Aquello que nos han dicho desde niños de que: Debemos pensar antes de hablar, es muy cierto. Hay palabras que causan un daño irreparable, que aunque haya una disculpa de por medio, a veces, se necesita mucho tiempo para olvidar
Hay agresiones verbales, conocidas como maltratos también, que una vez que se profieren pueden terminar causando un daño irreparable a quien van dirigidos. Ese perjuicio aunque en apariencia no deja huella, va causando sentimientos encontrados que van convirtiendo la unión en un nexo destructivo con el que será mejor acabar para que las consecuencias negativas no se hagan sentir.
De igual manera, aunque todavía muchos piensan que un maltrato físico es peor que uno verbal, lo cierto es que el verbo usado con pugnacidad, a veces, ocasiona daños irreparables. Por eso, en las relaciones sentimentales, hablar con los sentimientos en calma resulta un imperativo, para evitar lastimar a la pareja por algo que se convertirá en irrelevante después de que haya pasado la tormenta.
1. Amenazas que se
disfrazan de advertencia
Sobre todo en la vida en pareja, a veces, ignoramos o no le prestamos atención a los ataques verbales, que se manifiestan, por ejemplo, cuando las palabras se convierten en amenazas que se disfrazan de consejos o promesas, pero que van coartando nuestra libertad como individuos, cercándonos, al no poder expresar lo que, en verdad, somos o queremos.
Una amenaza que parece un consejo se presta para agredir verbal y sicológicamente a la pareja cuando carece de una intención no clara, ya que el límite entre, por ejemplo: a) una amenaza; b) un consejo; y c) una promesa, a veces, es difuso (‘no hagas tal cosa porque te puede pasar esto’; si me dejas, no te imaginas como terminarás). Sólo el contexto nos podrá dar claves para descifrar cuál de las tres opciones corresponde a lo que en verdad quiso decir el interlocutor.
Asimismo, en la vida conyugal, una discusión puede conducir a una separación, en la que los miembros de ese vínculo terminen sumamente afectados emocionalmente, porque el lenguaje cargado de sentimientos negativos nubla la capacidad de reflexión. En este estado, en que domina el descontrol es muy fácil que se den agresiones verbales que para repararlas se necesite hacer mucho más que prometer que aquello no volverá a ocurrir.
Por consiguiente, evitar decir algo indebido e innecesario es oportuno antes que pedir disculpas por palabras que han lastimado a la pareja y que, a veces, se hace difícil reparar o volver atrás para remediar la situación.
Con base en lo anterior, siempre será mejor a la hora de abordar los problemas en la unión matrimonial, hacerlo calmados, ya que las emociones controladas nos permiten razonar. Ese estado nos proporciona la claridad para encontrar soluciones a los conflictos, que es la meta cuando hay una discusión, en vez de girar en torno al problema sin ir a la raíz del mismo, creando asperezas y resentimientos, por lo que los conflictos se crecen en vez de desaparecer. Esto, en definitiva, es lo que causa una separación.
2. Uno a uno es mejor
Por ende, si hay un equilibrio en las palabras; en las acciones lo habrá también, al igual que muchas posibilidades de abordar los problemas, que se deberán tratar uno a uno en vez de todos a la vez, porque la reparación del daño es mayor, por lo que habrá que esforzarse más para que la situación vuelva a la normalidad, se restaure el respeto y la valoración por el otro.
De igual modo, en el momento en que se solucione una de tantas cosas que nos molestan, es posible que el resto se desinflen cuando pierdan importancia, porque lo más importante es el sentimiento que nos ha llevado a hacer una vida en común con ese compañero sentimental más que un conflicto al que pronto le hallaremos una solución.
A lo anterior se suma que siempre que exista amor habrá también la posibilidad de encontrar una salida a cualquier situación que esté afectando a uno de los miembros en la relación, pero, además del amor, el respeto por el otro nunca debe faltar. Y la valoración por el compañero sentimental estará al lado de respetar la imagen del cónyuge, que conocemos como la valoración que se tiene de sí mismo y que los demás tienen de una persona.
En definitiva, el lenguaje es una forma de acción y también de reacción. A través del mismo, en una relación sentimental, podemos vivir en armonía o en una batalla campal.
Si preferimos batallar, haremos que ese vínculo más temprano que tarde llegue a su fin, dejando resentimientos y heridas que, a veces, necesitan mucho tiempo para sanarse, así que aquel dicho que reza que las palabras se las lleva el viento no es cierto, porque al decir algo ya habremos hecho o deshecho bastante, según cómo hayan sido las palabras; para construir o destruir.
Para concluir, las relaciones sanas se diferencian de las que no lo son en que lo que molesta, incomoda o crea resquemor se trata con el fin de solucionarlo. Las parejas de vínculos sanos saben cómo comunicarse para llegar a acuerdos que beneficien a ambos por igual.
De igual manera, cuando existe amor se debe evitar agredir al otro para dar muestras certeras de que sentimos esa emoción. Se debe, además, aprender a comunicar lo que perturba para buscar una manera de que la confianza vuelva y el vínculo se fortalezca una vez que cada uno tiene conciencia de lo que espera el otro miembro de la relación conyugal para cumplir con las expectativas que todos nos hacemos cuando estamos en un nexo sentimental.
Las palabras
no se separan
de las acciones
Aquello que nos han dicho desde niños de que: Debemos pensar antes de hablar, es muy cierto. Hay palabras que causan un daño irreparable, que aunque haya una disculpa de por medio, a veces, se necesita mucho tiempo para olvidar, y por ende superar un insulto proferido en un momento de rabia o descontrol.
En una relación conyugal es necesario cuidar el lenguaje. Cada palabra es una forma de acción y por ello tiene una consecuencia. Si es positiva, es para bien. Negativa, en cambio, daña, ofende, degrada y destruye, así que antes de pedir perdón por una agresión es mejor evitar proferir cualquier insulto que luego nos pese.
La Voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas
isabelrivero70@hotmail.com