Hugo Chávez está hospitalizado a pocos kilómetros de mi casa. Al menos eso es lo que yo creo. Cuando se trata de la salud del presidente venezolano, los funcionarios cubanos no dicen nada.
Me encontraba fuera de la isla cuando Chávez hizo el anuncio sorpresa de que su cáncer había regresado y que volvía a La Habana para otra cirugía. Pero una semana después, fui al hospital Cimeq. Situado cerca de la casa de Fidel Castro, y conocido por atender a los líderes de Cuba, se encuentra escondido en medio de bosques, campos y enormes invernaderos de plástico.
En la mayoría de los países, si un jefe de estado importante está enfermo de gravedad hay un enjambre de periodistas en la puerta del hospital buscando novedades. Pero fuera de los edificios bajos y anaranjados del Cimeq sólo veo a dos jóvenes soldados en uniforme verde oliva.
Chávez claramente escoge a Cuba por la discreción que le da, además de por sus servicios médicos. Las únicas noticias sobre su situación provienen de comunicados de funcionarios venezolanos, emitidos directamente desde Caracas.
De ellos, hemos sabido que hubo «momentos de tensión» después de la cirugía y que el presidente perdió mucha sangre pero que se está recuperando. Sin embargo, todavía no sabemos qué tipo de cáncer tiene o cuál es su pronóstico.
Las autoridades cubanas han sido aún más comedidas: hubo una declaración del Parlamento, una breve carta de su antiguo mentor, Fidel Castro, en el diario del Partido Comunista, Granma, y cálidas palabras de Raúl ante el parlamento, alabando a Chávez por su valentía.
«¡P’alante!»
Pero en las calles de La Habana la gente habla. Ya pasaron 18 meses desde que Chávez llegó por primera vez a la isla para el tratamiento del cáncer. Los cubanos están acostumbrados a su presencia y a las expresiones constantes de «solidaridad» por la radio estatal.
Han visto que la embajada de Venezuela está envuelta en una bandera enorme y, frente a ella, los coches de la empresa petrolera estatal venezolana, PDVSA, enarbolan el lema: «¡Pa’lante, Comandante!»
Pero esta vez se sabe que Chávez designó a un sucesor antes de viajar, e incluso aunque haya garantías oficiales de que se está «recuperando», están preocupados. «Chávez tiene una importancia enorme para Cuba», me dice una mujer en la empedrada Plaza Vieja de La Habana.
«No sé qué pasaría aquí sin él». «Han pasado 14 años desde que llegó al poder, y aquí las cosas han cambiado mucho», comenta un hombre más joven. «Creo que se recuperará. Eso espero. Ha hecho mucho por nosotros», añade.
Desde que la Unión Soviética se derrumbó hace dos décadas, y junto a ella sus enormes subsidios económicos, ricos en petróleo, la socialista Venezuela se ha convertido en un aliado vital para los Castro con su ayuda financiera a la revolución.
Cuba importa dos tercios de su petróleo de Venezuela. A cambio, unos 40.000 médicos cubanos trabajan allí, además de profesores y entrenadores deportivos, por lo general asignados a los barrios más difíciles. Pero el líder opositor Henrique Capriles dejó en claro durante su campaña para las elecciones de octubre que si ganaba no le iba a «regalar más petróleo» a la isla.
Eso es lo que les preocupa a la mayoría de los cubanos acerca de un mundo sin Chávez, aunque lo digan en voz baja, sin dar sus nombres. «En el período especial hemos tenido cortes de electricidad que duraban horas y horas», recuerda un cocinero de una empresa estatal en La Habana Vieja, en alusión el período después del colapso soviético.
Sarah Rainsford / BBC, La Habana