Es el primer psicópata criminal del que existen pruebas documentales en España. Era un ser inteligente, culto y podía tener la formación de un clérigo de aldea en la Galicia del siglo XIX, pues leía mucho
De Manuel Blanco Romasanta se dice que era un hombre educado, de facciones gentiles, de buena posición económica y que pasaba desapercibido en la ciudad de Galicia a mediados del siglo XIX. Sin embargo, es en estos tiempos recordado, como el primer español de la época moderna en ser condenado judicialmente como hombre lobo.
Manuel Blanco Romasanta nació en la población de Esgos, España, el 18 de noviembre de 1809. En su partida de nacimiento está consignado como Manuela, pues se creyó que era una niña. Era de aspecto físico normal, aunque medía solo 1.37 metros, era rubio y de facciones consideradas por algunos historiadores como tiernas. Romasanta trabajó como sastre y era considerado inteligente y culto para la época, pues sabía leer y escribir.
Llevó una vida aparentemente corriente hasta la muerte de su mujer, en la que no tuvo participación. A partir de ese momento, dejó la vida sedentaria y empezó a dedicarse a la venta ambulante, trasladándose para ello por la zona de Esgos y posteriormente, abarcando toda Galicia.
Con el tiempo, los lugareños empezaron a conocerlo como vendedor de un ungüento del que se decía que estaba compuesto por grasa humana, por lo que su fama se extendió rápidamente por Galicia. Por ello las autoridades (al ser informadas más adelante de los crímenes de Romasanta) iniciaron su búsqueda y posterior apresamiento en Toledo.
Su fama de asesino le llegaría con la acusación por la muerte de un alguacil cerca de Ponferrada. Tras ser condenado, se escapó a un refugio en el pueblo de Ermida, donde convivió con el ganado hasta que volvió a aparecer en público en Rebordechao, mezclándose con la población local. Ganó en especial la confianza y amistad de las mujeres, lo que hizo que arrastrara cierta fama de afeminado y hasta desempeñó el oficio de tejedor, considerado propio de las damas de la época.
El homicida
Ya asentado en el pueblo es cuando comenzaron sus asesinatos, que cometía en los bosques de Redondela y Argostios. Durante años eludió a la justicia, cometiendo nueve homicidios, siendo las víctimas siempre mujeres o niños. Tras los últimos crímenes, planeó su huida, llegando a salir de Galicia con un pasaporte falso. Finalmente, fue capturado en Nombela, (Toledo) y juzgado en Allariz (Orense), siendo fiscal Manuel Blanco Bastida.
Romasanta afirmó que, víctima de un maleficio que lo transformaba en lobo durante las noches de luna llena, había matado a trece personas a sangre fría, usando sus manos y dientes para acabar con sus vidas y comerse los restos. El juicio (conocido como la causa contra el hombre lobo) duró aproximadamente un año. En él se le acusó de llevar con él, con mentiras y engaños, a mujeres y niños para matarlos y sacarles el sebo y venderlo.
Más tarde alegaría que lo que sufría no era una maldición, sino una enfermedad. Además declaró recordar todo lo sucedido una vez transformado de nuevo en ser humano, lo que fue decisivo para su sentencia. La defensa del reo argumentó que no se podía probar un asesinato con una única confesión, aunque ésta fuese la del propio acusado.
La sentencia llegaría el 06 de abril de 1853, cuando Romasanta contaba 44 años: se consideró que ni estaba loco ni era idiota o maníaco, por lo que fue condenado a morir en el garrote vil y a pagar una multa de 1000 reales por víctima. Un hipnotizador francés que había seguido el caso envió una carta al Ministro de Gracia y Justicia en la que expresaba sus dudas acerca de si Romasanta padecía o no licantropía (habilidad que tiene un ser humano para convertirse en lobo), pues aseguraba haber curado a otros pacientes con la hipnosis.
Solicitó que, antes de ejecutarlo, le dejaran hipnotizarlo. También pidió la intervención de la Reina Isabel II, quien hizo las labores para que el Tribunal Supremo de Justicia exima de toda culpa al cuestionado asesino. La pregunta del por qué la Reina creyó en el hipnotizador y defendió a Romasanta, nunca pudo ser respondida, sin embargo, lo que se sabe es que la Reina logró que al asesino se le cambiase la pena capital por una mucho más benigna, la cadena perpetua.
Hasta el 2009 se creía que Romasanta había muerto en 1854 en la prisión de Allariz en la que cumplía condena. Sin embargo, en un documental posterior de TVG Europa se sopesaba la posibilidad de que hubiese fallecido en otro lugar y se apuntaba al Castillo de San Antón en La Coruña.
En 2011 en las “Jornadas Manuel Blanco Romasanta”, celebradas en Allariz, los investigadores orensanos Cástor y Félix Castro Vicente presentaron pruebas (diversos recortes de prensa de la época) que aseguraban que Romasanta falleció en una cárcel de Ceuta de un cáncer de estómago en 1863.
Durante el juicio, Manuel Blanco Romasanta señalaría que la primera vez que se transformó en lobo fue en la montaña de Couso: “Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo: el que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos, uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre”, declaró.
Edda Pujadas / @epujadas.-