El delantero peruano marcó el gol que le dio al Corinthians brasileño el título del Mundial de Clubes, al derrotar a Chelsea por la mínima ayer en Japón
El Corinthians brasileño revalidó ayer el título de campeón del Mundial de Clubes de la FIFA tras un encuentro muy igualado y emocionante en el que un solitario tanto del peruano Paolo Guerrero hundió a un Chelsea sin suerte.
El respetuoso y silencioso público que habitualmente puebla las gradas del estadio nipón dio paso a los ensordecedores cánticos de la «torcida» paulista, que en ningún momento dejó de animar a su equipo, creando un ambiente digno de una final.
La mayoría abrumadora de aficionados brasileños en el campo llevó en volandas al Corinthians desde el primer minuto que, con la sensación de jugar en casa, saltó a jugar sin tapujos.
El técnico madrileño del Chelsea, Rafa Benítez, dio la sorpresa alineando al veterano Frank Lampard, recién salido de una lesión, en el centro del campo junto al brasileño Ramires, y ambos no tardaron en cogerle el pulso al partido y comenzar a mover al «Timao».
En un córner botado en el minuto 11, el central Gary Cahill estuvo a punto de inaugurar el marcador con un testarazo que a punto sorprendió a Cassio y borró el nervio inicial paulista.
Con los minutos, el Corinthians volvió a apretar y contó con dos buenos contragolpes del rápido Emerson que neutralizó David Luiz, un baluarte que se mostró en todo momento veloz, conciso y preciso al corte.
Los brasileños confiaban sus opciones a los contragolpes de la peligrosa dupla formada por Emerson y Guerrero, mientras que el Chelsea explotaba sus bandas e intentaba combinaciones imposibles entre Torres, Mata y el habilidoso Hazard, que junto a Cole fue un puñal por la izquierda.
A una buena ocasión del nigeriano Moses, algo lento, respondió en el minuto 35 el peruano Guerrero que, en apenas un palmo de terreno, tuvo tiempo para controlar en el área, darse la vuelta y realizar un disparo que, en semifallo, cayó en los pies de Emerson, que reventó al poste.
El encuentro se tornó vertiginoso con ocasiones en ambas porterías. Tres de ellas muy claras para el Chelsea, una a cargo de Torres tras realizar un control acrobático en carrera, una parada imposible de Cassio tras tiro colocado de Moses y un misil de Mata desde la frontal bloqueado por el seguro guardameta brasileño.
Corinthians no solo llegaba vivo al final de la primera parte sino que logró romper el encuentro y darle a los minutos finales un ritmo de infarto.
La reanudación siguió la tónica del primer tiempo, dando paso a un partido emocionante, físico, sin un dominador claro, con ambos conjuntos al límite en una final abierta.
Pasaban los minutos y la grada rugía con fuerza transformando Yokohama en Sao Paulo y contagiando al equipo, que jugó con descaro y decisión sembrando de dudas el juego de los de Rafa Benítez.
Hasta el minuto 69, cuando en el enésimo intento de los brasileños, Danilo recortó con clase en el área y su disparo se envenenó y cayó en la cabeza de Guerrero, que remachó a la red sin oposición ante el delirio de los hinchas paulistas.
Tras el gol, el Corinthians se encerró en su área para intentar aguantar el marcador. El Chelsea apretó con fuerza y Torres tuvo el empate, en un remate a bocajarro que enmudeció al estadio y milagrosamente detuvo Cassio cuando ya se cantaba el gol.
Con los nervios a flor de piel, Cahill fue expulsado en el último minuto con roja directa tras una fea entrada. Ya el tiempo cumplido el linier acertó al anular un tanto de cabeza a Torres, en la última ocasión antes de que el colegiado pitara el final y el «Timao» comenzara su particular fiesta en el césped.
Con la victoria, Corinthians se convierte en el «mejor equipo del mundo» y alza su segundo título del Mundial de Clubes, tras el logrado en Brasil en el año 2000, convirtiéndose, junto con el FC. Barcelona, en el equipo más laureado de la competición.
El Chelsea, por su parte, fue incapaz de terminar con «la maldición brasileña» en este campeonato, en el que ningún equipo inglés ha podido ganar nunca a uno brasileño.
Los paulistas además rompen la hegemonía europea en este torneo que, en las últimas cinco ocasiones había sido levantado por un conjunto del Viejo Continente.
Monterrey tercero
El Monterrey mexicano logró terminar en tercera posición en el Mundial de Clubes de la FIFA en un partido en el que los egipcios de Al-Ahly carecieron de suerte y sucumbieron ante el oficio y la templanza del conjunto rayado.
El partido se puso nada más comenzar de cara para los mexicanos de Monterrey, que tras ver cómo les anulaban un gol cuando apenas se llevaban 40 segundos de encuentro por fuera de juego, lograron adelantarse en el marcador tras un regalo del Al-Ahly en el minuto 3.
Un balón sin peligro aparente perseguido por el joven Jesús Corona, la gran revelación del equipo mexicano, propició la pifia del guardameta egipcio, que tras chocar con el lateral Moawad dejó el balón franco para que lo empujara a la red el 14 del Monterrey.
Sin un dueño concreto, el partido entró en una fase de tanteo, con el conjunto egipcio decidido a enmendar su error y el Monterrey con ganas de poner tierra de por medio, lo que aumentó el ritmo, la agresividad y las imprecisiones en el centro del campo.
El Al-Ahly apostó por un juego muy directo, rápido por las bandas y descuidado en el centro, mientras Monterrey, incapaz de rebajar el ritmo, esperó agazapado, acumulando hombres en la retaguardia, su oportunidad para matar a la contra el partido.
El equipo egipcio ponía el juego y la presión, y las ocasiones no tardaron en llegar, la más clara con un tiro de Meteab que repelió el poste en el minuto 30.
En las gradas, semivacías en el primer tiempo a la espera de la gran final, los pocos hinchas mexicanos y egipcios que acudieron al encuentro quedaron pronto silenciados por la marea brasileña que poco a poco fue ocupando sus localidades para hacer suyo el campo.
Con los once Rayados en su campo y un Al-Ahly superior, voluntarioso, pero sin suerte, terminó la primera mitad.
Tras la reanudación, el Monterrey siguió sin reaccionar y el Al-Ahly mantuvo su dominio estéril, quemando ocasiones mientras el cansancio comenzaba a hacer mella en los jugadores del conjunto de El Cairo.
Con el equipo egipcio volcado, una doble ocasión de Said y Hamdi, ambas con la gran intervención de Orozco, dio pie a una gran combinación que culminó con un toque sutil el argentino Delgado para poner en el marcador el segundo tanto.