En el tiempo transcurrido, querámoslo o no, no hemos sido capaces de lograr un crecimiento verdadero y sostenible, sino el circunstancial debido a los altos desembolsos inflacionarios por parte del Estado
Ya el petróleo como fuente de financiamiento para el crecimiento del país quedó atrás, porque esa posibilidad se distanció en el tiempo, aparte de que perdimos la oportunidad de lograrlo con los inmensos ingresos que de haber sido debidamente aplicados, nos hubieran permitido convertirnos en una potencia. Pero esa es otra historia. Hay que comenzar de nuevo. ¿Pero cómo?
En el tiempo transcurrido, querámoslo o no, no hemos sido capaces de lograr un crecimiento verdadero y sostenible, sino el circunstancial debido a los altos desembolsos inflacionarios por parte del Estado, unidos a un inmenso deterioro de todo en el país, tanto para lo estatal como lo privado: infraestructura, productividad, capacidad instalada, recursos humanos y financieros, seguridad jurídica y legislación, entre otros. Ni hablar de lo moral.
El cuadro existente no se asemeja a ninguno de los que hubiéramos podido conocer, vivir y encarar en el pasado, sino en el muy remoto y sin la «revolución de las expectativas crecientes». Hace falta un enfoque que atienda, no a que tengamos que recuperar el país, sino a que tenemos que reconstruirlo totalmente y adecuarlo para un nuevo desenlace que debemos diseñar en forma totalmente distinta a la que hayamos aplicado en el pasado, para que sea adecuado para el progreso. Primero, porque ya no tenemos los recursos financieros y humanos, ni inmediatos ni al apremiante corto plazo que requeriremos; segundo, porque no se trata simplemente que reabrir la fuente de riqueza como si no hubiera pasado nada (la fuente no tiene los productos que necesitamos y no hay como mantener lo que la reemplaza en la actualidad); tercero, hay una urgencia extrema en el salto hacia adelante indispensable para tratar de reincorporarnos al mundo y recuperar, hasta donde se pueda, las posiciones perdidas; cuarto, el modus operandi en el país es extremadamente complicado para permitir acciones y resultado rápidos y efectivos; quinto, la institucionalidad del país está destrozada. Es solo una muestra.
Lo urgente: el Desarrollo Humano que se puede lograr con educación, salud, trabajo y seguridad, (unidos a la honestidad de los dirigentes) responsabilidad principal del estado y a las cuales debe dedicar todo su esfuerzo. Para lograrlo, a la luz de la realidad actual, el Estado debe desentenderse de todo aquello que pueda hacer un tercero. Con los fondos y la gente de que disponga, podrá dedicarse a lo que le es intrínseco e indeclinable y, declinando el manejo de tanta institución o empresa del Estado dirigida ineficientemente, además de mejorar su rendimiento, se estaría reduciendo la tentación y la posibilidad de malversación y la eterna tentación de corrupción. Este enfoque, unido a la creación de condiciones apropiadas y sencillas para la acción privada, abriría la posibilidad para incorporar el país a un ritmo de progreso que permitiera un crecimiento acelerado para el mejoramiento de las condiciones de vida.
Alejemos las fantasías de nacionalismo y socialismo que nos han mareado tantas veces y por tanto tiempo. Permitamos que los platos rotos de la acción privada los paguen los privados y no el Estado y los habitantes. No hablemos más de socialismo, imperialismo, burguesía, comunismo o liberalismo. Seamos originales: hablemos de progreso, Desarrollo Humano, honestidad y de ayuda temporal al necesitado.
Odoardo León Ponte