Una entrevista necesaria impidió que llegará a La Guaira para la cobertura de una de las peores tragedias venezolanas
El domingo 19 de diciembre de 1982 fue un día muy particular en mi vida y quizás en la de muchos venezolanos.
Fue una mañana de sol brillante, cielo despejado. Para la fecha era corresponsal del diario El Siglo de Maracay, labores que compartía con mi puesto de reportero en el vespertino El Mundo.
Como todos los domingos de pelota me preparaba para cumplir con la pauta prevista. En el día mataba el tigre de El Siglo y en la noche aterrizaba en la Cadena Capriles.
Ese domingo era un día muy especial para el beisbol porque hacía su debut en el estadio Universitario el jugador venezolano más excitante del momento, el gran David Concepción, quien venía ese año de batear .275 con el uniforme de la maquinaria roja.
Las instrucciones de la redacción de Maracay eran claras y concisas: Una amplia entrevista con el ídolo de Aragua.
Y así pretendía hacerlo. Llegué muy temprano al estadio, porque en esa época mi fiebre superaba los 40 grados.
Coloqué mis cosas en el Palco de la Prensa y esperé que llegara el autobús de Los Tigres para comenzar a hacer mi trabajo.
Entrevistar a los peloteros antes del juego siempre es algo difícil. Y David lo era ante la gran avalancha de colegas que quería hablar con él.
Un Concepción acosado por la prensa me pidió taima y me dijo:
– Coño, ¿La entrevista no puede ser otro día, tiene que ser hoy?
-Si no la hago hoy me matan y me botan, respondí bajó una gran presión frente a la evasiva del ocumareño.
-Hagamos algo, me dijo El Rey, yo te espero después del juego y conversamos. Deja la angustia reporterito…
Aún era temprano y subí al palco de la prensa a llamar a la redacción para informarles que el material lo iba a mandar por télex a partir de las 3 de la tarde, con ello también estaba solicitando que me guardaran un buen espacio.
Ya en el palco había comenzado a circular la noticia del estallido en horas de la mañana de un tanque en Tacoa y que había un incendió incontrolable en la instalación petrolera.
Por supuesto que ese suceso se convirtió en la noticia del día y la mayoría de las redacciones se comunicó con su personal gráfico a través de sus “vippers” para cubrir lo de Tacoa pues los domingos los periódicos no cuentan con todo el personal sino con los que están de guardia.
Ese día en El Siglo solo estaba yo de guardia y me sentí con la responsabilidad de cubrir el hecho. Llamé de nuevo a la redacción para solicitar permiso para bajar a Tacoa junto al grupo de colegas que cubríamos el beisbol.
El Jefe de Redacción en Maracay fue tajante.
-Coño. Cumple con tu pauta carajito, manda el material de David y después vemos. Asegura fotos que el texto lo parimos…
Bajé de nuevo al campo de juego con la intención de salir de lo de David pues yo insistía en bajar a Tacoa.
Estaba próximo a comenzar el partido entre Tiburones y Tigres.
El grandeliga al verme, espetó.
-¿Vas a seguir? Te dije que después…
Lejos estaba el excitante pelotero aragüeño de que al voltearse y ver mi cara de desespero me estaba salvando la vida.
…Bueno chico, vamos a darle…vamos a salir de esa vaina de una vez. Rapidito, tres preguntas y listo.
La entrevista con El Rey se habrá llevado escasos diez minutos. Mi compañero fotógrafo hizo el trabajo y listo, nos montamos en mi Jeep Toyota Techo de lona rumbo a La Guaira.
Por esas cosas del destino, por esa benevolencia de David perdí lo que consideraba 30 minutos preciosos entre la entrevista, salir del universitario y llegar al estacionamiento para cubrir la gran noticia del día pues estaba decidido a bajar a La Guaira aún si el aragüeño no me daba la entrevista antes del juego y ya había conseguido quien me hiciera la “gauchada” (termino periodístico) para cumplir con la pauta encomendada.
Salimos después de las 12 del mediodía y no pudimos pasar más allá del antiguo peaje de La Guaira. La cola era monumental. La conmoción general. Había estallado el segundo tanque y la tragedia era de proporciones incalculables.
El grupo de colegas que bajó antes perdió la vida en la cobertura del hecho.
Fue un domingo triste. Tacoa convirtió una bonita mañana dominical en una tarde gris.
A mí me salvó la inocencia, la inmadurez y por supuesto, “El Rey” David.
Son crónicas de lo cotidiano.
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