El Gobierno reprime, la oposición ignora, nadie resuelve, y 30 mil familias venezolanas siguen viviendo en condiciones tan infames, o más, que las que sufren quienes languidecen en el Parque Naciones Unidas. ¿Puede un país someter a tantas familias a una vida abyecta, sin pagar por ello un alto costo social?
“¿Por qué el Gobierno se atreve ahora a reprimir duramente la protesta de los damnificados? Entre otras razones, porque puede hacerlo impunemente: el Gobierno sabe que para la «ciudadanía democrática» de clase media el de los refugios sencillamente no es tema”
El pasado lunes 26 de noviembre el caos vehicular fue más fuerte que de costumbre. Al volumen de carros, a lo estrecho e insuficiente de la vialidad, al desastre de los huecos y a la ausencia de fiscales de tránsito, esa mañana una protesta de damnificados acabó de convertir en infierno el sector que alguna vez fue llamado, sin ironía, «El Paraíso».
Eran nuestros hermanos que habitan en el refugio que el Gobierno nacional improvisó en las instalaciones deportivas del Parque Naciones Unidas. A ellos los burócratas que fungen como «padrinos» y encargados de esa especie de campo de concentración les pidieron que no protestaran antes del 7 de octubre, «para no echarle paja a la campaña de Mi Comandante». Los damnificados aceptaron, en parte porque muchos en efecto eran simpatizantes del proyecto político que lidera el Presidente de la República y en parte porque el encargado del refugio, un sujeto de apellido Maita, se había presentado varias veces ante ellos armado con un laptop y un videobeam que usó para mostrarles, proyectadas sobre una sabana sucia, imágenes de unas casas que supuestamente eran «sus» viviendas, hermosas estructuras que al decir del burócrata estaban «prácticamente listas» en una de las primeras manzanas del urbanismo «Ciudad Tiuna».
Engañados: no hay casas
…Pero pasó el siete de octubre, el ocho y el nueve, y ni los encargados del refugio ni el «padrino» del mismo (el ministro del Deporte, Héctor Rodríguez) aparecieron por el Parque Naciones Unidas para hacer buenas sus promesas. Ante la horrenda perspectiva de pasar una Navidad más en las terribles condiciones del refugio, los damnificados se movilizaron: En sus indagaciones llegaron hasta la propia «Ciudad Tiuna», donde descubrieron que «sus» casas… No existían!, y que el urbanismo mismo estaba paralizado «indefinidamente». La protesta, entonces, fue inevitable. En esa mañana del 26 de noviembre la Av. Páez fue escenario de lo que sus protagonistas llamaron «una toma socialista», una acción de calle para exigir que el alto gobierno se hiciera presente, a responder por las promesas incumplidas.
Y el Gobierno, ciertamente, apareció. Pero no fue el Presidente de la República, ni el Ministro de la Vivienda. Ni siquiera fue el «padrino» del refugio (funcionario que, al decir de los damnificados, en dos años solo ha ido por allí dos veces, la última por apenas cinco minutos, el tiempo suficiente para decir «Feliz Navidad»). Quienes aparecieron en representación del gobierno «humanista, socialista y de los pobres» fueron contingentes antimotines de la Guardia Nacional que -fuertemente apertrechados con los equipos en los que este gobierno le encanta «sembrar el petróleo»- hicieron su trabajo, dispersando con dureza la manifestación de las mismas personas que antes del 7/O llamaban pomposamente «El Soberano».
Histórico reportaje ciudadano
El resto es historia conocida: los compatriotas damnificados invitaron al Radar de los Barrios a visitar el refugio. Unos funcionarios de Min-Deporte impidieron la visita, pero tal conducta de los burócratas generó una admirable respuesta popular: los propios damnificados hicieron su reportaje en video, creando así una pieza singular de la historia del periodismo ciudadano en Venezuela: el drama de los refugios y la protesta de los damnificados no desde la mirada de los medios, sino desde el propio discurso vital del agraviado. Ese documento salió al aire el viernes 30 de Noviembre en el Radar de los Barrios por Globovision, y por la importancia que tiene como documento será repuesto el próximo viernes 8 de diciembre.
Queda en el aire una duda, una reflexión y una apuesta: ¿Por qué el Gobierno se atreve ahora a reprimir duramente la protesta de los damnificados? Entre otras razones, porque puede hacerlo impunemente: el Gobierno sabe que para la «ciudadanía democrática» de clase media el de los refugios sencillamente no es tema. No es que al Gobierno le importe mucho, pero saber que no tendrá que pagar ningún «costo de opinión» sin duda incentiva la deriva represiva.
Se gesta dolor y resentimiento
El Gobierno reprime, la oposición ignora, nadie resuelve, y 30 mil familias venezolanas siguen viviendo en condiciones tan infames, o más, que las que sufren quienes languidecen en el Parque Naciones Unidas. ¿Puede un país someter a tantas familias a una vida abyecta, sin pagar por ello un alto costo social? ¿Cree alguien de verdad que el drama de los refugios es solo de los damnificados, y además que si los reprimen por protestar «bien hecho, para que sigan votando por Chávez»? Si alguien cree eso se equivoca. Lo que en los refugios se esta gestando es un país de dolor, de justificado resentimiento, de descreimiento absoluto. Un país en el que solo la violencia tiene la primera y la ultima palabra.
Y quienes hoy en el Gobierno, protegidos por sus guardaespaldas y sus carros blindados, o en la clase media, resguardados por sus garitas y sus vigilantes privados, crean estar a salvo de ese país del odio multiplicado que hoy se gesta en los campos de concentración para damnificados, deben desengañarse, porque en ese país no habrá refugio para nadie.
La situación de los refugios demanda responsabilidad de los gobernantes y solidaridad de la sociedad, para que no tengamos, que llorar mañana lo que no supimos pelear hoy.
Radar de los barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @radarmergencia