En esa cárcel me encontré con internos que estaban cursando estudios en la Unidad Universitaria, de la cual su directora se sentía orgullosa
Argentina tiene una población reclusa total de aproximadamente 59.227 internos, incluyendo a quienes se encuentran en prisión preventiva; por lo que existen unos 45 internos por cada 100.000 habitantes en dicho país (con una población nacional estimada de 40,93 a finales de 2010).
En una oportunidad visité la vieja Cárcel de Devoto, ubicada en la ciudad de Buenos Aires y después fui a la Unidad 2 de Sierra Chica que también pertenece al sistema penitenciario bonaerense.
La Unidad de Devoto, una penitenciaría inaugurada en 1927 en un terreno donado por la familia Devoto, comenzó a funcionar como una cárcel de contra ventores dependiente de la Policía Federal. Allí se recibían a condenados por ebriedad o vagancia, entre otras. En noviembre de 1957, la cárcel pasó a depender del Servicio Penitenciario Federal donde amplió su espectro y recibió detenidos de toda índole. En la actualidad opera como Cárcel de Máxima Seguridad donde aloja a más de 1700 detenidos con y sin sentencia firme.
En esa cárcel me encontré con internos que estaban cursando estudios en la Unidad Universitaria, de la cual su directora se sentía orgullosa. En medio del recorrido pregunté si habían venezolanos y, de inmediato, me buscaron a un joven maracucho que ya no tenía contacto con sus familiares, ni siquiera con la representación Consular que lo tiene “olvidado”. Asimismo, hablé con un grupo de internos que se encontraban trabajando en la traducción de la Biblia al sistema Bradley, ellos enviaron un mensaje muy bonito y lleno de esperanza a los presos venezolanos.
En la Unidad 2 de Sierra Chica, tuve la oportunidad de reunirme con varios reclusos, totalmente diferente a el Sistema Penitenciario Federal, y muchos me decían que existen torturas por no acatar las reglas que las autoridades quieren que rijan, por sobre las leyes judiciales. Muchas torturas están relacionadas con denuncias de maltratos: nos han pasado corriente, picana, submarino seco, todas prácticas que se usaban en la época de la dictadura. El hacinamiento está en todas las unidades penitenciarias. Por ejemplo Humberto, hay celdas que son para cuatro personas y las están habitando ocho, turnándose para dormir en un colchón. Teóricamente, el detenido tiene un presupuesto diario que en el mes suman tres mil pesos para su higiene y necesidades básicas, pero son las familias las que se encargan de esto.
Me decían estos internos, “Nosotros hemos solicitado la destitución del ministro y que su cargo lo ocupe una persona que tenga verdaderos valores en materia de Derechos Humanos y profundas ganas de instalar un cambio favorable, dejando de lado los turbios negociados que les llenan los bolsillos a las máximas autoridades del Servicio Penitenciario”, fue uno de los puntos fuertes de la denuncia que me hacían, y lo más bravo en esto es que no le paraban que estuviesen funcionarios cerca, pero gracias a una ONGs de Buenos Aires pudimos estar a solas.
En algo que me costaba creer es que me decían, “Lamentablemente, la población antes se mataban por unas zapatillas, ahora se matan por un kilo de azúcar. Existe un déficit muy grande y por eso apuntamos directamente a las autoridades. La cárcel hoy no te regenera, es la secuela de la delincuencia, desde que pisaste esta institución ya entras en la lógica que dice, te haces o te hacen”.
Lamentablemente lo que oí, lo que anoté de estas visitas y eso que me falta, la Unidad de Penitenciaria de Mendoza, que las Medidas Provisionales las llevaban nuestros amigos, Carlos Valera y Salinas, fueron levantadas, de que también tengo muchas cosas que decir, solo este adelanto es para dar a conocer tantas cárceles en la uno ha tenido la oportunidad de entrar y conversar con esos hermanos.
Humberto Prado