Los candidatos del Psuv lucen rezagados en relación con la avanzada nacional, con pocas iniciativas y propuestas que se articulen al proyecto y que representen cambios sustanciales en la vida de sus respectivas regiones
Tradicionalmente, las campaña regionales, de gobernadores y alcaldes, se limitan a una competencia entre el liderazgo de las personas postuladas, sin que cuenten mucho los proyectos y las doctrinas. Son campañas asépticas, desde el punto de vista ideológico. Todo se limita a promesas sobre quién hará una mejor gestión o con quién habrá menos corrupción. Una parte muy importante de los votos dependen de las personas y no de la filiación política. Cuenta mucho el marketing electoral y el entramado influencias en los medios locales de comunicación y de los nodos de pequeños y medianos poderes económicos
Por supuesto, siempre hay un trasfondo, el de la política nacional y la polarización gobierno-oposición. Pero ni siquiera los candidatos del Psuv tienen propuestas específicas realmente articuladas a su proyecto nacional de cambio social. Todos los candidatos se parecen, son populistas por igual. Caciques contra caciques, sin mayores discursos, ni propuestas que trasciendan los asuntos gerenciales, el reparto y los intereses grupales.
La decisión de Chávez, de lanzar una discusión programática constituyente, pudiera alterar este esquema rutinario. Una suerte de campaña paraguas que le da un perfil más político a la elección de gobernadores. La participación popular, las comunas, la función de las gobernaciones y alcaldías, es un interesante debate, que puede convertir la contienda de diciembre en un evento más significativo. El Psuv ha tomado la iniciativa política y está mostrando capacidad para colocarse a la vanguardia, al sugerir desarrollos e innovaciones concretas del funcionamiento de la sociedad y de las instituciones.
Sin embargo, los candidatos del Psuv lucen rezagados en relación con la avanzada nacional, con pocas iniciativas y propuestas que se articulen al proyecto y que representen cambios sustanciales en la vida de sus respectivas regiones. Muchos candidatos han gobernado durante años, sin que su presencia en las gobernaciones haya significado cambios medulares, que toquen intereses y expresen transformaciones reales. Salvo pocas excepciones, como en Portuguesa, no se cumplió el compromiso de cambiar las constituciones estadales. Por lo general, el signo ha sido la ineficiencia y la ausencia de aliento estratégico. El mismo musiú con diferente cachimbo, en la mayoría de los casos.
Por su parte, la Mesa de la Unidad, seguramente por el impacto de los resultados del 7 de octubre, no ha podido lanzar, hasta ahora, una campaña paraguas, con propuestas propias y originales. Luce acorralada por la discusión pública que se ha abierto. La tentación es la de limitarse a una reacción conservadora, de valoración del pasado, o de simple contención de las iniciativas del adversario. No tiene una agenda propia de cambios institucionales y sociales, a partir de las premisas constitucionales de participación y protagonismo popular. ¿Qué cambios propone para ampliar la descentralización y abrir espacios a la participación popular? Se observa conformismo con los mecanismos ya consagrados y su mirada parece perdida en el pasado. La fuerza de la oposición reside más en la estrella o el arraigo de algunos de sus candidatos que en la solidez de un novedoso proyecto de futuro.
Leopoldo Puchi