¿Nos importa mucho la “revolución liberadora” pero somos insensibles ante el dolor real de la gente? ¿Estamos más preocupados por el “amarillismo noticioso” y su efecto electoral que por los tormentos y penurias de nuestros conterráneos?
Tratar de mantener una discusión argumentada y seria en Venezuela es actualmente una lucha titánica. Tanto en el sector opositor como en el gubernamental, se encuentran una gran cantidad de individuos incapaces de aceptar la más leve crítica y sin ninguna tolerancia ante opiniones distintas a las que se tenga. Recientemente envié un mensaje electrónico sobre el conocido caso de una señora humilde venezolana, a quien un delincuente, creo que apodado “el gamelote”, le acababa de asesinar a su hija, lo que elevaba a dos sus hijos muertos a manos del mismo criminal, sin que sus denuncias sustentadas sobre las amenazas recibidas hubieran sido atendidas por los organismos competentes del Estado.
Pude ver a la mujer desesperada, con ese llanto que ya no produce lágrimas porque éstas se agotaron, disfónica de tanto quejarse, lo que me produjo una rabia interior ante las opiniones inauditas de quienes han dicho que lo de la delincuencia es una simple sensación, que nada tiene que ver con la realidad. Envié la información con una nota en este último sentido, tratando de sensibilizar a quienes tienen alguna posibilidad de influir en los jerarcas a cargo del control de la violencia. En forma insólita, una persona cercana, perteneciente a mi familia política, muy afectada emocionalmente por la lucha política venezolana, me contesta para acusarme de hacerme eco del “amarillismo” de la prensa. ¡Inaudito!
Si uno se queja, denuncia o suplica, en relación con los asesinatos que a diario ocurren por montón, está siendo “amarillista” o hablando mal de la patria y se es un traidor, un “escuálido” desestabilizador o cualquier otra cosa que al primer fanático que aparezca se le ocurra. ¿A dónde se ha ido nuestra sensibilidad humana? ¿Nos importa mucho la “revolución liberadora” pero somos insensibles ante el dolor real de la gente? ¿Estamos más preocupados por el “amarillismo noticioso” y su efecto electoral que por los tormentos y penurias de nuestros conterráneos?
“El gamelote”, para más del asunto, se había fugado de La Planta, junto con otros reclusos, a raíz de los sucesos de violencia ejecutada por orden de los “pranes” de estos establecimientos quienes, independientemente de sus infancias miserables y traumáticas, no pueden seguir actuando como carceleros, verdugos y explotadores de sus propios compañeros, además de jefes mafiosos de bandas delictivas nacionales dedicadas al secuestro, el tráfico de drogas, el contrabando y el sicariato. Ya otros fugados han saldado cuentas en la misma forma, a través del asesinato de venezolanos, generalmente jóvenes humildes y muchas veces víctimas inocentes, como la hija de la señora del caso relatado.
El pueblo, que es realmente sabio, ha calificado a este tipo de delincuentes como “dañados”, con lo que quiere decir que se trata de gente que no se puede rehabilitar y que constituyen una lacra de la sociedad.
Luis Fuenmayor Toro