneficios que cualquier transacción o acuerdo reporte a su nación… y no tienen amigos, sino socios. Siempre se les dijo y jamás quisieron aceptarlo. Me pregunto qué piensan ahora, cuando hasta sus “panitas” de otras latitudes, viendo el saldo en rojo de nuestras cuentas y que a la chequera se le agotaron los fondos, les dan la espalda y huyen despavoridos de este barco encallado que hoy llamamos Venezuela.
Faltan el respeto al país
No debemos callar. No hay respeto a la institucionalidad que justifique que a Maduro no se le diga que nos falta el respeto, directa y personalmente, cuando vomita su ignorancia sobre nosotros diciendo que el paralelo no existe, cuando la verdad es que, le duela o no, ese es uno de los hijos directos, uno grosero y respondón, de la “revolución” misma. Uno que siendo de su propia hechura le agua la fiesta, vale más decir la orgía, económica y nos pone los precios de casi todo lo que consumimos (porque Chávez, Maduro y sus cómplices se han dedicado con saña a destruir toda la capacidad de producción nacional) por las nubes. Nos falta el respeto Maduro cuando culpa de las consecuencias de sus errores y cegueras a una ficticia “guerra económica” que solo existe en su mente y en la de aquellos a quienes les conviene, por puro egoísmo cerrado, que él siga mandando. Nos faltan el respeto cuando nos dicen, como lo dijo en las redes sociales hace poco Carvajalino, que “hacer cola por comida denota que todos los venezolanos tenemos real”. Nos falta el respeto Diosdado, con su afán incontrolado de protagonismo y su agresiva falta de luces, arremetiendo contra todo lo que le genere “rating” solo para para seguir imitando a Alfredo Peña, el mismo de los “peñonazos” de la “cuarta”, con sus “mazazos” de la “quinta”. Nos faltan el respeto Jaua y los demás socialistas “de boca pa´ fuera” que no terminan de explicarnos sus “colitas” en aviones de PDVSA, ni de responder por los delitos de peculado de uso que han cometido y cometen con bienes que son de la nación, que no de ellos ni de sus niñeras a título personal.
El ciudadano común no es bobo
Anda, Carvajalino, a decirle a las señoras que todos los días y en todo el país terminan desmoñándose por un paquete de harina pan o por unos litros de aceite, que a esa humillación se someten ellas mismas, voluntariamente, porque eso denota que ellas tienen mucho “real”. Conociendo como conozco al bravía mujer venezolana, te apuesto lo que quieras a que el “desmoñado”, si lo haces, vas a terminar siendo tú. Anda, Maduro, a explicarle a la gente que cuando tenemos que pasar horas buscando en todas las farmacias medicinas que jamás se consiguen, incluso esas que son vitales para la subsistencia de muchos, éstas no se encuentran porque el “paralelo no existe” o porque hay una “guerra económica”. Eso sí, explícales también que el que se empeña en mantener este control de cambio absurdo que a todos nos ahoga, y también el que ordena que se impriman continuamente billetes venezolanos sin respaldo en nuestras arcas, eres tú. De paso, aclárales también que nuestras reservas internacionales promedian cada día pérdidas que ascienden, de sol a sol, a la bicoca de 154.000.000 dólares, y que eso es porque, sencillamente, no saben cómo afrontar ni qué hacer con la crisis que vivimos, el único legado palpable de Chávez.
Anda, Jaua, a explicarle a la señora que no puede mandar dinero a sus hijos, a esos que tuvo que enviar fuera del país por miedo a que acá un “bienandro” los hiciera parte de nuestras estadísticas mortales, que eso para ti no es problema, ya que si tú si quieres viajar al exterior solo tienes que levantar un teléfono para pedirle una “colita” a algún pesado de PDVSA. Vamos Diosdado, a explicarle “a mazazos” a las familias de los cerca de 130 efectivos policiales que han sido asesinados este año, solo en Caracas, para quitarles sus armas, que todo eso es culpa de María Corina o de Leopoldo… vamos a ver si te lo creen.
El ciudadano común no es bobo. Que nos veamos forzados a ocuparnos casi en exclusiva de la subsistencia no nos ha vuelto ciegos o sordos a los dislates del poder. Creer lo contrario es hoy por hoy el más grave error de cálculo del poder en Venezuela. Sufriendo todos, sin distinciones, las consecuencias de esta obtusa forma de entender las relaciones entre el poder y la ciudadanía y viendo como el régimen se empeña en negar nuestra realidad, no hay que ser un genio para darse cuenta de que el ánimo popular, tras haber el pueblo sufrido engaños y desencantos por lustros enteros está ya, a estas alturas, próximo a la ebullición.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @himiobsatome