La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) le exige a la industria alimentaria que detalle el contenido de los ácidos grasos trans en las etiquetas de información nutricional y algunas ciudades y estados prohíben esas grasas en los productos que se venden en escuelas o restaurantes
NUEVA YORK. Aunque las grasas trans elevan el colesterol «malo», al parecer no tendrían efectos duraderos en el azúcar en sangre, según una nueva revisión de la evidencia médica.
Los investigadores hallaron que los niveles de azúcar en sangre y la insulina, la hormona que controla esos niveles, eran
similares sin importar la cantidad de grasas trans consumidas.
Es conocida la relación que existe entre ese tipo de grasas y el colesterol alto, pero los resultados sobre su efecto en el
control de la glucosa en sangre, que está asociada con la diabetes, son contradictorios.
Las grasas trans (ácidos grasos trans) se encuentran en los productos de origen animal y los aceites vegetales procesados.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) le exige a la industria alimentaria que detalle el contenido de grasas trans en las etiquetas de información nutricional y algunas ciudades y estados prohíben esas grasas en los productos que se venden en escuelas o restaurantes.
El equipo del doctor Christos Mantzoros, de la Facultad de Medicina de Harvard, en Boston, reunió los resultados de siete ensayos clínicos con 208 participantes.
En cinco estudios, se habían monitoreado los niveles de azúcar en sangre, insulina y colesterol durante varias semanas,
con una dieta rica en grasas trans primero y luego cambiando a aceite de palma o soja en lugar de esos ácidos grasos.
Dos estudios habían comparado grupos que se alimentaban con o sin grasas trans.
El equipo no halló variaciones en los niveles de glucosa en sangre o insulina cuando los participantes consumían grasas
trans u otras grasas, según publica en The American Journal of Clinical Nutrition.
De todos modos, los autores hallaron que en las semanas que los participantes habían consumido grasas trans, disminuían los valores de colesterol HDL o «bueno» y aumentaban los del colesterol LDL o «malo».
Mark Pereira, experto en salud pública y nutrición de University of Minnesota, Minneapolis, y que no participó del
estudio, dijo que los resultados no prueban definitivamente de que las grasas trans no influyen en los niveles de azúcar en
sangre.
Aunque varias semanas son suficientes para detectar un efecto en el colesterol, Pereira dijo que el efecto en el metabolismo se manifestaría recién más adelante.
«Si se hará dieta para controlar el peso y se reemplazarán las grasas de la alimentación, el efecto demoraría mucho más
porque los ácidos grasos se incorporan a los tejidos corporales gradualmente», explicó.
Uno de los estudios analizados había durado 16 semanas, pero tampoco halló diferencias en las variaciones del azúcar en
sangre y la insulina entre los participantes que habían consumido grasas trans u otras grasas.
Los CDC estiman que los niveles de grasas trans en la sangre de la población de adultos blancos disminuyeron un 58 por ciento entre el 2000 y el 2009.
La hidrogenación
Las grasas trans son un tipo de grasa que se forma cuando el aceite líquido se transforma en una grasa sólida añadiendo hidrógenos. Este proceso se llama hidrogenación y sirve para incrementar el tiempo de vida útil de los alimentos. Así se obtienen grasas y aceites para freír que son muy útiles para la industria alimentaria, puesto que ayudan a mejorar la perdurabilidad, el sabor y la textura de los productos. Algunos alimentos, como la carnes de cerdo y de cordero, así como la mantequilla y la leche, contienen de manera natural cantidades pequeñas de estas grasas hidrogenadas. Sin embargo, la mayoría de las grasas trans de nuestra alimentación provienen de alimentos procesados preparados con aceites vegetales parcialmente hidrogenados: margarinas, bollería industrial, galletas, patatas fritas y otros snacks… Investigaciones recientes han indicado que este tipo de grasas pueden ser nocivas para la salud, fundamentalmente debido a que elevan el colesterol ‘malo’ (LDL) y los triglicéridos.
Las grasas trans tienen otros inconvenientes. Por ejemplo que, como han demostrado hace poco investigadores de la Universidad de Navarra y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, su ingesta aumenta el riesgo de sufrir depresión. Por el contrario, el aceite de oliva protege frente a esta dolencia.