El país con las mayores reservas de petróleo y con la gasolina más barata del mundo tiene esta particularidad: consecuencia del control cambiario impuesto por el gobierno en 2003, que dificultó la adquisición de divisas para importar vehículos y partes, la oferta de automóviles nuevos se redujo y se dispararon los precios, sobre todo de los usados. No importa el modelo, el año o las manos por las que hayan pasado. Siempre suben de precio.
El país con las mayores reservas de petróleo y con la gasolina más barata del mundo tiene esta particularidad: consecuencia del control cambiario impuesto por el gobierno de Hugo Chávez en 2003, que dificultó la adquisición de divisas para importar vehículos y partes
CARACAS — Recostado en un viejo Ford Lariat de 1995 con un «Se Vende» pintado en letras blancas, Alfredo espera vender el vehículo en 8.000 bolívares (1.860 dólares) más de lo que lo compró hace tres meses. «Que los autos usados suban de precio sólo podía pasar en Venezuela», asegura.
El país con las mayores reservas de petróleo y con la gasolina más barata del mundo tiene esta particularidad: consecuencia del control cambiario impuesto por el gobierno de Hugo Chávez en 2003, que dificultó la adquisición de divisas para importar vehículos y partes, la oferta de automóviles nuevos se redujo y se dispararon los precios, sobre todo de los usados.
Un Mitsubishi Lancer comprado de segunda mano en 2006 por 55.000 bolívares (12.800 dólares, al cambio oficial) se vende este año por 120.000 bolívares. Un Mercedes 320 SLK 2002 usado comprado en 2008 por 180.000 bolívares está ahora en 280.000.
No importa el modelo, el año o las manos por las que hayan pasado. Siempre suben de precio.
Son habituales desde hace años en el paisaje urbano de Venezuela los concesionarios de carros nuevos vacíos o semivacíos, y las listas de espera para adquirirlos suelen ser interminables. Según la Cámara Automotriz (Cavenez), en 2011 se vendieron en total 120.689 vehículos, un 8,2% menos que el año previo.
«No hay dólar oficial (a 4,3 bolívares) y el empresario tiene que importar vehículos a un tipo de cambio del mercado negro (cuyo valor está prohibido divulgar). Eso encarece los precios, hace que casi nadie pueda comprar los nuevos, así que la demanda y los precios de segunda mano se exageran», explica a la AFP el economista Jesús Casique.
A esa coyuntura hay que añadirle la elevada inflación de Venezuela, que en los últimos dos años superó el 25% anual, un «parque industrial diezmado por el ataque hostil del gobierno al sector privado» y el hecho de que el Ejecutivo imponga un margen de beneficio en el mercado de autos nuevos pero no en el secundario, agrega el economista. «Es un fenómeno único de Venezuela», concluye.
Muchos venezolanos conciben la compra de los autos usados como forma de ahorro, para protegerse de la inflación o para invertir. Y para algunos incluso es un lucrativo negocio.
Es el caso de Alfredo, nombre ficticio de un ex corredor bursátil caraqueño que desde hace 15 años se dedica únicamente a comprar y vender carros usados.
«Para poder mantenerte tienes que sacarle un beneficio de entre 5.000 y 8.000 bolívares por carro», asegura mientras le muestra el interior del Ford Lariat de color azul a un interesado en medio de una calle del oeste de Caracas en la que suele exponer sus vehículos.
En este momento tiene cinco para vender, entre ellos un Chevrolet Gran Blazer, que compró hace un mes por 128.000 bolívares y, tras hacerle algunos arreglos, espera vender por 145.000.
«Si dejo ese dinero en el banco, pierde valor o me da un ahorro mínimo. Aquí te ganas un diez por ciento, entre 8 y 10.000 bolos (bolívares), en pocos meses. Lo ideal es comprar y vender rápido para que el margen sea más alto que lo que sube la inflación», asegura.
A Rocío, periodista caraqueña de 27 años, su padre le regaló en 2002 un Renault Symbol que le costó unos 10.000 bolívares y, diez años después, lo podría vender por entre 60.000 y 90.000 bolívares.
«Siempre he estado muy feliz con ese carro. Pero ahora la situación está cambiando. He pensado que podría venderlo para ayudarme a costear un postgrado en el exterior. O, incluso, para ayudar a mi familia a costear los estudios de mi hermano menor en el exterior», explica a la AFP.
«También he pensado en venderlo y comprar uno nuevo, y usar lo que gane de su venta como inicial para el carro nuevo. Pero los carros están tan caros en Venezuela que se me hace imposible. Mi sueldo no me alcanza para costear las cuotas que habría que pagar después. Creo que ni con un crédito bancario es un escenario viable», añade.
Jordi Miró / AFP