Gobernación de Miranda hizo aporte a joven madre, para tratar el caso del travieso Damilton en Colombia
Antes de ser padres no sabemos hasta dónde podemos llegar para garantizar el bienestar de alguien cuya salud nos parece más importante que la de nosotros, los hijos. Dallys Arroyo movió cielo y tierra desde Ocumare del Tuy para descubrir qué tenía su hijo Damilton Salazar, encontrar el tratamiento y conseguir los medios para aplicárselo, aunque era fuera del país.
Su preocupación comenzó en el Hospital de El Llanito, donde le aseguraban que su hijo de 8 años había culminado con éxito su proceso de recuperación de una infección en el pie y que los exámenes estaban bien, “pero yo veía que no estaba bien porque los dedos le quedaron en garra. Así comenzó mi viacrucis, que pasó por el Hospital de Niños y el Hospital Ortopédico Infantil, donde me asomaron la posibilidad de un problema genético. Cada día estaba más preocupada porque ya no eran sólo los dedos sino que estaba afectado hasta el tobillo”, cuenta Dallys.
Nuevos análisis
En una consulta dermatológica en el Hospital Vargas le solicitaron, luego de nuevos exámenes, una biopsia para descartar una Esclerodemia Lineal Localizada, patología autoinmune, degenerativa de la piel y poco común a nivel mundial. Los resultados lo confirmaron. “Sabiendo eso mi preocupación era saber si eso tenía cura, porque nadie me daba una explicación clara, así que empecé a investigar en internet y eso fue peor porque se ven casos muy fuertes”.
A los 2 años
“Con mi hijo todo empezó cuando tenía dos años, con una mancha blanca en el pie que tratábamos con cremas. Al diagnosticarlo correctamente, Damilton comenzó el tratamiento con vacunas, esteroides y quimioterapia. Bastó que nos dijeran que tenía Esclerodermia y que lo comenzáramos a tratar para que eso lo invadiera, se le aceleró y comenzó a enfermarse; en un lapso de 10 meses lo tuve que llevar a neumonólogos, alergólogos, nutricionistas y otra serie de especialistas”, relata.
Desesperada por encontrar una mejor respuesta, a Dallys le recomiendan llevar a su hijo hasta Colombia para que le apliquen Fototerapia ya que allá cuentan con las técnicas para tratar la enfermedad que padecía. En total entre tratamiento y consultas eran cerca de mil dólares, sin contar la estadía y traslados en Bogotá.
“Fui a todos los ministerios y me dijeron que si no era en el país lastimosamente no me podían colaborar. Estaba desesperada, fui a Miraflores y me respondieron de la misma manera, no me dejaron ni siquiera pasar, el recepcionista me dijo: si no es en Venezuela o Cuba, no va, no te molestes en dejarme copia porque lo van a rechazar”. Eso fue un golpe duro para Dallys pues no contaba con los recursos.
Sin embargo, como dice el dicho: cuando alguna puerta se cierra, otra se abre. Ese fue el caso de su acceso a la Gobernación de Miranda. Para completar un proyecto que desarrollaba en una escuela de la región como parte de la Misión Ribas, a la cual pertenece, solicitó al Gobierno mirandino una donación de materiales que llegó rápidamente.
Luego recibió la noticia de que los niños que iban bien en los estudios obtendrían unas computadoras e hizo la solicitud para que su hijo mayor optara por una. “Cuando me llamaron de la Gobernación para que fuera a buscarla, Dios me puso ese sentir para explicarles en ese momento la situación de Damilton, porque tenía el presupuesto pero por falta de recursos no había podido hacer nada”.
Allí todo empezó a mejorar, la Gobernación le donó una parte del dinero necesario para el tratamiento, otro ente dedicado a la atención de niños le donó los pasajes a Colombia, y por medios privados también recibió otros aportes para completar el monto requerido. Además, mientras está en Venezuela, el Seguro Social y otras instituciones y centros médicos asistenciales los apoyan con las consultas y medicamentos. El cambio en Damilton se notó a las primeras 10 sesiones, diarias y en dosis altas.
“No me preguntaron si soy chavista ni de qué color soy. Yo doy mi vida por mis hijos y a las personas que se portan bien con ellos les estoy agradecida infinitamente, no por un momento sino para toda la vida, así ellos crezcan o yo esté viejita, eso va a estar siempre ahí, porque hay muchos niños que no están enterados todavía de que tienen esta enfermedad y en el país esto no es conocido, por eso no me pregunto ‘¿por qué mi hijo?’ sino ‘¿para qué?’ porque sé que a través de él muchos van a descubrir qué tienen y conseguiremos tratarlos aquí mismo. Por eso quiero crear una fundación”.
Prensa / Miranda