Los resultados electorales y el triunfo de Chávez en la contienda no han sido sorpresivos. Habían sido anunciados, durante varios meses, por las encuestadoras. Pero lo que sí puede considerarse llamativo es que un gobierno con una erosión tan fuerte de sus bases de apoyo, como consecuencia de la ineficiencia y el burocratismo, haya conservado tan importante caudal de votos.
Ahora bien, en medio de la borrasca de porcentajes y expectativas puede pasar inadvertido lo más importante: el significado social y político del 7 de octubre. En primer término, representa un claro punto de inflexión en lo que se refiere a la progresiva consolidación de la hegemonía de los sectores populares. Al mismo tiempo, se hecho más pronunciada la aceptación general del modelo sociedad vigente, cuyos rasgos estructurales más importantes son: economía mixta, redistribución del ingreso, poder comunal y separación del dispositivo geopolítico estadounidense. Esta aceptación de los parámetros del modelo señalado se da independientemente del malestar que genera la mala gestión y de las críticas a los estilos y formas de gobernar.
Quiérase o no, el modelo ha sido reafirmado por una mayoría electoral holgada, producto de un acto democrático incuestionable. No es una imposición totalitaria. Pero sobre todo, los valores y formas de pensar que lo sustentan se han extendido como una mancha de aceite en todo el cuerpo de la sociedad, hasta el punto que el planteamiento de campaña de Henrique Capriles los recogía y los aceptaba como ineludibles. Esto sucede en la historia cuando determinadas ideas se hacen predominantes.
El 7 de octubre tiene también otro significado: importantes sectores populares y medios, que comparten el modelo, no votaron por Chávez. Mucho se hurgará al respecto. Pero es indudable que la ineficiencia obstruye los canales de distribución de la riqueza (los servicios públicos, como electricidad, escuelas, policías, etc.), empuja hacia su privatización e incrementa las desigualdades sociales. Del mismo modo, el sectarismo y la prepotencia ahuyentan respaldos y simpatías.
Hay que destacar, igualmente, que Chávez gana las elecciones con una promesa de continuidad y cambio: “seré mejor presidente”. Esta oferta facilitó su triunfo. Es el retorno de “las tres R”. Pero en este nuevo mandato le corresponde especificar su significado. ¿En qué áreas se rectificará? ¿Cuáles son los límites del sector privado y el público en nuestra economía mixta? ¿Cómo se impulsará, de manera plural, el poder comunal? ¿Cómo nos integraremos al Mercosur? En fin, un programa que convoque un plus, por encima del 55.11%.
Por su parte, la oposición también ha venido evolucionando. Capriles Radonski, al reconocer el triunfo de Chávez sin recusar el proceso electoral ha dado un nuevo paso en la creación de una opción política en el marco del sistema vigente. Ya antes había innovado al asumir las misiones, que era una forma de aceptar la lógica popular del modelo. Con el tiempo, la oposición puede convertirse en una alternativa que no signifique una ruptura. Por lo demás, cuenta con un caudal electoral enorme. Así que nada gana si asume una actitud pesimista. Las elecciones de gobernadores son una oportunidad, porque en la mayoría de los estados puntean sus candidatos. En las mismas encuestas que daban ganador a Chávez.
Leopoldo Puchi