No era el «socialismo» sino el miedo la parte esencial de la mercancía electoral vendida por el oficialismo. No era «conquistar el el futuro» sino conservar lo que de conservable tenga el presente, lo que Chávez como símbolo político representaba y representa. Debe ser por situaciones como esta, frecuentes al parecer en nuestra historia, que se alude en nuestro himno nacional a «el vil egoísmo otra vez triunfó». En efecto, así fue, al menos «por ahora»…
I
El pasado domingo 7 casi ocho millones de venezolanos votaron por el mensaje del Presidente Chávez. Y, como nos consta a todos, ese mensaje NO ERA el de la fulana propuesta «socialista». Muy por el contrario: la prédica reeleccionista estuvo marcada por un sello eminentemente conservador.
II
«Si gana la ultraderecha te quitarán las misiones», clamaba en todos los tonos posibles el megáfono oficialista. «Si gana Capriles te quitarán los médicos cubanos», amenazaba mas que advertía el discurso oficial. «Si gana la oposición van a acabar con las misiones educativas», planteaba -con énfasis extorsivo- el alegato electoral reeleccionista. A los empleados público el planteamiento fue brutal y falso, pero efectivo: «Si gana Capriles todos perderemos nuestro empleo», decían los jefes. En su afán de impedir el cambio, el discurso gobiernero no vaciló incluso en usar el terror como instrumento electoral, y así vimos al candidato-presidente diciendo que si su adversario ganaba el país se vería envuelto, nada mas y nada menos, en una guerra civil.
III
Si a todo esto añadimos el reconocimiento tardío de los severos problemas de eficiencia que aquejaron a sus catorce anteriores años de gobierno, tendremos que el mensaje victorioso del presidente reelecto se puede sintetizar de la siguiente manera: «Si te arriesgas al cambio pierdes lo que tienes. Que puede ser poco, pero es lo que tienes. Mi gobierno puede ser ineficiente, pero te ha dado eso poco que un cambio te pudiera quitar. En pocas palabras, más vale malo conocido que bueno por conocer».
IV
Muy lejos, pues, el núcleo de la ganadora oferta oficialista del ropaje «ideológico» que hoy quieren ponerle. No era el «socialismo» sino el miedo la parte esencial de la mercancía electoral vendida por el oficialismo. No era «conquistar el el futuro» sino conservar lo que de conservable tenga el presente, lo que Chávez como símbolo político representaba y representa. Debe ser por situaciones como esta, frecuentes al parecer en nuestra historia, que se alude en nuestro himno nacional a «el vil egoísmo otra vez triunfó». En efecto, así fue, al menos «por ahora»…
V
A pesar de todo lo anterior, el cambio avanzó. No solo porque la cantidad de votantes que se atrevieron a enfrentar al proyecto autoritario creció en mas de dos millones de personas, mientras la votación oficialista creció solo unos pocos cientos de miles. No solo porque el voto opositor creció en todos los estados, mientras que el voto oficialista crecio solo en algunos. Ademas de todos estos importantes datos cuantitativos se puede afirmar hoy que el pasado 7 de Octubre «el cambio avanzó» porque por fin con Capriles la propuesta opositora no expresaba «nostalgia por el pasado», sino decisión y vocación de cambio. No es esto especulación nuestra, o análisis político de terceros. En realidad, son palabras textuales, compromiso expreso de Henrique Capriles: «Yo soy la continuidad del proceso de cambio, frente a una clase dirigente enferma de poder», dijo en la clausura de su campaña caraqueña en aquella Avenida Bolívar rebosante de gente y fe.
VI
Fe y gente que es nuevamente convocada por Capriles, ya no candidato sino líder de la alternativa democrática en Venezuela, por soberana decision de 6 millones y medio de venezolanos, pues el cambio que representa Capriles se expresó incluso en la forma de asumir los resultados electorales: «Aqui no hay pueblo derrotado», dijo. «Yo perdí, pero gracias a Uds. todos avanzamos. Ya no somos miles y miles y miles, ahora somos millones y millones, el 45 por ciento de la nación, la mitad del país». Para esa mitad del país el 7 de octubre no es «el final de nada», sino la continuidad de una lucha.
VII
Y tiene razón el nuevo líder de la alternativa democrática en Venezuela. No hay punto y final, sino punto y seguido: En 2008 el cambio logró vencer en los estados y ciudades mas poblados de todo el pais; En 2010 el cambio logró capitalizar 52% del voto popular en las elecciones parlamentarias; En 2012 la alternativa del cambio sumo mas de dos millones de nuevas voluntades. El camino de futuras y definitivas victorias no solo existe, sino que está claramente iluminado por estas certezas.
VIII
¿Qué será entonces lo que falta para que tales victorias se concreten? No tenemos la menor duda: incorporar de manera preferente a las mayorías empobrecidas del país a la lucha por el cambio es vital para que tales mayorías perciban ese cambio como una esperanza y no como una amenaza o una fuente de incertidumbre.
IX
No se trata de «explicarle» a los pobres una historia que no han entendido. Se trata de que quienes cuentan la historia tienen que entender que si en su narrativa los pobres (sus necesidades, sus aspiraciones, su imaginario, su identidad) no ocupan un lugar privilegiado, tal narrativa podrá ser hermosa o épica, pero no victoriosa. Porque «narrativa» no es «un cuento bien echado», sino el guión de la acción. Es decir: mas que «narrar una historia» en la que los pobres tengamos un papel destacado, se trata de vivir la historia codo a codo con esas mayorías empobrecidas, siendo solidarios con sus luchas, celebrando sus logros cuando existan y curando las heridas cuando aparezcan. Y hacerlo siempre, SIEMPRE, porque los pobres existimos no solo en época electoral.
X
Ese es EL CAMINO. Ahora hay que tener el valor de transitarlo!
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