Mónica Fernández: Abuso sexual a niños, un delito silencioso

Un niño es fácilmente conquistable ya que su inocencia le impide conocer el peligro, más aún cuando todos los hechos vinculados con el abuso sexual se desarrollan desde el afecto, el juego o la amenaza de hacer daño a sus seres queridos

 

La noticia que marcó mi semana estuvo relacionada con el suceso que narra como un hombre que tenía bajo su cuidado a tres niños abusaba sexualmente de ellos cada día, luego de buscarlos en el colegio; era el señor del transporte.

No es la primera vez que conozco de un caso como este, por el contrario, el abuso sexual contra niños y adolescentes es uno de los delitos que comporta mayor cifra negra, precisamente por la falta de denuncia y en muchos casos por el desconocimiento de las víctimas del procedimiento a seguir acompañado del miedo propio de hechos tan lamentables como éste.

Pocos lo denuncian

La víctima del abuso sexual, sea en niños y adolescentes o adultos, siempre presenta signos visibles de violencia psicológica no sólo por las presiones ejercidas durante el acto sexual no consentido, sino por el constante recordar un hecho que comúnmente no es atendido de la manera adecuada.

La victimización en torno a los procesos de violencia sexual es muy acentuada ya que queda atrapada en el pudor de la víctima, en la vergüenza de un acto sexual no consentido y además en un proceso en el que la culpa aparece como parte de sus pensamientos. Es sumamente complicado el proceso de superación de una violación, de cualquier tipo de acto de abuso sexual, aunque no incluya penetración e inclusive de actos determinantes de acoso sexual.

Victimario suele ser del entorno

Lamentablemente no hay todavía una especialización adecuada en cuerpos policiales y entes públicos que manejen este tipo de hechos delictivos.

Hay dos extremos en el trato a las víctimas o aparece la compasión que la convierte en un sujeto a quien se le tiene lástima, o se rodea el hecho de una extremada frialdad, inclusive maltrato, que provoca que ésta se considere víctima del propio sistema de justicia, conociéndose esto como victimización secundaria.

Cuando se trata de niños y adolescentes el hecho reviste una trascendencia mayor, por cuanto en edades tempranas entre uno y seis años no se considera un hecho traumático, sino un juego o una actividad que no conlleva peligro, particularmente porque se rodea de un ambiente de confianza. El victimario pertenece al entorno de la víctima, se conoce, se intima, se produce un acercamiento previo duradero en el tiempo que permite el desarrollo de acciones que generan bajar los niveles de alerta.

Es típico entre familiares cercanos, vecinos, cuidadores, padres de los amigos, maestros y hasta en instructores deportivos. Personas que pueden generar un espacio donde no hay peligro y cualquier acción se desarrolla sobre la base de la “amistad” la “autoridad” la “confianza”.

Señales de alerta

Las atenciones permanentes, regalos, caricias, complacer a la víctima en sus gustos y caprichos son aspectos sobre los cuales hay que estar atento. Un niño es fácilmente conquistable ya que su inocencia le impide conocer el peligro, más aún cuando todos los hechos vinculados con el abuso sexual se desarrollan desde el afecto, el juego o la amenaza de hacer daño a sus seres queridos.

El miedo es una sensación aprendida, no nacemos con ella, por ende la educación es vital. Es muy difícil que un niño cuente que ha sido víctima de abuso sexual porque para él no ha existido el hecho irregular, a menos que provenga de las amenazas que se rodean de signos más visibles de cambios de conducta: pesadillas, sudoración, angustia, falta de apetito, distracción en el ejercicio de sus tareas, evasión de jugar en grupo, retraimiento, silencio y en ocasiones regreso a etapas ya superadas, como por ejemplo hacer sus necesidades sobre sí.

Se debe educar sobre el tema

El abuso sexual es un acto muy repugnante, pero cuando se realiza sobre niños produce sensaciones difíciles de plasmar en estas líneas pero que están lejanas de la comprensión, la compasión y el olvido. El tabú que rodea este tema o la represión sobre el uso de la propia sexualidad son dos factores determinantes para acercar a los niños al riesgo. Por el contrario hablar, advertir, instruir, educar y comentar el tema adaptándolo a la edad de cada potencial víctima nos ayudaría a disminuir el riesgo. ¿Cuántas escuelas incluyen este tema en sus objetivos? ¿Cuántos padres han abordado a sus hijos explicándole lo relevante del uso de su sexualidad y de su cuerpo solo con su consentimiento? ¿Cuántas veces hemos conversado con nuestros hijos sobre el peligro que hay en su entorno?

Criando a los niños en una pirámide lejos de alejarlos del peligro los estamos colocando en una situación de riesgo por la falta de información y educación sobre el tema. Es imposible admitir como normal lo que no puede serlo. Un niño debe entender qué son juegos y cuáles no lo son. Hay que hablar de sexualidad y de relaciones sexuales adaptando el discurso a su edad y capacidad de comprensión. Los juegos, las películas y hasta las comiquitas pueden brindarnos un espacio para introducir el tema. Generar confianza en los hijos es elemental para que exista capacidad de comunicarse de una manera adecuada que nos permita advertir el peligro o la situación de riesgo.

 

TIPS PARA QUE TE DEFIENDAS

1.-No genere situaciones de alto contenido sexual ante los niños. Cuide su vocabulario, el lugar y la forma en la que mantiene relaciones sexuales y el desarrollo de su vida íntima. Los niños no tienen capacidad para interpretar todo, pero sí fijan lo que ven. Si el sexo sin precaución forma parte de su crecimiento será muy difícil que advierta peligro en un acto de abuso sexual.

2.-Converse de manera permanente sobre el peligro y qué situaciones lo producen. Introduzca el tema sobre el manejo de la sexualidad y particularmente el derecho a decidir el uso de su cuerpo y del sexo. No use un tono amenazante, de advertencia o de prohibición porque generará resultados contrarios. Las preguntas indirectas, la referencia a terceros para introducir el tema como si estuviera contando una historia, citar a un personaje de valor para el niño como buena referencia, son sólo algunas de las opciones para abordarlo.

3.-Solicite que los maestros desarrollen el tema durante sus clases. Siempre hay formas de adaptar los objetivos académicos al aprendizaje de mecanismos para defenderse y para comprender de manera educativa lo relacionado con el sexo. Crecer pensando que el sexo es malo sólo lo rodeará de curiosidad que otro puede aprovechar de manera inadecuada.

4.-Invite a sus hijos a que le cuenten sus dudas, aprenda a escuchar cuál fue su jornada, que actividades realizó, con quien estuvo, qué hizo y sobre todo si hay algo en sus dichos o sus acciones que se salga de la normalidad. Sólo los padres pueden desarrollar cualidades suficientes para entender cualquier cambio en la conducta de un hijo que podría ser víctima de abuso sexual.

5.-Insista que la amenaza nunca es buena, advierta que si es amenazado con hacerle daño a su familia eso no se logrará si él lo denuncia. Estimúlelo a denunciar, a contar las cosas, a advertir riesgos. Explíquele con claridad el riesgo de no contar las cosas .

 

Para que te defiendas

Mónica Fernández

Twitter: @monifernandez

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