Reitero mis convicciones que un eventual triunfo de Chávez no significará que el país se enrumbe hacia un sistema comunista. Este proceso político nació democrático y sería mucho lo que tendría que ocurrir para que desembocara en una dictadura. Además, si algunas posibilidades existen que se produzca una ruptura de la democracia, no es por el lado chavista. Donde las amenazas se hacen más evidentes es en quienes se oponen al gobierno dentro y fuera del país. Ello no solo por lo ocurrido durante el 2002, sino por la vocación dictatorial que la derecha latinoamericana y su soporte mundial, el departamento de Estado, han manifestado a través de la historia.
Cercanos están aun los regímenes militaristas del Sur del continente. El Golpe contra Allende, que no solo acabó con un gobierno democrático, sino que asesto un duro golpe a las posibilidades que se produjeran cambios políticos de manera pacífica. Luego fue lo de Honduras y más recientemente la operación montada contra Fernando Lugo.
Me afirmo en la idea que la fortaleza de los procesos de cambios abiertos en Latinoamérica radica en su carácter democrático, lo cual no solo les otorga legalidad, sino una profunda legitimidad. Sin embargo, hay gente del chavismo que se ocupa de enviar mensajes equivocados, haciendo ver que al menor descuido impulsarían la “dictadura del proletariado”.
Puros deseos; deseos, además, desfasados, propios de los finales del siglo XIX e inicios del XX. Como se sabe, las experiencias en este sentido terminaron en un rotundo fracaso. De allí que no deja ser ocioso estar hablando o amenazando con algo que no tiene posibilidades de producirse, entre otras razones, por una principalísima: El pueblo no lo apoyaría.
Si Chávez pierde no tiene otra que entregar. Así se ha comprometido ante la comunidad internacional, sobre todo ante los amigos. Y si no es Chávez quien encabece un movimiento de aquellas características, entonces no existe ningún otro liderazgo ni en el campo civil ni en el militar, capaz de convocar las fuerzas necesarias para provocar un desenlace de ruptura del sistema político dominante en el país.
No obstante, los mensajes equívocos por parte del gobierno se multiplican. Por ejemplo, venimos asistiendo a una prédica que ubica los efectos malignos del capitalismo en los pequeños y medianos propietarios. Varios personeros oficiales reiteradamente colocan como ejemplo de la especulación y explotación capitalista a los portugueses dueños de areperas y panaderías. Personas, por cierto, que todo el mundo sabe son grandes trabajadores, auto sometidos a jornadas laborales intensas. Es en esa laboriosidad donde radica la clave de sus éxitos. Cierto que hacen dinero, pero no es menos que lo logran a punta de grandes esfuerzos.
Entonces, ¿El nuevo sistema económico que se pretende implantar es uno que coloca en el centro de la crítica a los pequeños comerciantes? En Cuba se está promoviendo la pequeña y mediana propiedad ante el fracaso de un estatismo absoluto, abarcador de todos los órdenes de la vida. Ya antes había fracasado en la Unión Soviética y en China, donde a la muerte de Mao se produjo una gran reforma que ha colocado a ese país como la segunda economía del mundo.
No creo que sea correcto, ni política ni económicamente, andar asustando a personas cuya dedicación principal y casi única, es trabajar de sol a sol y de domingo a domingo.
Iván Gutiérrez