La oposición debe admitir que, más allá del ventajismo, perdió por las mismas razones por la que se pierde cualquier elección en cualquier parte del mundo: el candidato opositor no generó un grado de confianza superior al de su contrincante
Cuando Capriles Radonski reconoció los resultados el 7 de octubre, sin medias tintas, se sintió la sensación de que finalmente la oposición asumía con aplomo no sólo una derrota sino, lo más importante, el trazado estratégico de un rumbo político. Al aceptar que había obtenido una votación minoritaria, creaba las condiciones mentales para una reelaboración de sus planteamientos, planes y proyectos.
Sin embargo, a pocas semanas de las elecciones la oposición tiende a desconocer el dato esencial del 7 de octubre: la existencia de una mayoría y una minoría electoral. Al centrarse en explicaciones como el ventajismo, la oposición se niega a aceptar la realidad y atribuye a factores externos el que no haya podido concretar su “condición de mayoría”. Se buscan justificaciones en las fallas o desequilibrios, y se ignoran las razones políticas y sociales del acontecimiento. Al no aceptar la realidad, se limitan las posibilidades de reflexionar, investigar y estudiar las verdaderas causas de la situación actual.
La oposición debe admitir que, más allá del ventajismo, perdió por las mismas razones por la que se pierde cualquier elección en cualquier parte del mundo: el candidato opositor no generó un grado de confianza superior al de su contrincante; el programa de gobierno resultó menos atractivo para los electores; sus seguidores, partidos y maquinaria estaban menos organizados. En Venezuela, sólo cuando Copei reconoció esta realidad, fue cuando le pudo ganar a AD.
Otro aspecto que también se deja de lado cuando se hacen los análisis sobre el 7 de octubre es aquel que tiene que ver con la definición que os la oposición hace de sí misma y con el carácter de la opción que representa. Está por aclararse si la oposición se asume como una ruptura total con el modelo vigente o si, al contrario, se considera una parte del sistema y aspira, dentro de éste, realizar cambios y mejoras.
Como se sabe, las opciones políticas de ruptura tienen pocas oportunidades de triunfo electoral. Buena parte de los avances logrados por la candidatura de Capriles Radonski se deben a que fue percibido como parte del sistema, pues en su discurso no cuestionaba, al menos de manera aparente, los fundamentos de éste. Por eso creció su votación.
Los problemas electorales de la oposición no residen, en lo esencial, en cuestiones como el ventajismo. Tienen que ver con definiciones de su propio perfil y los fundamentos de su proyecto. No basta con decir que se asumen las misiones. Un cambio más profundo tiene que producirse en su seno, para que el modelo vigente sea asumido con franqueza y no como una simple maniobra electoral. Esto es mucho más importante que los desequilibrios y el ventajismo.
Por esto resultan tan inoportunas declaraciones como las de Monseñor Roberto Lückert sobre las misiones, ya que menoscaba el esfuerzo del liderazgo de la Mesa de la Unidad, que viene haciendo un esfuerzo para que la gente no lo vea como contrario a esos programas sociales. Se podría considerar que se trata de un asunto personal, porque se ubica en una óptica contraria a la doctrina social cristiana. Pero con sus opiniones y descalificaciones, Lückert no solo compromete a la Iglesia sino a toda la oposición.
Leopoldo Puchi