Desde los discursos, el de los rebeldes de que son la respuesta a la violencia del Estado y el del gobierno destacando que en América Latina la izquierda ha encontrado espacio vía electoral, hasta la forma de encarar a la prensa, ambos bandos mostraron la enorme brecha que los separa
El general colombiano Jorge Enrique Mora, a la derecha, y el negociador colombiano Sergio Jaramillo durante una conferencia de prensa en el Hotel Hurdalsjoen.
Los rebeldes de las FARC Jesús Santrich, a la izquierda, e Iván Márquez asisten como negociadores de la guerrilla a la conferencia de prensa.
HURDAL, Noruega. Al presentar el jueves el inicio de sus diálogos de paz, los negociadores del gobierno del presidente Juan Manuel Santos y de las FARC dejaron en evidencia las divergencias que han tenido a Colombia sumergida en casi 50 años de conflicto al que ahora aseguran querer ponerle fin.
Desde los discursos, el de los rebeldes de que son la respuesta a la violencia del Estado y el del gobierno destacando que en América Latina la izquierda ha encontrado espacio vía electoral, hasta la forma de encarar a la prensa, ambos bandos mostraron la enorme brecha que los separa.
A pesar de todo, ambos dijeron estar dispuestos a encontrar caminos para acabar con el conflicto.
El de la jornada fue el inicio del cuarto intento de paz desde la primera negociación en los años 80.
Tras casi tres horas, entre discursos y dos ruedas de prensa separadas de los negociadores del gobierno primero y los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) después, los delegados dijeron que regresarán de inmediato a Cuba y Bogotá.
En La Habana permanecen los delegados de la insurgencia y allí se volverán a reunir con su contraparte el 15 de noviembre, anunciaron.
La agenda de La Habana comenzará por el tema del desarrollo agrario integral.
Pero los acuerdos parecieron llegar sólo hasta ahí, la fecha de encuentro y el tema por el cual comenzar a discutir.
Los delegados se presentaron ante la prensa en un salón del hotel Hurdalsjoen de la localidad de Hurdal, a 75 kilómetros al norte de la capital noruega de Oslo. Para sorpresa de los presentes, todos se sentaron en silencio en una mesa –del lado derecho los negociadores del gobierno y del izquierdo los de la guerrilla–, mientras un delegado cubano leía un comunicado conjunto sobre el inicio del diálogo.
Tras la lectura del comunicado, el jefe de los negociadores oficial, el ex vicepresidente Humberto de la Calle, dio un discurso seguido de uno de 35 minutos de Iván Márquez, jefe negociador de las FARC.
En sus alocuciones quedaron aún más patentes las diferencias: mientras De la Calle resaltó que «muchas fuerzas de izquierda quieren deshacerse de la violencia» y que las FARC deben reconocer a sus víctimas, Márquez habló de «la violencia del Estado», criticó a la inversión extranjera en Colombia y calificó a la política agraria del gobierno de «retardataria y engañosa».
«Seguramente no nos vamos a convencer el uno al otro en nuestras diversas ideas políticas. Sabemos que las FARC tienen una concepción del mundo y la política y nuestro propósito no es venir a catequizar a nadie. De lo que se trata es de convenir una agenda para la terminación del conflicto», enfatizó De la Calle.
Las discrepancias llegaron a un punto en que ante la notoria molestia del negociador durante la conferencia de prensa oficial, al turno de hablar los rebeldes, Jesús Santrich, de la delegación de las FARC, le indicó: «Tranquilo… apenas estamos empezando».
El analista Adam Isaacson, de la Oficina sobre América Latina con sede en Washington, dijo que las negociaciones en su inicio se destacaron por «una atmósfera de seriedad y disciplina, y la apariencia de que las dos partes están comprometidas».
Dijo que era importante para Márquez evitar la impresión de una capitulación de los rebeldes. Las FARC se han visto debilitadas en la década anterior, sus filas reducidas a unos 9.000 combatientes, a medida que las fuerzas armadas colombianas ganaban en fuerza y eficacia con ayuda de Estados Unidos en el orden de los miles de millones de dólares.
El discurso de Márquez fue «similar al de algunos políticos de la izquierda colombiana que rechazan los métodos violentos de las FARC», dijo Isaacson. En efecto, los presidentes izquierdistas de Ecuador, Bolivia y Venezuela han exhortado públicamente a las FARC a que abandonen la lucha armada y se acojan a la democracia.
El gobierno fue determinante: la agenda negociada entre las partes de forma secreta durante más de seis meses en Cuba y que divulgó púbicamente el 4 de septiembre no se cambiará y si no notan avances se suspenderán los contactos. «El gobierno ha dicho que no es rehén de este proceso», dijo enérgico De la Calle.
También destacó que «las FARC tienen que darle la cara a su víctimas».
Por lo pronto «dar la cara» para las FARC no incluye la posibilidad de ir a prisión.
Como uno de los seis miembros del «secretariado» o máxima jefatura de las FARC, Márquez fue interrogado sobre si estaban dispuestos a ir a prisión –algunos parientes y activistas han dicho que en algún momento del proceso debe haber un castigo para los responsables de delitos como el secuestro, entre otros–, a lo que el comandante insurgente replicó: «Cómo van a pretender que vayamos a la cárcel por un derecho» que los rebeldes aseguran tener de levantarse en armas.
De la Calle agregó además que «esa posibilidad no esta contemplada» al ser consultado sobre la demanda rebelde de que Ricardo Palmera, alias Simón Trinidad, sea parte de sus negociadores.
Palmera está preso desde 2004 en Estados Unidos. En un gesto que provocó molestia en la delegación oficial, uno de los negociadores rebeldes –Marco León Calarcá– se levantó de su asiento en medio de la conferencia y dejó sobre la mesa un papel blanco en el que escribió el nombre de Simón Trinidad simulando una de las etiquetas de los nombres oficiales de los delegados.
«El gobierno de los Estados Unidos haría un gran aporte a la reconciliación de la familia colombiana facilitando la participación de Simón (Trinidad) de cuerpo presente en esta mesa», dijo Márquez.
El gobierno si aceptó la presencia en los diálogos de la ciudadana holandesa Tanja Nijmeijer, alias Alexandra, quien se unió a las FARC en 2003 y participará en las conversaciones en La Habana. La extranjera es una experta en idiomas y su vida como guerrillera la hizo al lado de Víctor Julio Suárez, alias «el Mono Jojoy», el jefe rebelde muerto en un bombardeo del gobierno en septiembre de 2010 en el sur del país.
Márquez dijo que la expectativa era que estuviera en Noruega pero que no fue posible su llegada, sin dar detalles de las razones.
En Bogotá hubo reacciones encontradas a la instalación de la mesa.
En la histórica Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá, se reunieron unas 400 personas que dijeron ser víctimas de las FARC y del Estado. Las primeras exigieron a la guerrilla que les dijeran dónde estaban sus familiares secuestrados. Las segundas dijeron ser familiares de víctimas de la Unión Patriótica, un grupo político cuyos integrantes fueron en su mayoría asesinados por fuerzas de ultraderecha.
«Exigimos a los señores de las FARC que nos digan qué hicieron con todos nuestros familiares secuestrados y desaparecidos», dijo Luz Mary Rosas, hermana de Oscar Manuel Rosas, secuestrado por la guerrilla hace 15 años. «Cómo vienen ahora a decir que no tienen secuestrados si los secuestrados y desaparecidos son miles por las FARC».
Las FARC han dicho en los últimos días que ninguno de sus frentes tiene en su poder a cautivos.
Del otro bando, la activista Jael Quiroga dijo que estaban marchando «por el genocidio de la Unión Patriótica. (Sus integrantes) salieron a hacer política y los asesinaron. Nosotros cada año salimos a recordarle al mundo que todavía estamos aquí, y el caso (de la muerte de los miembros de la UP) está en el sistema interamericano a espera de un fallo para que a las víctimas las reparen».
Casi todos los miembros de la UP que alguna vez fueron elegidos a corporaciones públicas como el Congreso, las asambleas departamentales y los concejos municipales fueron asesinados. Se calcula que en total cayeron al menos 3.000 de sus miembros.
El comandante de Seguridad Ciudadana, general de la Policía Rodolfo Palomino, explicó telefónicamente que en la mañana del jueves hubo disturbios en la oficial Universidad Distrital y que un policía resultó levemente herido.
Carlos Lozano, director del semanario Voz, del Partido Comunista Colombiano, dijo que tras escuchar las dos intervenciones queda claro que «están expuestas las dos visiones: las percepciones sobre el país, sobre la realidad colombiana, una por supuesto muy crítica, aparentemente dura, pero franca, abierta, que es la que hacen las FARC en el discurso de Iván Márquez».
La de De la Calle, opinó Lozano, «fue una intervención muy abierta, muy tolerante, muy en la idea de que hay que buscar la paz y la solución política», pero también «deja entrever… que él presenta una actitud intransigente, de que será muy difícil los cambios (en el país) porque para el gobierno todo está bien y el statu quo es inmodificable».
En tanto, Fernando Londoño, ex ministro del Interior (2002-2003) y quien en mayo fue víctima de un atentado con bomba en las calles de Bogotá que le costó la vida a dos de sus escoltas y que las autoridades creen pudo haber sido perpetrado por las FARC, sostuvo que la intervención de Márquez era «para hablar del modelo neoliberal, del mercado, de la inversión extranjera, de la vida nacional, de los ricos que son unas sanguijuelas, de las transnacionales que se están robando la sangre del pueblo».
Sobre el discurso de De la Calle opinó que «en vez de hacerle frente a la cosa y decirles (a los guerrilleros) ‘ustedes son unos mentirosos y son secuestradores y son terroristas’, ¿quiere que nos digamos verdades? Pues entonces digámonos verdades».
Finalmente, el analista político Vicente Torrijos opinó que lo visto en la capital noruega «fue absolutamente contradictorio» porque «hay un gran abismo entre las dos partes que será muy difícil de superar».
Opinan Samper y Uribe
En diálogo telefónico con The Associated Press, el ex presidente Ernesto Samper (1994-1998) se mostró optimista con lo sucedido en la jornada en Oslo porque, «pese a todo, se empezó bien». Explicó que se «sabía que el discurso de las FARC iba a ser duro y es explicable que estén 50 años en el monte defendiendo unas ideas y que ahora vengan y renuncien a ellas».
El proceso de paz, observó el ex mandatario, «es para que ellos acepten tramitar esas diferencias por medio de los canales democráticos y no a través de las armas; en eso consiste precisamente el proceso; así que no hay que hacerse mala sangre con el tema».
Otro ex jefe de Estado, Alvaro Uribe (2002-2010), dijo que el discurso de Márquez deja en claro que «esto es lo que han hecho estos secuestradores (de las FARC) toda la vida: maltratar al pueblo colombiano, calumniar y hacer la apología del delito».
Vivian Mosquera / AP