El trabajo es uno de los principios rectores de la vida en los sectores populares. Aquellos habitantes de los barrios que han conseguido un trabajo formal en una empresa privada no se consideran a sí mismos como «explotados por el capitalismo», sino como afortunados que han logrado construir una plataforma de seguridad económica y social para sí mismos y para levantar a sus familias
“En las muy duras condiciones de vida de los barrios venezolanos (170 mil hectáreas, en las que habitan unos 15,5 millones de personas) la inmensa mayoría de estos seres humanos vive de acuerdo a principios y valores que expresan nociones básicas de ciudadanía de bien”
«Divide y vencerás», dice la vieja conseja. Eso es exactamente lo que han aplicado muchos poderosos, a lo largo del tiempo, para sojuzgar a los pueblos: Mantenernos divididos para debilitarnos y hacer más fácil así nuestra dominación.
El proyecto totalitario que actualmente enfrentamos es probablemente el que con más saña ha promovido esta división entre los venezolanos, al menos del siglo XX para acá. En efecto, la predica polarizadora no solo ha procurado dividir a los hijos de esta tierra entre «chavistas y escuálidos», «majunches y chaburros», «corazones de la patria» y «apátridas sin corazón» Más allá de las divisiones electorales y políticas, la puñalada de la polarización ha llegado incluso a destruir familias: hermanos que no se hablan, padres e hijos que no se tratan y hasta matrimonios destruidos es el saldo que hoy muchos venezolanos tienen de 14 años de un proceso político que ha hecho que muchas personas se vean ya no como hermanos con opiniones distintas, sino como enemigos.
El valor de la familia
Muchos han caído sin darse cuenta en la trampa del lenguaje divisor, de la descalificación del otro como manera de afianzar la propia identidad. Así como el proyecto totalitario ha alentado en los sectores populares la falsa idea de que los sectores medios tienen mejor calidad de vida «porque le robaron eso al pueblo» (cuando la realidad es que la clase media no es otra cosa que pueblo que aprovechó las oportunidades que en materia de educación y trabajo ofreció la democracia venezolana), otros factores han promovido en los sectores medios la idea absurda de que ese 70 por ciento de país que habita en los sectores populares está integrado por «malandros, vagos, flojos, gente que está feliz viviendo en la precariedad y que le encanta que el Estado la mantenga».
La verdad, afortunadamente, es muy diferente. En las muy duras condiciones de vida de los barrios venezolanos (170 mil hectáreas, en las que habitan unos 15,5 millones de personas) la inmensa mayoría de estos seres humanos vive de acuerdo a principios y valores que expresan nociones básicas de ciudadanía de bien.
La Familia, por ejemplo, es un valor fundamental para los habitantes de los sectores populares. Es un concepto que ciertamente ha mutado, para adaptarse a las duras realidades del barrio: La de los barrios generalmente es una familia materno-centrada, donde la presencia del padre no es estable o frecuente, donde es la madre la responsable de llevar el sustento al hogar y es la abuela (cuando hablamos de «abuela» en el barrio nos estamos refiriendo a una mujer que puede tener apenas de 37 o 38 años en adelante, a veces hasta menos…) quien se encarga del cuidado cotidiano de hijos y nietos. En el barrio (como en los hospitales, como en las cárceles) la familia no es un «deber ser», sino una estructura de supervivencia: Aparte de núcleo de madre, abuela, hermanos y a veces el padre, la familia en el barrio es una extendida red de primos y primas, tíos y tías, cuyo apoyo es vital para sobrevivir y salir adelante.
Apuesta a la educación
La Educación es otro valor que no se ha eclipsado en la escala de valoración de los ciudadanos que habitan en los sectores populares. Cada mañana la escuela pública abre sus puertas para que a ella acudan más de siete millones de niños. La casi totalidad de ellos proviene de familias de muy bajos ingresos. Pese a conocer de cerca el flagelo del desempleo, pese a saber en carne propia que incluso quienes terminen la escolaridad y encuentren trabajo lo más probable es que solo alcancen inicialmente un salario mínimo (en Venezuela el llamado «salario mínimo» es en realidad el que perciben seis de cada diez personas con empleo formal), las familias de los sectores populares siguen apostando a la educación como palanca, como punto de apoyo que pueda conducirlos a una mejor calidad de vida.
Emprendimiento y trabajo
El Trabajo es otro principio rector de la vida en los sectores populares. Aquellos habitantes de los barrios que han conseguido un trabajo formal en una empresa privada no se consideran a sí mismos como «explotados por el capitalismo», sino como afortunados que han logrado construir una plataforma de seguridad económica y social para sí mismos y para levantar a sus familias. Y así, por cierto, lo perciben sus vecinos. Los que no tienen esa suerte -y los que habiendo tenido alguna vez trabajo formal lo han perdido por el cierre de o la estatización de empresas que el gobierno ha promovido- constituyen ese inmenso contingente de emprendedores que desde los barrios impulsan muy distintas actividades para ganarse la vida decentemente, generando productos o prestando servicios para así obtener un ingreso digno, sin caer en las redes del hampa ni en la trama clientelar de los programas sociales del Estado convertidos en chantaje político o cepo ideológico.
Así, entre balas y aguas negras, entre inseguridad y déficit de servicios públicos fundamentales, es como la mayoría de los habitantes de los barrios de Venezuela viven los principios y valores de la ciudadanía democrática.
Radar de los Barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @radaremergencia