Enrique y José elegían compañeras equivocadas. Había algo que ellos no descifraban que influía en esas elecciones desafortunadas. Pareciera que tanto féminas como varones se enamoran con el corazón y no con la cabeza
A veces, las mujeres y los hombres pecamos a la hora de elegir la pareja adecuada. Buscamos parejas que no llenan nuestras expectativas. Por ello, después, nos lamentamos de los fracasos y de la infelicidad que nos acompaña y creamos un círculo vicioso del que deseamos salir pero no sabemos cómo hacerlo.
A lo anterior se suma que esa pareja que elegimos no es casual, pues tenemos algún trauma que arrastramos de la infancia, como un padre ausente y una madre insatisfecha, que nos dejó una cuenta pendiente por saldar, lo cual influye en esa mala elección conyugal que, reiteradamente, hacemos a pesar de que la relación termine en fracaso y comencemos otro vínculo que también está destinado a fracasar.
Amor sin malicia
Aunque todavía era muy joven, apenas arribaba a veinticuatro años, Enrique tenía la madurez de un hombre de unos cuarenta. Contaba con un buen físico, pues poseía un cabello rubio y unos ojazos claros que lucían como cuando, en el día, en calma, está el mar. Había estudiado una profesión y estaba culminando sus estudios de postgrado con éxito.
Enrique se hizo sólo. Estudió con sacrificios, ya que de sus padres recibió pocos estímulos para ello. Como no contó con una madre que lo apoyara en sus metas, él realizó cuanto trabajo se le presentaba, con pocas oportunidades de elegir, pues, cuando era un adolescente, la necesidad de velar por sí mismo privaba dejando de lado sus anhelos pueriles y sueños joviales.
A pesar de lo anterior, el producto fue bueno. Salió Enrique, de corazón noble, quizá demasiado noble, por lo menos, para el amor que, la mayoría de las veces, necesita algo de malicia para sobrevivir, o algunas dosis de viveza como anticipo mientras del todo llega.
Por lo anterior, y por contradictorio, Enrique tenía poca suerte en los asuntos del corazón. Había conocido mujeres que no veían en él esa nobleza de sentimientos sino que buscaban sólo una buena posición social que él aún no tenía, así que sus posibilidades eran pocas para alcanzar la dama de sus sueños. O eso creía él, porque muchos luchan por lo que suponen que les conviene, pero, después de unos tantos golpes y porrazos, descubren que han pasado mucho tiempo persiguiendo algo que se convirtió en su principal fracaso, para después lamentarse por decisiones desacertadas.
Una mujer conforme con su infelicidad
Aunque no era tan joven como Enrique, Susana tenía muchas cualidades: era profesional, tenía preparación de sobra, y exitosa en todo lo que hacía. Contaba con un cuerpo de formas muy femeninas, un cabello castaño y un rostro de facciones armónicas.
Asimismo, Susana se había hecho sola. Para nada era superficial. Su corazón era tan bueno como el de Enrique, pero, curiosamente, también ella se consideraba desafortunada en el amor. Del mismo modo que Enrique, ella creía que no había nacido para alcanzar la añorada felicidad que proporciona una relación de pareja medianamente ideal, donde existan metas compartidas e intereses comunes.
Entonces, Enrique y Susana parecían que el uno estaba hecho para el otro. Si tuvieran una relación los dos alcanzarían esa deseada felicidad, pero ella lo veía a él como un gran amigo, y él también la veía como una preciada compañera de trabajo. Además, el corazón de Susana, para bien o para mal, ya estaba comprometido aunque, después, se daría cuenta de lo infeliz que había sido y buscaría recuperar el tiempo perdido en el amor dándose una nueva oportunidad.
Aunque Susana quería amar a alguien como Enrique, su amor ya lo había entregado, o por lo menos eso creía ella que, de momento, se negaba la dicha, aunque pensaba que no era desdichada, pero ese sentimiento sublime que había estado buscando por tanto tiempo como no lo había conseguido se había resignado a no tenerlo.
A pesar de que Enrique se sentía atraído por Susana, un miedo lo paralizaba de tener una relación con una mujer con semejantes atributos. Por ello, se trataban con ese respeto que se convierte en una línea divisoria entre el amor de pareja y la amistad.
Inconformidad por desacierto
Por un lado, Enrique sufría y, por el otro, Susana vivía tan conforme con lo que tenía en vida que comenzaba a ser feliz, pero a su manera. Como Enrique también estaba José que se había vuelto incondicional con la ex novia, pero ella lo había cambiado por otro, sin muchos arrepentimientos. Lo que quería la ex de José, él se lo había puesto en bandeja de plata, pero ella lo había valorado tan poco que lo cambió por uno que no le llegaba ni a los tobillos.
Enrique y José elegían compañeras equivocadas. Había algo que ellos no descifraban que influía en esas elecciones desafortunadas. También las mujeres comenten el mismo error, tal como ocurría con Susana. Pareciera que tanto féminas como varones se enamoran con el corazón y no con la cabeza.
Entonces, ahí, vienen los sufrimientos y los desaciertos cuando se conforman con vivir con la persona equivocada mientras les proporcione algo de felicidad. Y muchos aceptan esa situación porque piensan que no merecen algo mejor en sus vidas. Entonces terminan involucrados en vínculos que les generan más frustraciones que alegrías. Algunos se dan cuenta a tiempo, y tratan de hacer elecciones más acertadas, midiendo su grado de acierto por la felicidad que esa nueva relación les genera en sus vidas.
¿Te conviene esa relación sentimental?
Si eres de las que te quejas de los infortunios en el amor y de cuanto lamentas a haberte equivocado nuevamente, cualquier cosa está influyendo en tu elección de pareja menos la razón, por lo que tienes una relación en la que ya no existen metas compartidas ni intereses comunes. Y la pasión hace rato que se esfumó.
Asimismo, muchos hombres eligen a la mujer equivocada, las que los hace tan infelices que los lleva a pensar que la felicidad en la vida conyugal es como un simple espejismo que se confunde con un oasis en el desierto, así que como hacen elecciones equivocadas ellos van de fracaso en fracaso
Isabel Rivero De Armas
isabelrivero70@hotmail.com