Es bien conocida su táctica de atribuir a los demás lo que hace o se propone hacer y este es un caso que hay que tener presente. No puede excluirse que su distorsionada mente contemple una situación como la que se desarrolla en Siria donde el régimen emplea toda clase de recursos bélicos contra el pueblo. Su soberbia da pie para todo
Entre las características de la personalidad del presidente saliente destaca la soberbia. Está convencido o pretende convencer a los incautos de que él es el único que puede gobernar este país. Creo que ningún otro gobernante en la historia universal, salvo Hitler quizás, se consideró ungido por los dioses como el que tiene la «misión» de conducir un país y nadie más está capacitado para hacerlo. Lamentablemente, en este caso esa misión ha consistido en destruir y llevar a la ruina este país maravilloso que es nuestra Venezuela. Ninguno de los dictadores que le precedieron se dedicó como él a sembrar odio siguiendo la recomendación de Maquiavelo según la cual hay que dividir para reinar. Y hablando de reinar, este personaje se considera el monarca absoluto que puede disponer de todo como si fuera el único dueño y señor de todo lo que existe en esta tierra a la cual Dios prodigó con toda clase de recursos y riquezas.
Su empeño en continuar aferrado al poder lo lleva a inventar situaciones que sólo caben en su desequilibrada imaginación como la de que la Unidad tiene la intención de denunciar fraude para desconocer los resultados de los comicios del 7 de octubre y que está en combinación con «el imperio» para desatar una guerra civil e impedir que él asuma por cuarta vez la presidencia.
No acostumbro, o mejor dicho, nunca escucho sus latosas y aburridas peroratas en televisión. Pero el viernes pasado caí por casualidad en la cadena cuando se dirigía al escuálido grupo de seguidores llevados a la fuerza o bajo amenaza a la concentración que ese día escenificó en Cumaná. No pude evitar escuchar a aquel Júpiter tonante hablar como si hubiera recibido la bendición de los dioses del Olimpo para proferir todo tipo de amenazas contra la oposición.
Lo que dijo es sumamente grave y no puede ser tomado como un simple «trapo rojo» electorero. «Tenemos que neutralizar los planes golpistas de la burguesía». «Se puede desencadenar una guerra civil porque quién puede pensar que el pueblo se quedaría con los brazos cruzados». Aseguró que tiene informaciones sobre un plan de la oposición para desconocer los resultados del 7 de octubre y cantar victoria para el candidato de la Unidad. «Ellos (la oposición) se están preparando con algunos aliados en otras partes del mundo, con medios de comunicación, organizaciones internacionales de la derecha para cantar victoria antes de que el CNE anuncie los resultados».
Aseguró que la oposición desconoce la Constitución y las leyes y se dedica a criticar al árbitro y a anunciar que «el fraude ya está montado». «Nosotros tenemos que estar preparados para hacer frente a esa situación, porque la oposición va a promover la violencia con el apoyo del gobierno de Estados Unidos y otros gobiernos de la extrema derecha». «Tenemos que neutralizar los planes golpistas, los planes desestabilizadores para garantizar la estabilidad del país, para garantizar la paz y la continuidad del proceso».
Con este discurso nos está diciendo: yo me quedo sentado en la silla de Miraflores cueste lo que cueste. De aquí no me saca nadie y utilizaré todos los recursos a mi alcance para quedarme aun cuando Henrique Capriles me derrote. Estoy dispuesto a desatar una guerra civil como la de mi hermano del alma Bashar Al Assad con tal de no entregar el poder.
No debemos dejarnos atemorizar con esta retórica incendiaria, pero tampoco debemos perder de vista que en un arranque de soberbia el mandatario saliente es capaz, como lo hizo el 11 de abril del 2010, de hacer desangrar el país antes que entregar el poder Sus amenazas no son nuevas. En más de una ocasión ha advertido que su revolución está armada. Es como una idea fija en su mente.
Es bien conocida su táctica de atribuir a los demás lo que hace o se propone hacer y este es un caso que hay que tener presente. No puede excluirse que su distorsionada mente contemple una situación como la que se desarrolla en Siria donde el régimen emplea toda clase de recursos bélicos contra el pueblo. Su soberbia da pie para todo. El discurso de Cumaná debe ser analizado con detenimiento.
Adolfo R. Taylhardat