Desesperado por tener agua, el trabajador de la construcción Pedro Pirela y sus vecinos tendieron recientemente una emboscada nocturna. Alertados por el ruido de un camión cisterna que suplía a los hoteles en las cercanías, bloquearon la calle y obligaron al conductor a detenerse para luego sustraer el preciado cargamento.
Pirela y sus cómplices no tenían más alternativa, aseguran. Una escasez de agua está postrando al país, cerrando los grifos y contribuyendo a los constantes apagones. Aquí, en la Isla Margarita, un popular destino turístico que también alberga a medio millón de habitantes, el gobierno dijo que puede proveer agua sólo una vez cada 21 días luego de que un embalse se secó.
Algunas personas protestan. Otros están robando agua de las piscinas, los edificios públicos y hasta los camiones cisterna.
“Ahora, el agua es oro”, dice Pirela, quien reconoció que también emboscó otro camión.
En un país afectado desde hace tiempo por la escasez de alimentos y medicamentos, se han sumado recientemente la falta de agua y los cortes de electricidad, una consecuencia de la escasez de agua en un país dependiente de la energía hidroeléctrica.
A medida que los embalses se evaporan, muchos venezolanos pasan semanas sin agua. Los apagones obligan a las fábricas a enviar a casa a sus empleados antes de completar sus turnos, lo que reduce la producción. Los vecindarios sin luz son un terreno fértil para los ladrones.
YM