Una sociedad debe entender que para llegar a un proceso de paz se requieren una serie de pre y requisitos. Debe internalizar que la paz implica un transacción, intercambio, perdón de las partes, respetando el dolor de cada uno de los sectores que han sido víctimas del conflicto armado
En nuestra vecina hermana República de Colombia se dan los primeros pasos para buscar la anhelada paz en ese país y que podría significar el abandono de la lucha armada por parte de las corrientes que tomaron esta vía para dirimir sus diferencias y aspirar un determinado sistema de gobierno y justicia social.
Creo sano dejar por sentado que respeto a plenitud la soberanía del pueblo colombiano para utilizar el método que consideren más idóneo para alcanzar sus objetivos políticos. Simplemente, quisiera compartir algunas ideas que, como buenos vecinos de Colombia nos atañe a todos y que pueden servir para enriquecer la multifacética visión que implica un proceso de paz como el planteado en esa nación. Adicionalmente, este hecho –de seguro- nos ofrecerá herramientas para nuestro crecimiento personal como ciudadanos y ciudadanas.
Recientemente, el pasado 19 de septiembre, el presidente Santos reconocía que “es un primer paso (el proceso de paz). Lo difícil está por venir, todos estamos conscientes de eso, por eso no queremos generar demasiadas expectativas (…) tenemos toda la determinación para vencer los obstáculos, los problemas y ojalá llegar a ese acuerdo final que terminaría el conflicto de forma definitiva”, según reseña El Espectador.
Ahora bien, una sociedad debe entender que para llegar a un proceso de paz se requieren una serie de pre y requisitos. Debe internalizar que la paz implica un transacción, intercambio, perdón de las partes, respetando el dolor de cada uno de los sectores que han sido víctimas del conflicto armado. La disposición del Jefe del Estado colombiano se muestra sólida. El reto es que los actores involucrados en el proceso, sean institucionales o no, sopesen todas las variables con alguna flexibilidad.
Por ejemplo, hay que tener cuidado con el transfondo esgrimido por pseudos “organizaciones de derechos humanos” que no les conviene la paz y que son camuflaje de intereses imperiales, que dicen que las iniciativas de paz no deberían implicar la renuncia a la búsqueda de justicia; que se debe garantizar juicio a todos los autores de delitos de lesa humanidad; que el pueblo no está dispuesto a ofrecer amnistía, ni indulto ni Ley de Punto Final.
Otra variable es la legislación internacional, el sistema internacional, a los que están sujetos la mayoría de los países del mundo. Y como todos sabemos, por experiencia propia aquí en Venezuela, el sistema judicial supranacional no está exento de la influencia imperial. Caso CIDH.
Afortunadamente, ya algunos importantes políticos colombianos están conscientes que la justicia transicional permite espacios para la impunidad porque es parte del costo de la paz. Asumir esta postura es valiente, sincera, pero sobretodo inteligente. Lo contrario es continuar con un espiral que nunca terminará y no se logrará la paz.
Miguel Pérez Abad