Malas palabras
Cada día nos asombramos de la facilidad que tiene el ser humano, de incluir las malas palabras en su diario hablar.
Y no nos referimos sólo a expresiones vulgares, sino a palabras ofensivas, denigrantes, calumniadoras y de maldición, que marcan la vida de quienes son objeto de ellas.
“Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente, agua dulce y agua salada?”, leemos en el libro de Santiago, capítulo 3, versículos 9 al 22, de las Santas Escrituras.
Dios nos exige rectitud en nuestras acciones sin andar por la vida profiriendo insultos, ofensas y descalificaciones, hacia las personas que no son de nuestro agrado o piensan diferente a nosotros.
Jesucristo demostró con hechos lo que es el amor al prójimo y ni siquiera a quienes lo crucificaron les dijo palabras hirientes, al contrario los perdonó y oró al Padre por ellos.
“Las palabras que decimos con nuestra lengua son como el fuego. Nuestra lengua tiene mucho poder para hacer el mal. Puede echar a perder toda nuestra vida y hacer que nos quememos en el infierno”, dice el apóstol Santiago en su libro, capítulo 3 versículo 6, de la Biblia.
“No digan malas palabras. Al contrario, digan siempre cosas buenas, que ayuden a los demás a crecer espiritualmente pues eso es muy necesario”, nos aconseja el apóstol Pablo en la epístola a los Gálatas, capítulo 4 versículo 29.
El cristianismo no es una religión sino un estilo de vida con Jesucristo como nuestro señor y salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988)
beaperiodista@hotmail.com
wwwlapalabradedios.blogspt.com