En un momento en el cual, por razones obvias, todos los venezolanos estamos sensibles ante los procesos políticos que generan cambios en las naciones, queremos recordar una figura universalmente admirada y de referencia imprescindible en el mundo entero cuando se habla de estos temas: Nelson Mandela.
El Premio Nobel de la Paz 1993, que se erigió como símbolo del perdón más honesto y sincero en respuesta a décadas de atropello contra su persona y su gente, fue la amalgama para que una nación enfrentada pudiera hacer las paces definitivamente.
El Apartheid de Suráfrica, la adversa condición de vida que debió enfrentar este gigantesco héroe junto a los suyos, es apenas una de tantas lamentables taras que ha padecido -y padece- la humanidad a lo largo de su historia.
Mandela fue un rebelde, un inconforme. Los poderosos de entonces hicieron leyes a su medida que este visionario no aceptó. Defendió a su gente, protestó y se volvió peligroso por lo cual fue encarcelado. Permaneció encerrado la barbaridad de 27 años. Es increíble que un ser humano que haya padecido una vivencia tan extrema, pueda haber desterrado el odio de su alma.
Tras las rejas, se volvió una personalidad, un ícono. El mundo entero siguió con interés su suerte, presionó por una medida humanitaria a su favor y resultó para su nación una referencia, más aún que si estuviera libre.
Su salida de la cárcel coincidió con el quiebre del sistema que lo había encerrado, y salió tan crecido que alcanzó la primera magistratura de su patria en las primeras elecciones libres y universales de aquella latitud.
Y ahí fue donde se vio el milagro: Mandela no odió. Comprendió su responsabilidad de estadista, y más allá de la misma, era una convicción personal el perdón, el olvido y la reconciliación. Una misión más grande que cualquier hombre.
Utilizó su gran pasión para sanar la profunda herida de aquella sociedad. El rugby. Un deporte que había sido símbolo de segregación, porque solamente podía ser practicado por los blancos. Un deporte que se filtró a las clases populares, que lo adoptaron como suyo con pasión y talento.
La visión de Mandela consiguió el punto de encuentro entre los dos sectores de la fracturada Suráfrica. Y le dio al gentilicio un propósito común. La misión de llevar a su nación el Mundial de Rugby apasionó a todos, de una manera que no hubiera sido imaginable muy pocos años atrás.
Esa es la fórmula Mandela: la perseverancia, la tenacidad, el compromiso con los principios, inflexibilidad ante las distracciones del camino. El perdón, la integración, el acercamiento, la identificación de lo que une, de los propósitos comunes, de lo que hermana. En el caso que hemos relatado hoy fue el rugby; pero cada comunidad, cada colectivo, puede identificar tanto lo que los une como lo que los separa. Es responsabilidad del liderazgo consciente apuntalar lo que lunes.
No es fácil, no es común ver a un hombre como Nelson Mandela por el mundo. Sin embargo, existe y está ahí como referencia, no solamente para dirigentes y personas con responsabilidades de conducción de colectivos, sino también para cada ser humano, porque los países grandes son la suma de la grandeza de cada uno de sus ciudadanos. Y la alta talla ética y moral de los líderes inspira a sus seguidores. Es una tarea para ellos hacer lo imposible por alcanzarla.
EXAMEN DE CONCIENCIA
En estas horas previas a los comicios presidenciales, nos toca, como es costumbre, apartarnos y hacer un examen de conciencia. Ya conocimos las propuestas y opciones que nos brindan los candidatos. Todos estamos tan informados como nos guste estarlo en esta sociedad de hiperinformación.
Algunos ya tenían su decisión tomada desde hace rato. Otros tantos quizá esperen hasta última hora para decidirse. Son momentos para conversar con familiares, amigos y vecinos, para intercambiar con nuestro entorno y para sentirnos acompañados por ellos.
Lo importante es llegar frente al tarjetón con las vivencias de estos meses procesadas, revisadas, clasificadas y bien presentes para sacar de ellas las conclusiones pertinentes. Y votar de acuerdo a nuestra conciencia.
IGLESIA Y ELECCIONES
La Conferencia Episcopal Venezolana realizó esta semana un llamado a la conciencia de los venezolanos a ejercer su derecho de votar para sentir que «con su voto está contribuyendo a construir una sociedad justa, libre y democrática».
Según Monseñor, Diego Padrón, su presidente, el que vota «se siente importante como persona; refuerza nuestra dignidad, estamos llamados a construir nuestra libertad ciudadana y nuestro compromiso solidario con el país que queremos, en el que hemos nacido o en el que hemos elegido para vivir, es un acto de amor a la patria». No solamente se trata pues de un acto cívico o ciudadano: revisemos las elevadas implicaciones espirituales que tiene el hecho de acudir a las urnas electorales y otorguémosle valor también en ese sentido.
EN CONTACTO
David Uzcátegui
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