Jesús Chuo Torrealba: “¿Votaron por Chávez? ¡pues friéguense!”

O como malgastar lo logrado por no haber obtenido lo que se quería…

“¿Para que va a seguir el Radar de los Barrios mostrando las duras realidades de los sectores populares? ¿No es acaso evidente que las personas que viven en esas zonas terminan votando siempre por el mismo gobierno que las maltrata, les miente y las reprime cuando reclaman el incumplimiento de las promesas? ¿Después que votaron por Chávez van a salir a protestar contra el gobierno, en vez de haber aprovechado la oportunidad de votar para cambiarlo? ¿No votaron por Chávez, pues, no querían esto? Pues, ahora, que se j… frieguen!”
No han sido pocas las veces que hemos escuchado palabras como estas, en los días que van del ocho de octubre a esta parte. Palabras –por cierto- dichas por gente que honestamente cree en lo que dice, y que esta sinceramente perpleja por la paradoja de un país en el que al día siguiente de las elecciones ya estaban en la calle, protestando, cerrando vías y desafiando a las fuerzas del orden, ciudadanos que 24 horas antes habían votado para que ese mismo gobierno continuara…

La verdad es simple, pero no sencilla…
Explicar una situación como esta por la vía de presumir que “a los pobres le compraron el voto con una bolsa de comida, algo de efectivo o artículos de línea blanca” es practicar la misma “lógica” absurda de los radicales oficialistas, que piensan que 6,5 millones de venezolanos que votaron por Capriles son “agentes de la CIA” o “venezolanos engañados por el imperio”. La presión, la intimidación, el miedo también es sólo parte de las razones en juego: 8 millones de venezolanos no pueden ser amedrentados al mismo tiempo. El ventajismo transformado en gigantesca operación de crimen organizado tampoco explica completamente lo ocurrido: Si no hay votos que remolcar, no hay “operación remolque” que valga. ¿Qué pasó, entonces? ¿Por qué un sector importante del pueblo venezolano en vez de cambiar al mal gobierno prefirió votar por él, para luego seguirle reclamando? ¿Por qué no eligió la alternativa que se le ofrecía? Quizá en esa última pregunta pueda estar la clave de una respuesta más completa y más útil: ¿Realmente las mayorías empobrecidas del país tuvieron ante sí una alternativa? Veamos.

El muro de Berlín se agrietó, pero no ha caído
Como ya dijimos en articulo anterior, la gesta de Henrique Capriles tiene un mérito indudable. Así como la campaña de Rosales recolocó a la oposición en la estrategia democrática, con la de Capriles el campo democrático dejo de ser oposición para transformarse en alternativa. Muchísima gente votó POR Capriles, por su propuesta de progreso, por su historial de servidor público competente, y no sólo “contra” Chávez. Pero… ¿Llegó esa alternativa a todos los lugares que debía llegar? Esa es otra historia, la del “Muro de Berlín social…”
En efecto, al colocar el mapa de los resultados electorales sobre el mapa social del país, volvemos a encontrar que la votación del Presidente Chávez se concentra mayoritariamente en los sectores populares de las grandes ciudades y en las pequeñas poblaciones de la Venezuela profunda, de 50 mil habitantes y menos, allí donde precisamente es mayor la pobreza. Además de estadísticas son realidades sociales y políticas: La campaña de la alternativa democrática en el oeste de Caracas se vio interceptada permanentemente por los grupos violentos del oficialismo… y por un diseño de campaña que para evitar confrontaciones suspendía actos en vez de replantearlos. En el norte de Valencia había propaganda de todos los partidos de oposición, pero en el popular sur de esa ciudad solo existieron dos partidos durante la campaña: PSUV y Proyecto Venezuela. En Ciudad Guayana, para ganar las primarias de la oposición había que tener fuerza en las urbanizaciones de Puerto Ordaz… pero para ganar las elecciones es necesario tener votos en los barrios de San Félix. Y así podemos ver el “Muro de Berlín social”, estado por estado, ciudad por ciudad…

El cuento del científico y la cucaracha…
¿Una suerte de “masoquismo endógeno” lleva a los venezolanos humildes (la determinante mayoría del país) a votar inevitablemente por el gobierno que los agrede? Esta pregunta no es buena ni mala. Es simplemente cuestión de foco. La misma cuestión a la que alude el famoso cuento del científico y la cucaracha. En efecto, en esta historia un investigador, tras arrancar con una pinza una pata a una cucaracha, le decía: “Camina”, y el insecto, aterrado, en efecto intentaba huir de su torturador. Luego le arrancaba otra extremidad y le daba la misma orden: “Camina”, y nuevamente el bichito intentaba caminar. Así hasta que le extirpó la última pata. Cuando le ordenó caminar al insecto ya sin patas, este obviamente no se movió. Procedió entonces, meticuloso, el científico de marras a escribir en su cuaderno de notas: “Queda demostrado en el experimento que cuando se le arrancan todas las patas a la cucaracha, esta queda sorda, porque no cumple la orden que se le da”.
Un error similar, no en lo risible sino en lo trágico, es llegar a la conclusión de que los pobres de Venezuela votaron por Chávez porque “les gusta” la inseguridad, la anarquía, la ineficiencia y la corrupción. La verdad es otra, dolorosa pero hay que enfrentarla: Un sector, menguante pero aun mayoritario del país, no percibe que frente a Chávez exista una alternativa real. Los pobres (esos a los que la campaña opositora ni siquiera se dirigió directamente, empeñada como estaba en hablar a un “todos” genérico y abstracto) no escogieron entre “lo bueno” y “lo malo”: Eligieron al único producto que para ellos había en el aparador, el único cuya campaña si les hablaba a ellos, y cuya “fuerza de ventas” estaba en contacto permanente con ellos, no solo en el operativo electoral sino siempre, a través de los programas sociales del Estado transformados en maquinaria clientelar oficialista.

De Benedetti a Conan  Doyle, pasando por Capriles…
¿Qué quiere decir esto? ¿No valió entonces la pena el esfuerzo hecho? En realidad, si valió la pena. Y mucho. Pero eso plantea nuevos retos, y nuevos peligros. Como decía Mario Benedetti, “la única cosa peor que un fracaso es un éxito malgastado”. La campaña de Capriles logró, entre otros éxitos, que parte del descontento chavista votará distinto esta vez (esos 2 millones 300 mil votos adicionales de la oposición no vinieron de Marte), y con su casa por casa y pueblo por pueblo Capriles logró que el mensaje de la alternativa democrática llegara hasta la puerta de las mayorías empobrecidas del país. Esos son éxitos indudables, que abren el camino a nuevas victorias. Pero se han visto casos en que personas muy inteligentes han desaprovechado el éxito que tienen por no haber logrado el éxito que quieren: Sir Arthur Conan Doyle quería, como todos los escritores de su tiempo, ser el autor de una gran novela romántica. Pero para su diario sustento inventó un personaje que se haría inmortal, el detective Sherlock Holmes. Conan Doyle murió renegando del éxito que le dio fama y dinero, por no haber tenido con la novela romántica el éxito que quería…
Los logros de la alternativa democrática en estas elecciones del 2012 permiten, si se capitalizan los éxitos y se aprende de los errores, continuar el ritmo de crecimiento, mientras el proyecto autoritario se estanca o disminuye. Los pobres no existen sólo en tiempos de campaña electoral, y si se trabaja con las mayorías empobrecidas y para las mayorías empobrecidas, la victoria en el futuro inmediato parece segura. A menos…
…A menos que la vieja política (gobierno+dinosaurios) triunfe en su empeño de asesinar al naciente nuevo liderazgo, amparado por esa peculiar forma de complicidad ciudadana llamada “abstencionismo”.
Así son las cosas…

 

RADAR DE LOS BARRIOS

Jesús Chuo Torrealba

Twitter: @radaremergencia

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