Lo que está en marcha en el país no puede ser contenido por “colectivos” paramilitares maduristas en conchupancia represiva con policías y militares corrompidos por la politiquería
La fuerza del descontento es indetenible. Ya nadie puede parar lo que está en marcha en Venezuela. Nadie. Ni el gobierno ni la oposición.
Esto ya no es un asunto que pueda resolverse con maniobras de trastienda, como la orquestada por Jorge Rodríguez y las rectoras pesuvistas del CNE contra las firmas para activar el Revocatorio; tampoco es un malestar pasajero que pueda ser remediado con un operativo discriminatorio como el de los CLAP, para tratar de chantajear la indignación popular bachaqueando bolsitas de comida. Lo que está en marcha en el país no puede ser contenido por “colectivos” paramilitares maduristas en conchupancia represiva con policías y militares corrompidos por la politiquería.
Como río crecido, la consigna “¡Fuera Maduro!” no nació en un local partidista ni fue creada en una agencia de publicidad, sino que surge espontáneamente en millones de gargantas, en los barrios y urbanizaciones de toda Venezuela.
El “choque de trenes”, pues, está planteado en Venezuela. Pero no entre “el gobierno” y “la oposición”, no entre la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia, no entre la MUD y el PSUV, sino entre el hambre y la rabia de todo un pueblo, por un lado, y una cúpula muy corrupta y muy aislada, por otro, una cúpula lo suficientemente inescrupulosa como para hacerle pagar a toda la nación un precio altísimo, un costo de conmoción y sangre, por el cambio.
Y ese es el problema que enfrenta hoy no solo la oposición, sino todo aquel que ame a este país y que quiera seguir en él, dedicado a la política o al oficio que sea, todo aquel que quiera que sus hijos y nietos tengan de verdad “patria” en vez de escombros.
No importa si usted en el pasado fue simpatizante de Chávez o si ha sido opositor toda la vida, como venezolanos tenemos hoy el mismo dilema: si ciertamente el -a veces pasivo- malestar social y el -cada vez más activo- descontento popular son imparables… ¿cómo hacemos para dar a toda esa energía un cauce positivo, democrático y sobre todo pacífico? Ante esta pregunta crucial se bifurcan los caminos, y es importante tener claro cómo y por qué.
Para la Mesa de la Unidad Democrática, que tiene hoy la extraordinaria responsabilidad de ser la expresión política del masivo descontento nacional, la forma más clara de dar cauce pacífico al estallido social que está en marcha en nuestro país, es asumiendo el pacto de convivencia vigente entre los venezolanos: la Constitución.
Ese texto fundamental establece la posibilidad de que una crisis monstruosa como la que hoy enfrentamos sea resuelta consultando al origen de toda legitimidad, que es la opinión del pueblo, el soberano.
Esa consulta tiene nombre y apellido: Referendo Revocatorio, y tiene unos trámites legales y constitucionales que deben ser cubiertos. A eso se ha dedicado la Unidad Democrática, desde que el 9 de marzo de este año solicitó formalmente al CNE el formato de la planilla para iniciar la recolección de firmas.
Sin embargo la cúpula corrupta ha resuelto utilizar la violencia como recurso fundamental para permanecer aferrada a su menguante poder. Ya se trate de la violencia institucional ejercida por la burocracia (cuando utiliza la Sala Constitucional del TSJ para invalidar las decisiones de la Asamblea Nacional, o cuando utiliza al Consejo Nacional Electoral para invalidar las firmas de mas de 600 mil venezolanos…), o se dé la violencia física, ejercida por la alianza antinatura de colectivos paramilitares maduristas con mandos militares y policiales corrompidos por la politiquería, todo lo que sale del ámbito gobiernero es violencia.
Violencia retórica, cuando Maduro insulta y agrede en sus interminables peroratas televisivas; violencia armada, cuando un policía dispara perdigones a quemarropa en el rostro a una madre venezolana y la asesina en el contexto de un disturbio por hambre, pero siempre violencia.
La mejor evidencia de que la cúpula corrupta decidió hacerle pagar al pueblo venezolano un costo alto en sangre y conmoción por cada avance hacia el cambio, lo tenemos en las lamentables actuaciones recientes del Consejo Nacional Electoral: para darnos la planilla para recabar las firmas que solicitamos el 9 de marzo las rectoras pesuvistas del CNE esperaron hasta el 26 de abril, un día después de que ocurriera una gravísima jornada de disturbios por hambre en la ciudad de Maracaibo, en la cual resultaron afectados 72 comercios en una sola noche, en una situación mil veces más grave que aquella que en la Guarenas de 1989 dio origen al Caracazo. Solo entonces, ante aquella estela de destrucción y caos, las rectoras pesuvistas se dignaron responder a un trámite elemental.
Lo mismo acaba de ocurrir con el anuncio de las fechas para el proceso de validación de firmas: habiendo entregado la MUD las firmas el pasado 2 de mayo, las rectoras pesuvistas del CNE esperaron hasta el 10 de junio para anunciar las fechas del lapso de validación presencial de las firmas.
¿Por qué lo hicieron el viernes 10 de junio? ¿Por qué no lo hicieron en cualquiera de las seis ocasiones anteriores en las cuales convocaron a reuniones con la MUD para después defraudar sus propias convocatorias? La respuesta es clara y lamentable: lo hicieron el viernes 10 porque el jueves 9 fue perpetrado a las puertas del CNE el atentado criminal contra Julio Borges, y la imagen del rostro ensangrentado, fracturado, del diputado opositor le dio la vuelta al mundo. Solo entonces, solo cuando fue satisfecha así la sed de sangre de la burocracia corrupta, fue cuando procedió la presidenta del CNE a hacer el anuncio que debió ser hecho mucho antes, y en sana paz.
El esperado anuncio de la fecha estuvo acompañado, como lamentablemente era de esperarse, por dos intrigas y una amenaza: al haber usado un software improvisado, unos criterios absurdos de verificación y un mecanismo malintencionado, tortuoso y torpe, el régimen invalidó unas 600 mil firmas de las presentadas.
A todos esos venezolanos les decimos que se preparen, porque tendrán un rol activo en el proceso de validación. Van a apoyar, a transportar firmantes, a prestar soporte logístico, técnico y moral a quienes sí puedan validar sus firmas. Si Maduro imaginó que invalidando rúbricas iba a desmovilizar pueblo, logrará todo lo contrario: ahora el país y el mundo saben que tenemos seis veces más firmas de las necesarias, y tenemos también un formidable voluntariado ciudadano de más de seiscientas mil personas dispuestas a hacer lo necesario para alcanzar el éxito en esta primera fase del proceso revocatorio.
Por otro lado, un millón 300 mil ciudadanos se verán obligados a validar sus firmas en apenas 24 puntos en todo el país, las oficinas regionales del CNE, que se convertirán en angustiosos “cuellos de botella” generadores de situaciones de tensión que ya la rectora pesuvista se apresuró a anunciar que “podrían ocasionar la suspensión del proceso”, como si un derecho constitucional pudiera ser conculcado por una medida administrativa.
Todo eso debemos enfrentarlo y vencerlo. Y lo haremos. Con la actitud y la aptitud necesarias. La actitud unitaria. La aptitud movilizadora. En paz y por la paz. ¡Pa’lante!
“Si Maduro imaginó que invalidando rúbricas iba a desmovilizar pueblo, logrará todo lo contrario: ahora el país y el mundo saben que tenemos seis veces más firmas de las necesarias, y tenemos también un formidable voluntariado ciudadano de más de seiscientas mil personas dispuestas a hacer lo necesario para alcanzar el éxito…”