Llama la atención el tratamiento de bombos y platillos que han dado tanto el Ministerio del Poder Popular para el Deporte (Mindeporte) como el Comité Olímpico Venezolano (COV) a los resultados obtenidos en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Mucha alegría (para los integrantes extradeportivos de la delegación criolla), muchos reconocimientos (para sí mismos), pocas palabras para los atletas, más allá de las alabanzas y agasajos justos para Rubén Limardo por la medalla de oro obtenida en la competencia de la esgrima.
¿Pero el hecho de haber obtenido resultados tan satisfactorios, según las declaraciones oficiales, quiere decir que todo salió bien, que todo transcurrió a buen proceder, que no hubo irregularidades, que las quejas de los atletas son una fantasía? ¿Quiere decir que la medalla de oro de Rubén Limardo tapa las penurias que pasó en su preparación, y que lo llevaron a hacer pública una estridente queja, que no mediará ningún tipo de investigación? Hay que celebrar, por supuesto que si, pero ni Mindeporte ni el COV pueden venir a decirle al país que todo está bien, que no está pasando nada, que la política deportiva del Gobierno es perfecta.
En primer lugar, de los Juegos Olímpicos queda la certeza de que la estéril e impúdica pugna entre Mindeporte y el COV continúa tras bastidores (y a veces muy evidente), en el caso del ministro Héctor Rodríguez por darle aparente continuidad a la nefasta relación que la hoy diputada Victoria Mata tenía, y se supone aún tiene, con el presidente del COV y exministro del deporte, Eduardo Álvarez.
El caso es que la medalla de oro de Limardo y los ocho diplomas olímpicos han llevado a estos dos organismos a dar declaraciones tan estridentes como conformistas, como si los atletas del país no pudieran dar más, como si las políticas deportivas tocaron techo. Álvarez habla de renovación del contingente criollo, mientras Rodríguez aún no dice nada porque no ha salido de la celebración de la esgrima.
La verdad es que la medalla de Limardo dependía más de la inspiración que tuviera en la competencia que de la política deportiva del Estado, si bien ésta debe cumplir su parte en la preparación. Es más, el medallista pudo ser Silvio Fernández, el pesista Júnior Sánchez, o el luchador Luis Liendo, si se les hubiera presentado la oportunidad, porque ahora mismo se encuentran entre los mejores del mundo en su especialidad. Pudo haber sido el boxeador Gabriel Maestre, que no pudo rematar al kazajo Serik Sapiye, porque de hacerlo tomaba un impulso con chance de medalla. Pero en juegos anteriores hubo muchos ejemplos de atletas criollos que no ganaron las medallas, pero llegaron con esperanzas a sus momentos olímpicos, como María Elena Giusti (nado sincronizado), José Luis Fuentes (gimnasia), William Wuyke (atletismo), entre otros. Esos atletas también llegaron a su estrellato, si se pudiera llamar así, mediante una política de Estado, pero por alguna razón no pudieron darle una alegría al país como se la dio Limardo.
Es bueno celebrar (el ministro dice que la de Londres fue la mejor actuación de Venezuela en Juegos Olímpicos), pero ya basta, hay que sentarse a pensar en el próximo ciclo olímpico, hay que pensar en los eventos internos y en los próximos Juegos Bolivarianos. El Estado, a fin de cuentas, invierte para que los atletas tengan una preparación de las mejores del mundo. Y así debe ser, no se trata de que cuando esos atletas obtengan un gran logro sentarse sobre ellos para ganar alabanzas que no son propias.
Pensando en los Bolivarianos, es necesario tomar como reflejo lo que hicieron en Londres los rivales directos de Venezuela en el área. Colombia gastó mucho menos y logró más (8 medallas -1 de oro, 3 de plata y 4 de bronce). Dicen que invirtió 50 millones de dólares en el ciclo olímpico, mientras Venezuela se habría bajado 350 millones de dólares.
A Colombia, como dice Eduardo Ålvarez , sólo queda felicitarle, aunque se le pudiera preguntar -a manera de asesoramiento- cuál fue la clave de su efectividad. Pero más allá de la alegría y la sincera felicitación, hay que dejar claro que Colombia es el rival deportivo natural de Venezuela en el área y que tratará de demostrar sus avances en el inicio del próximo ciclo olímpico, en los Juegos Bolivarianos, aún cuando nuestro país tendrá nuevamente todas las de ganar porque se realizarán en Trujillo.
Con la inversión que se dice hizo Venezuela queda la pregunta de por qué a los colombianos les rindió más, y cómo es posible que con toda esa cantidad de dinero invertida por el gobierno bolivariano hubo atletas que se quejaron por problemas económicos, por qué se presentaron problemas como, por ejemplo, que la delegación médica venezolana confrontara inconvenientes para ingresar a la Villa Olímpica, mientras un grupo grande de invitados especiales tenía asegurados sus pases.
Si la política deportiva del Gobierno fuera la mejor del mundo, no hubiera existido la Liga Nacional Bolivariana de Baloncesto (LNBB), convertida en un despeñadero de dinero (que duró una sola temporada); y la Liga Nacional Bolivariana de Beisbol (LNBB) no fuera subsidiada por Petróleos de Venezuela. Si el Gobierno fue capaz de invertir unos 350 millones de dólares en el ciclo olímpico anterior, ¿cómo es posible que Mindeporte no pueda disponer de siete millones de bolívares fuertes para financiar el beisbol bolivariano?
El hecho de que la LNBB no dependa de Mindeporte tiene sus inconvenientes, por cuanto la entrega de sus cuentas -tanto en lo deportivo como en lo económico- no puede ser auditada por un organismo deportivo, sino por una dependencia social de Pdvsa, que al final ha aprobado sus informes económicos anuales sin ahondar en detalles, sin saber que hay gente que objeta esos números, sin haber pedido nunca una declaración jurada de bienes ni nada.
Pareciera que la mente del ministro está en otra cosa, o será que no está realmente preparado para enfrentar el cargo, porque por un lado le denuncian que el viceministro de alta competencia recibió 60 millones de bolívares para ir a Londres, pero dice que no le para a denuncias anónimas, no investiga, no aclara; mientras que, por el otro, algunas federaciones se apoyan en su autonomía para cometer irregularidases (ejemplo la de beisbol) y tampoco interviene. O simplemente se realiza el campeonato de la Liga Nacional Bolivariana de Beisbol (que ya tiene 7 años) y él ni se da por enterado, la ignora.
El ingrediente político
Si bien el Ministerio del Poder Popular para el Deporte es un ente eminentemente político, el deporte en sí no es un área que se deba politizar; es inconveniente hacerlo, porque atenta contra la atención de las políticas deportivas como un deber de Estado.
En este sentido, es un error criticar, por ejemplo, el subsidio dado a Pastor Maldonado y a todos los pilotos (hay un número considerable de criollos haciendo campaña en el exterior), porque aquí hay plata suficiente para todo eso; criticable es que ese subsidio se convierta en un arma política. Tan odioso fue ver a Adriana Carmona celebrar su medalla olímpica con Carlos Andrés Pérez como a Limardo convertido en una estrategia comunicacional -y en cadena nacional- para beneficio del Gobierno nacional, como si invertir en deporte no fuera obligación del Estado, sino una dádiva del gobierno actual. Si algo ha cambiado en los últimos años, es que ahora hay atletas hablando de política; cuando antes esas manifestaciones eran muy pocas.
La polìtica no es buena consejera para el deporte, porque lleva a declaraciones desacertadas, como por ejemplo que la diputada María Corina Machado dijera que como presidenta le quitaría el subsidio a Maldonado, o que el periodista Nelson Bocaranda denunciara que Lituania se dejó ganar por Nigeria en el Preolímpico de Baloncesto celebrado en El Poliedro de Caracas como una componenda para eliminar a Venezuela. Pensar algo así es como molestarse porque los enemigos últimamente le estén bateando mucho a Johan Santana, o que los lanzadores contrarios le den boletos intencionales a Miguel Cabrera para no sufrir uno de sus batazos.
¿Qué pasaría si en Venezuela cambia el Gobierno? No debería pasar nada, porque Pastor Maldonado tendrá que seguir siendo un objetivo de proyección del Estado venezolano, y, por ejemplo, la diputada Alejandra Benítez tendrá que seguir siendo asistida en su preparación. La política deportiva es una estrategia de Estado, algo que deben tener claro todos los actores políticos relacionados.
La medalla de oro de Rubén Limardo estremeció al país, pero no debe ser pensada como la culminación de un sueño, sino como el inicio de una campaña que le permita al país más triunfos internacionales en ese tenor
Edward Sarmiento
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