La inversión social realizada por el gobierno durante diez años se ubica en torno a los 500 mil millones de dólares, lo cual ha contribuido tanto a impulsar la actividad económica.
Vale la pena recordar que la máxima de las cartillas neoliberales y capitalistas reza que en tiempo de crisis deben ajustarse o reducirse los gastos, incluyendo los vinculados a la inversión social
En Venezuela la inversión social realizada por la Revolución Bolivariana ha sido una locomotora que ha detonado el crecimiento económico más contundente en los últimos tiempos (siete trimestres consecutivos), pese al entorno global desfavorable que sopla en los países del primer mundo.
Aunque el alfa y omega del espíritu revolucionario que motiva la inversión social, tiene una inspiración meramente humanista, no hay duda que sus efectos positivos salpican a todos los estratos de la sociedad, incluyendo a los que solo piensan en sacar cuentas, a los que siempre buscan ver el provecho económico de toda acción que despliegue el Estado.
La inversión social realizada por el gobierno durante diez años se ubica en torno a los 500 mil millones de dólares, lo cual ha contribuido tanto a impulsar la actividad económica.
Vale la pena recordar que la máxima de las cartillas neoliberales y capitalistas reza que en tiempo de crisis deben ajustarse o reducirse los gastos, incluyendo los vinculados a la inversión social como educación, salud y subsidios alimenticios. Y eso es lo que estamos viendo en algunos países de Europa y en Estados Unidos. De allí, el natural y comprensible pataleo de estudiantes, personas de la tercera edad y trabajadores y trabajadoras en general.
No obstante, gracias a una visión de país socialista, inteligente y hasta pragmática, en Venezuela decidimos desde 1999 no aplicar ese tipo de recetas. Y cuando digo hasta pragmática es precisamente porque, incluso visto desde el ámbito estrictamente economicista, es positivo incrementar o mantener la inversión social, pero nunca reducirla.
Veamos, por ejemplo, como en tiempo de burbujas financieras, es contraproducente reducir los subsidios sociales y reducir el gasto público en la educación universitaria. Algunos gobiernos locales en Estados Unidos, Canadá y Chile, han decidido aumentar las matrículas universitarias o reducir los subsidios a las mismas (ya sea los que reciben las instituciones educativas o los que recibe el estudiante directamente).
Pero esta acción está surtiendo un efecto peligroso en las carteras de los créditos universitarios, pues el repago o devolución del crédito se dificulta, más aun cuando estos países muestran un desempleo joven bastante alto. Conclusión, (y aclaramos que no es nuestro deseo), ya algunos análisis serios indican que la próxima burbuja financiera pudieran ser los créditos universitarios, adicionando un problema adicional a los generados, primero, por los créditos hipotecarios.
Miguel Pérez Abad