Los sionistas israelíes pretenden involucrar a todo el mundo judío en la responsabilidad por la guerra de exterminio que llevan a cabo contra el pueblo Palestino, bajo el chantaje de que quien no apoya esta barbaridad es antisemita. Olvidan acaso que figuras como Marx, Espinoza, Einsten, Allen, Trostky, Martovf, Freud y un largo etcétera, siendo judíos, en su tiempo y su momento se pronunciaron, a su modo, contra las pretensiones sionistas de ser «un pueblo especial, escogido y diferente» (allí donde los palestinos luchan paradójicamente, a despecho de los sionistas, por ser un pueblo igual a los demás).
Por eso, en primer lugar, hay que diferenciar a los judíos de la derecha sionista que dirige los destinos del Estado de Israel. Para los sionistas, el discurso del holocausto se ha convertido en una patente de corzo, para desde allí legitimar cualquier agresión a sus vecinos árabes y en especial para desconocer los derechos naturales e históricos del pueblo palestino, al cual sustraen a diario sangre, vida y territorio.
De esta forma se opera un perverso mecanismo ideológico que les permite su guerra contra el mundo árabe, al pasar de perseguidos a crueles perseguidores. La reducción y aniquilación de todo lo palestino se ha convertido en una bandera espuria que ha terminado por reducir y aniquilar también todo aporte judío, sumiendo a la humanidad sensible y progresista en décadas de tristeza y luto, obligando al mundo a contemplar masacre tras masacre. Pero la guerra contra un pueblo ha traído como contra partida, la guerra de todo un pueblo.
Cada masacre redunda en más conciencia, más compromiso y mayor capacidad político-militar de los palestinos. Poco ha importado el terrorismo de Estado llevado a cabo por Israel, al utilizar los asentamientos de colonos, el muro de la infamia, el asesinato selectivo; la creación de los campos de refugiados -auténticos campos de concentración que poco tienen que envidiarle a los nazi- los llamados encarcelamientos preventivos y la descomunal campaña permanente para desaparecer a un pueblo. La respuesta ha sido intifada y resistencia.
El terror, no han podido impedir el impresionante crecimiento, legitimidad y liderazgo de Hamas. Un desafortunado ataque “preventivo” contra una manipulada idea de “terrorismo”, un asesinato selectivo, un exterminio de a poco, cuyo origen es cruel y despiadado contra líderes, niños, mujeres, es hoy la excusa de los sionistas para perpetrar un nuevo aplastamiento.
Es bueno hacer memoria en los que todavía se confunden y mantienen una posición ambigua ante el terrorismo de Israel, seducidos por el chantaje del holocausto, lo que dijera Annah Arendt, intelectual judía: «El dolor y el sacrificio judío del pasado debería convertirse en amor y bondad. Para nada justifica la sádica crueldad de los sionistas del presente contra el pueblo Palestino. Recordemos por un momento que los campos de concentración se llenaron de judíos pobres, anarquistas y comunistas, delatados por ricos rabinos que los intercambiaban por su riqueza y libertad. Estos judíos comunistas fueron el pasaporte y salvo conducto que permitió a muchas familias millonarias establecerse cómodamente en los Estados Unidos. Es la misma camarilla miserable e intolerante de cobardes que ahora dirigen Israel y financian una guerra colonialista, terrorista de exterminio contra todo un pueblo, pero que llorar lágrimas de cocodrilo sobre aquellos a los que sacrificaron y abandonaron a su suerte en los campos de exterminio a manos de los fascistas de ayer».
Para entenderlo basta ver películas y documentales, leer, o estar allí, como mi amigo Jon Lee Anderson. La indignidad, el horror y la mentira no pueden hacerse cotidianos. La indolencia no debe hacernos insensibles. Dijera Arendt: “Luchar por Palestina es un compromiso con nuestra propia condición humana”.
Juan Barreto Cipriani