Estamos a las puertas de la victoria popular más importante de la historia contemporánea de Venezuela. No exagero. Llegamos a estar cerca del punto sin regreso que consolidaría a este régimen, comunistoide a la cubana, y prolongaría hasta el infinito el mandato presidencial de Hugo Chávez. No ha sido así.
De las entrañas de esta tierra de mística telúrica nació la fuerza para impedirlo e impulsar el cambio irreversible que necesitamos para bien de nosotros mismos y para serenidad del continente y buena parte del mundo. El No Volverán que pretendía ser amenaza perpetua para los sectores democráticos, hoy se corea con la mirada fija en los responsables del desastre actual.
La gente encontró el camino señalado por la alternativa democrática. El próximo domingo la victoria será tan determinante a favor de Henrique Capriles Radonski, que ninguna trampa, amenaza o acción desesperada podrá impedirla.
Ni siquiera la parcialización de un Consejo Nacional Electoral, exceptuando al solitario rector Vicente Díaz, que parece una oficina pública más al servicio del continuismo podrá desnaturalizar el triunfo de una nación destinada a reconquistar su libertad plena.
Capriles tiene un mérito que será recogido generosamente en los anales electorales de América Latina. Se fajó duro y sin tregua. No descendió a los planos vulgares y peligrosos del adversario. La campaña ha sido de altura, de comunicación directa con la gente, respondiendo agresiones con elegancia y contundencia y planteando las líneas generales de lo que será un gobierno desprovisto de sectarismos excluyentes y frontal contra vicios y corruptelas.
Rectitud, honradez, eficacia y coraje para romper con las penosas desviaciones del pasado y los horrores de un presente convertido en lo peor del pasado. Capriles tiene gente para ganar y gente para gobernar.
Esta nota estaría incompleta sin mencionar el factor unidad alcanzado en todos los sectores políticos, económicos y sociales, incluyendo los religiosos y militares. Unidad dinámica y diferenciada, pero necesaria para que la esperanza actual no se frustre y pueda concretarse.
Oswaldo Álvarez Paz