Los 100 años del sueco August Strindberg se recuerdan con ambicioso espectáculo teatral de José Jesús González
“Es una pieza que tiene mucho de misoginia u odio exacerbado hacia la mujer. Su autor es catalogado como misógino, esquizofrénico y paranoide”
Será durante el próximo noviembre cuando en el Celarg se realice la segunda temporada de “El pelicano”, creativo y trasgresor montaje de José Jesús González con esa controversial pieza de August Strindberg. Ahí participan exhibiendo mucho solvencia los comediantes Marcos Alcalá, Rafael Nieves, Mariana Calderón y Lucila Davanzo; Franklin Bonilla y Alfredo Campos son responsables del vestuario y la producción general está cubierta por Carlos Torres, Emilia Rojas y Wulliams Castellano para la agrupación Teatro del Encuentro y CT Producciones.
Odio a las mujeres
El director González (Coro, 1978), quien realizó sus intensos procesos formativos y su carrera profesional entre Trujillo, Maracay y Caracas, explica que Strindberg es un dramaturgo al que estudió y releyó en la Escuela de Artes de la UCV y la Escuela Juana Sujo, “de eso hace ya más de 15 años”. Es un escritor apasionante porque “es el padre del teatro psicológico, del drama moderno y del expresionismo abstracto. Me interesaba hablar sobre el poder, las mentiras, la injusticia y la corrupción, y en este texto él los agrupa perfectamente dentro de una institución tan importante como es la familia, sumado al hecho que durante este 2012 se conmemoran los 100 años de su muerte”.
Subraya que quiso hacerle un homenaje decodificando, los símbolos, los textos y subtextos de “El pelicano”, uno de los más representativo de su dramaturgia. “Reuní a los actores, quienes poco a poco fueron llegando como espectros, como duendes. Lucila , Mariana, Rafael y Marco así como el gran apoyo del equipo de producción y los vestuaristas y el productor general Carlos Torres, quien debutó como productor cuando dirigí en el 2010 el espectáculo “Bodas de sangre” con Flor Núñez. Este equipo ha sido un pilar fundamental porque cree en mí. Para que un espectáculo funcione hay que trabajar con personas que crean en tus ideas, en tu trabajo, en tu estética”.
-¿Esta pieza es extrañamente misógina?
-Indudablemente que es una pieza que tiene mucho de misoginia u odio exacerbado hacia la mujer. Su autor es catalogado como misógino, esquizofrénico y paranoide; eso lo reafirmo como director, pues en la puesta en escena, entremezclando códigos en el personaje de Axel que lo interpreta Marco Alcalá, un militar que, así como el personaje de Frederick, tiene mucho de Strindberg. En su época, Strindberg fue perseguido por los movimientos feministas, estuvo casado tres veces con muy malas experiencias en la convivencia, tal vez reflejo de la historia de su propia familia; de padre comerciante, autoritario y cerrado, y madre extremadamente religiosa que trabajó como criada. De allí la importancia de todo el trabajo dramatúrgico del autor.
Anacronismos
-¿Introduce una nevera roja (la puerta, solamente) en el espectáculo, teniendo en cuenta su anacronismo, pues la pieza está ambientada entre finales del siglo XIX y principios del XX? ¿No teme que tal detalle “ensucie” el trabajo global del espectáculo?
-La nevera como elemento escenográfico fue deliberadamente pensada, es un símbolo, un elemento integrador. Me gusta trabajar con el minimalismo en la escena, con la escena pulcra; aquí la nevera se transforma es escaparate, es puerta, es chimenea, es ventana, es purgatorio para quemar los pecados y pasiones de estos personajes tan complejos; la nevera encarna la conservación, la diversidad y el hecho de que este elemento escenográfico esté vacío por dentro, representa la carencia de los alimentos en ese hogar. No es un montaje ajustado a la época, es atemporal; se percibe en el espacio vacío, blanco y frio como la parte interna de esa nevera y en la fusión del vestuario (que entremezcla lo clásico con lo contemporáneo).
Lo apasionante que tiene el teatro es que se reinventa, que tiene códigos que el público poco a poco en el espectáculo tiene que descubrir; la puesta está enmarcada en un simbolismo con toques expresionistas. No soy muy amante de puestas en escena realistas ni naturalistas; no me interesa el realismo en escena, para mi el teatro es reinventar el texto, poetizarlo.
En este sentido no es un elemento anacrónico, pues la nevera es un elemento cercano a las personas, que diariamente utilizamos, y el cual ya es parte de la cotidianidad. Es tanto así que el público de la esquina de Cipreses, donde iniciamos la temporada 2012, lo deduce perfectamente reaccionando de una forma sorprendente, atentos, a la expectativa, llenando la platea y con muchísimos aplausos de pie. Estoy agradecido de esa audiencia maravillosa, lo me hizo recordar lo que me decía mi maestro Isaac Chocrón: “el público del Teatro Nacional es un gran termómetro para el futuro de un espectáculo”.
Míseras bajezas
-¿Cómo trabajó los actores y qué pasará con el montaje?
-Fue un trabajo arduo de casi tres meses, investigando al autor, entremezclando la biografía del autor del “Hijo de la sirvienta”, su gran novela, con los personajes de “El pelicano”. Fue tarea enriquecedora, basada en fortalecer el trabajo actoral, con la fuerza de los textos y subtextos sujetos al polimorfismo propio de cada uno de sus personajes. Así ahondamos en las míseras bajezas de las que el ser humano es capaz como: el erotismo, la misoginia, la corrupción, el poder. El equipo del Festival Nacional de Teatro de Caracas vio el espectáculo y nos invito a participar en dicho festival; estamos en espera de otra sala para una nueva temporada y ya hemos introducido peticiones para eventos internacionales en Ecuador, Argentina y Colombia y estamos esperando las respuestas.
Controversial obra
Para el director González, “El pelicano” es la saga de una madre consagrada a sus hijos. El título es un sarcasmo, porque se dice que esa ave alimenta a sus crías con la comida almacenada en su estómago, les proporciona de alimento la sangre de su pecho y se sacrifica por ellos.
Reitera que nosotros los seres humanos somos frágiles, de allí la importancia de la figura materna ya que sin ella tenemos una muerte segura. Pero si esta figura existe y nos alimenta indebidamente, toma nuestra sangre, nuestros sueños, nuestros derechos, nuestros deseos, nuestra confianza, nuestra historia y además abusa de un poder que como hijos nos pertenece, el deterioro es irreparable.
El montaje es intimista, basado en el trabajo actoral, en la fuerza de los textos y subtextos sujetos al polimorfismo propio de cada uno de sus personajes, que ahondan en las míseras bajezas del ser humano, pues así somos: ni buenos ni malos; las situaciones definen lo que seremos, utilizando la escena con toques expresionistas y atemporal, como son las grandes pasiones
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Edgard Antonio Moreno Uribe
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