Por no decirle amén a todo lo que declaren o hagan Ramos, Borges y Leopoldo López, entonces para algunos opositores soy “chavista”. Es la misma radicalización roja que sólo varía en el color: “si no estás conmigo estás contra mí”
Cuando un oficialista me “acusa” y me dice “es que tú eres opositor”, yo le respondo que lo que no soy es chavista. Y si quieren llamarme “ni-ni”, bienvenido sea.
Y es que aunque tenga definida mi posición política, no por ello milito en una especie de talibanismo tropical, en el que debo decirle amén a la oposición y rechazar todo lo que hacen los rojos.
Por ejemplo, en esa presunta unidad, no me veo en la misma fila de Henry Ramos Allup calificando de “lechuguino” a Julio Borges. O que dé mi aval al de Primero Justicia para ofender al adeco para que lo llame “parásito de la política”.
Dios me salve de semejante vergüenza.
Tampoco acepto que sectores opositores continúen con expresiones de animadversión y desprecio hacia los más excluidos de la población que votaron por Chávez. Yo en esa no me anoto. No se puede sustituir por odio e insultos un mensaje que debe integrar política y socialmente a una nación dividida.
Más allá del evidente abuso “socialista” de disponer de nuestros recursos para aprovecharlos electoralmente en su parcela roja, no hay dudas que en las clases populares no termina de convencer la oferta opositora. Ojala exista humildad para entender eso. Y también para aprender que el divismo, la superficialidad y el sectarismo se pagan con derrotas.
Cuestión de principios
En el territorio donde “la vaina es así y punto”, por no expresar mi disposición a cortarme las venas por todo lo que hagan o digan Ramos, Borges y Leopoldo López, entonces para algunos soy “chavista”. Para los que no conciben el mundo sino en blanco y en negro, no existen los matices. Es la misma radicalización roja que sólo varía en el color: “si no estás conmigo, estás contra mí”.
Pero en este andar uno descubre que no somos “cuatro gatos” los que pensamos así. Que no somos militantes de la antipolítica pero disentimos en democracia. Que a pesar de ver defectos en la oposición también ponderamos sus virtudes. Y que más allá de las cosas buenas que pudiera tener el Gobierno de Chávez, no nos sentimos identificados con un comandante-presidente que, por ejemplo, llama “fuerzas insurgentes” a la guerrilla terrorista de Colombia, ni con un Gobierno presuntamente “humanista” que tolera grupos armados con fusiles rusos y R15 en el 23 de Enero, con absoluta impunidad y buscando cualquier argucia dialéctica para justificarlo, así sea por omisión.
Por mis principios cristianos, jamás podré convalidar la violencia y la sangre como una “expresión de los pueblos”, como he escuchado a “revolucionarios” con un whisky en las rocas, avalar esas barbaries. Ese respeto a la vida me impide ver como un héroe al Che Guevara o considerar una epopeya la masacre que enlutó a más cien familias el 27 de noviembre de 1992.
Eso sin entrar a detallar lo que padezco como la mayoría de los millones de venezolanos que no tenemos escoltas ni camionetas blindadas: la inacción de estos 14 años de “socialismo” ante el hampa, que nos ha creado esa paranoia permanente que el malandro está a la vuelta de la esquina, que por mucho discursito de “estamos desplegados” y que “bajaron los índices delictivos”, todos sentimos que eso no es más que una solemne paja.
Disidentes de la disidencia
Más allá de las diferencias ideológicas, disfruto dialogar y compartir con mis amigos y amigas chavistas, tanto como cuando lo hago con mis amigos y amigas de oposición.
Lamentablemente, en ambos bandos hay sectores que se miran con recelo y sospecha. Y nos ven a los que no cultivamos la exclusión como una especie de “infiltrados”, “light”, “traidores”, “guabinosos” y hasta de “indolentes”.
Por eso nos califican peyorativamente de “ni-ni”, porque ni odiamos a opositores ni odiamos chavistas. Ellos juran que no nos duele Venezuela y que ni siquiera votamos. Son los dueños absolutos de la verdad. Anhelo que algún día entren en razón esos extremistas que hoy se cocinan en su propio odio.
Nosotros, a los que nos llaman “ni-ni”, no participamos en esa orgía de intolerancia.
SILBATO DE MUERTE
Una «modalidad» que las bandas delictivas imponen en las zonas populares para continuar sembrando terror, es soplar los cañones de sus pistolas, lo que provoca un sonido metálico que anuncia sangre.
Esa silbato dice que a punta de balazos “se matará una culebra» que enlutará a una o varias familias en el barrio.
Estoy seguro que la mayoría de los «humanistas» funcionarios del Alto Gobierno desconocen esta realidad que se sufre día a día en Las Clavellinas de Guarenas o en El Carpintero de Petare. Lo que les copa la atención es qué nueva triquiñuela llevará alias Iván Reyes a Oslo que sirva de excusa para que las FARC sigan asesinando gente en Colombia y la paz continúe siendo una utopía.
Convendría que la “burguesía” apoltronada en el poder –diría que la de ambos bandos-, acoja la sugerencia que dio el Presidente Chávez de vivir en un barrio durante tres días. Que, por ejemplo, el Ministro de Interior y Justicia junto al Alcalde del Municipio Sucre del estado Miranda, allá arriba en La Dolorita, tengan que lanzarse bajo el catre cuando se prende el tiroteo del día. O que el alcalde del Municipio Libertador de Caracas se monte en el jeep -sin escoltas- donde van Juana y José con su chamo bajando de Carapita hacia la estación del Metro de Antímano, para que sienta lo que es ir orando para que un malandro no los atraque, o coincidan en la ruta con un enfrentamiento entre bandas. O que el saliente Gobernador del estado Aragua pase por San Casimiro, donde los delincuentes le quitaron la tranquilidad al pueblo desde hace varios años, a punta de asesinatos cada semana.
En fin, un “contacto con realidad», como diría el canal ocho, a ver si del discurso se pasa a los hechos.
LA FRASE
“La economía venezolana no se trata de una que esté fundamentada en el fatigoso esfuerzo, en el ‘un poquito hoy’ y ‘un poquito mañana’. Se trata de un show económico. El petróleo es fantástico y por lo tanto induce a la ilusión de un milagro. Creó, en la práctica, la ‘cultura del milagro”. José Ignacio Cabrujas
AL CIERRE
A mí no me sorprende que el Gobierno siga restregándole en la cara al país que sí hay venezolanos de primera y de segunda. Lo del CNE y las inscripciones “express” de los chavistas y sus familias así lo evidencia. Todavía recuerdo cuando le hackearon la cuenta en Twitter a Leonardo Padrón, a Wilmer Suárez o a Chuo Torrealba: el camarada Tareck El Aissami no los llamó a las pocas horas para decirle que todo estaba resuelto, tal como sí lo hizo en su momento con Diosdado Cabello… lo de los otros pirateados, “quedó así”…
SIN RODEOS
Richard Sanz
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