Luego de un intrascendente altercado con otro vehículo, tras el cual la gente sólo intercambiaría algunos insultos y amenazas, Higinio Sobera persiguió al otro conductor del otro carro y le cayó a tiros… lamentablemente, parece una historia de la Caracas de hoy
Higinio Sobera de la Flor era el hijo de un acaudalado terrateniente poseedor de una finca en Villahermosa, Tabasco, México. Ya desde niño, mostró graves trastornos de personalidad, tenía marcados tics en su comportamiento, sorprendiendo a todos con extraños ruidos con su garganta y gestos con sus manos.
A veces hablaba de forma extraña que la gente no podía entender y sus trastornos mentales lo llevaron a estar internado en el Hospital Floresta. Su hermano también era un enfermo mental, que pasó varios años internado en un manicomio en Barcelona.
Su madre lo llamaba “El Pelón” Sobera y aseguraba que era un pobre enfermo, tranquilo e incapaz de maltratar a nadie, además de ser muy cariñoso con los animales, principalmente con los gatos. El sobrenombre de “El Pelón” surgió de su costumbre de andar totalmente rapado.
Dinero no le faltaba, disfrutaba de una vida de lujo. Tenía un automóvil último modelo y frecuentaba cuanto cabaret estaba a su alcance, pues tenía un enorme apetito sexual. Alcohol, drogas y mujeres estaban al alcance de su mano.
El criminal
Higinio Sobera de la Flor había nacido en ciudad de México en 1928 y se convirtió en un asesino en serie en 1952, escandalizando a la conservadora sociedad mexicana de la época. Aunque sólo se le conocieron dos víctimas, se cree que tuvieron que haber sido más, pues todos sus excesos y abusos eran solapados por su familia, que los excusaba como simple excentricidad.
Debido a este constante encubrimiento por parte de su familia es por lo que se cree que su número de víctimas fue mucho mayor de lo que se tiene confirmado. A esto se le suma el testimonio de empleadas domésticas que trabajaron para la familia Sobera de la Flor, quienes decían haber presenciado hechos que pudieran hacer sospechar la existencia de más asesinatos, como que en muchas ocasiones la ropa sucia de Higinio Sobera se encontrara manchada de sangre.
A plena luz del día, Higinio Sobera comete su primer crimen confirmado. Esa tarde, Higinio conducía por las calles de Ciudad de México, presumiendo su lujoso auto último modelo, pero un pequeño incidente vial detonó un brote psicótico, cuando otro conductor, Armando Lepe, capitán del ejército y tío de Ana Berta Lepe, célebre actriz de la época y que había sido Señorita México, se le atravesó al vehículo de Sobera.
El enardecido Sobera lo siguió hasta cerrarle el paso, se bajó de su vehículo y sin mediar palabras le disparó. Sobera se dio a la fuga, llegó a su casa donde le confesó todo a su madre que rápidamente ideó un plan para que su hijo pudiese escapar del país: lo mandó a registrarse en el hotel del Prado bajo un nombre falso para luego llevárselo a España.
Ya instalado en el hotel del Prado, cegado por los efectos de su enfermedad (que posteriormente se diagnosticara como esquizofrenia) y por su apetito sexual, salió en busca de sexo. Eran las ocho de la noche del 12 de marzo de 1952, cuando Sobera encontró a su segunda víctima conocida: Hortensia López, que esperaba el autobús en una esquina de la avenida Reforma.
Higinio se acercó para hostigar a la mujer, quien lo rechazó y pidió a un taxista que se detuviera, lo cual hizo enfurecer a Sobera. Subió junto con ella al taxi y le disparó en tres ocasiones, causándole la muerte. Ordenó al chofer que condujera hacia la carretera Vieja a Toluca.
En el trayecto fueron interceptados por un policía de tránsito y en una muestra de total incompetencia policiaca, el problema se solucionó fácilmente con la actuación de Sobera y cinco pesos de soborno. Después del incidente, Sobera le ordenó al taxista que bajara del vehículo y él mismo condujo hacia un motel que se encontraba sobre la carretera fuera de la ciudad.
En el motel sostuvo relaciones sexuales con el cadáver de la mujer que había asesinado minutos antes. Posteriormente, dejó abandonado el taxi y el cuerpo en un campo agrícola cercano a la carretera y regresó hacia el hotel del Prado.
Gracias a las declaraciones de los testigos de los dos asesinatos, la policía llegó hasta el hotel Prado y detuvo a Sobera. Este no opuso resistencia, incluso entregó, riéndose a carcajadas, las llaves del taxi y todavía se permitió una burla más: dijo que tenía hambre porque con el ajetreo no había podido comer. Pidió que le llevaran unas tortas y al preguntarle cómo pensaba pagarlas, sugirió que los policías utilizaran el dinero de Hortensia, alegando “al fin ya está muerta, además, si yo la maté, creo que me pertenece”.
30 años preso
Higinio Sobera fue diagnosticado con una aguda forma de esquizofrenia y una grave serie de formas del trastorno de personalidad. Aparentemente, él no tuvo ningún control sobre sus actos, pero tampoco representaban ningún remordimiento, por lo que, a pesar de su estado mental, fue sentenciado a prisión.
En 1982, después de 30 años de reclusión, “El Pelón” salió en libertad y ya nada quedaba del joven soberbio y prepotente… mucho menos del peligroso criminal. Ya sólo quedaba un senil, lento e inofensivo hombre maduro de 54 años. Sus últimos años de vida los pasó en un total ensimismamiento y falleció de causas naturales en 1985.