El “águila” Chávez no sólo ha puesto continuamente a la supuesta “mosca fuera de ranking” a su propio nivel, demostrando que Capriles es tan o más “águila” que el presidente, sino que la ha revelado como un contendiente poderoso y articulado contra el que no le queda más que batallar desde la guerra sucia
Son tensos estos tiempos. Es comprensible que así sea, dado que al día de hoy sólo faltan dos semanas para las que serán las elecciones más reñidas y decisivas de toda nuestra historia. Las certezas se desdibujan y la polarización, uno de nuestros más graves males, se exacerba a niveles virtualmente inmanejables. Los opositores confesos nos mostramos –no soy ajeno al ambiente en el que vivo- más vehementes, más críticos, más militantes; los oficialistas también se radicalizan y se atrincheran, gríngolas mediante, en sus dogmas trasnochados y más que en éstos, en su fe ciega en el presidente, al que todavía creen, quizás porque no les queda otra opción (Chávez se ocupó, él mismo, de descabezar cualquier liderazgo revolucionario alternativo) insustituible e intocable.
Pese a todo, hoy los escenarios son diferentes, y eso cualquiera que viva en este país lo percibe. Es verdad, más allá de lo que dicen los números de los últimos eventos electorales, los chavistas no habían corrido el riesgo real de perder sus espacios. No digo que antes el oficialismo estuviera viviendo horas luminosas, o que no había perdido seguidores, pero eso no le había impedido, hasta ahora, mantener sus cuotas de poder y su control absoluto sobre nuestras instituciones. Una prueba de ello la tenemos en la AN, en la que truculencias normativas de por medio, aún teniendo los chavistas menos votos en general que la oposición, obtuvieron una mayoría, menguada pero mayoría al fin, que les garantizó el control del Poder Legislativo. Por eso se sentían seguros y tranquilo, sabían que tratándose de las regiones o de la AN podían, a priori o a posteriori, mover sus fichas de manera que sin importar lo que pasara, o el número de votos nacionales que se obtuvieran, el control seguiría en sus manos, de una manera u otra.
Angustia color rojo
Pero esta vez, el oficialismo lo sabe, no hay juegos ni porcentajes que distribuidos matemáticamente de manera acomodaticia, les permitan torcer las verdades que puede arrojarles a la cara, si todo sucede como se espera que suceda, la elección venidera. Esta vez un voto sólo equivale a un voto, y será la sencilla suma de éstos a nivel nacional, sin importar de qué lugar de nuestra nación provienen los votos ni cuántos habitantes tiene el circuito electoral de que se trate, la que decidirá quién será nuestro próximo presidente.
Eso debe generarle a Chávez y a sus seguidores mucha angustia, pues cada vez que el poder se ha confrontado a nivel nacional con la oposición en los últimos años, ha tenido mayor peso numérico el voto opositor que el voto oficialista. Así ocurrió –les invito a revisar lo que al respecto dice el CNE- tanto en las regionales como en las legislativas, a lo que hay que añadirle que si en algo han coincidido todas las encuestas serias, que las hay, es en que Capriles sube, mientras que el saliente, baja.
Que haber sido mayoría comprobada en algunas oportunidades, en términos generales, no le haya servido a la oposición como debería haberle servido es otro tema, ya que está a la vista que el oficialismo no sólo altera las normas cuando le conviene, sino además que es un muy mal perdedor, que nunca se “queda con esa” y que hasta es capaz de inventar y articular hasta el más surreal de los absurdos o el más terrible de los abusos sólo para mantener sus cuotas de control. Podemos recordar, como ejemplo, la Alcaldía Metropolitana, que Chávez perdió en buena lid, sólo para luego desconocer la voluntad del pueblo creando y designando, manu militari, una supuesta “autoridad” que no sólo no fue electa por ciudadano alguno, sino que asumió, mejor digamos que usurpó sin consultarle a nadie y sin permiso del pueblo, las competencias y recursos de la Alcaldía Metropolitana, quitándole a Ledezma un liderazgo que se ganó (y que mantiene, pese a las adversidades) a pulso y bien ganado.
Torpe estrategia de Chávez
Es por eso que hemos ya llegado al nivel de bajeza en el que nuestra política se ha sumido en los últimos días, pero no son esas las únicas razones. Son muchos los ejemplos, pero el caso de Juan Carlos Caldera es quizás el más conspicuo. Éste debe llamarnos a la reflexión no sólo por sus implicaciones éticas, que las tiene y que corresponderá en su momento revisar, sino además por lo que revela sin cortapisas:
Chávez necesita con desespero volver a ser quien paute la agenda, especialmente la agenda mediática, pues lleva meses corriendo, sin mucho éxito y sin mayor provecho valga decir, detrás de Capriles. El Presidente, mostrando en ello una torpeza comunicacional que no le es característica, ha sido quizás el mejor y mayor promotor de la candidatura de Capriles, a la que se refiere continuamente no de manera controlada y eficaz a sus propósitos, sino de forma sencillamente reactiva, lo que da cuenta de una debilidad que antes, menester es decirlo, no era visible ni se sentía en el desempeño comunicacional presidencial.
“¿Mosca fuera de ranking?”
Como otrora nos ocurría, y quizás sigue en cierta medida pasando con quienes somos parte de la oposición, que estamos siempre pendientes de qué dice o deja de decir Chávez para afanarnos en sus frases o en sus dislates por días enteros, bailándole el agua y poniéndolo en el centro de la atención nacional continuamente; vemos que ahora el oficialismo es el que no deja de seguirle los pasos al candidato opositor para colocar sobre el tapete de la opinión pública cualquier cosa que Capriles proponga o diga, con la finalidad –que no se ha logrado por cierto- de desprestigiarlo ciertamente, pero obteniendo con ello precisamente lo contrario: Que el pueblo, especialmente el pueblo oficialista (que es el principal usuario del SNMP) conozca a Capriles como protagonista nacional, y que tenga acceso a lo que Capriles en realidad es y propone.
El “águila” Chávez, como lo he leído ya de otros, varias veces, no sólo ha puesto continuamente a la supuesta “mosca fuera de ranking” a su propio nivel, demostrando que Capriles es tan o más “águila” que el presidente, sino que la ha revelado como un contendiente poderoso y articulado contra el que, lo hemos visto, no le queda más que batallar desde la guerra sucia, porque en buena lid, y con base en argumentos, no ha podido ni podrá vencerle.
Caso Caldera y el
tiro por la culata
Se equivoca el Gobierno si cree que después de hacer que sus seguidores conozcan algún hecho, frase o propuesta de Capriles o relativo al movimiento político unitario que lidera, los análisis o tergiversaciones que se hagan después sobre éstos demeritan su oferta. Ocurre todo lo contrario, y la prueba estuvo en la evolución del affaire con Juan Carlos Caldera, que lejos de hacerle creer a la gente que la MUD estaba integrada por una supuesta cuerda de corruptos abusadores lo que logró fue todo lo contrario: Demostrar que a Capriles, a diferencia de Chávez que en estos temas hace mutis, no le tiembla el pulso cuando de luchar contra las fallas de sus colaboradores se trata. Quisieron mostrar oscuridad, y lo que develaron fue luz, mucha y de la buena además. El protagonista, por propia mano, dejó de serlo. Los roles cambiaron
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
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