Sólo han pretendido la inmediatez como criterio para acceder a las mieles del poder
Luchar por la revolución socialista, no es nuevo. Muchos fueron los propósitos que se enmarcaron bajo tal ideal. Desde hace años, la lucha por la revolución no ha cesado. Algunos momentos más intensos que otros. En todos, hubo esfuerzos de aportar razones que contribuyeran a transformar la sociedad. A pesar de la contención de que éstos han sido objeto.
Sin embargo, los intentos han arrojado resultados que, a la final, se han desviado pues el problema perseguido no fue debidamente entendido dada la brevedad de cómo fueron concebidos los procedimientos para allanar el poder. O porque las mezquindades surgidas a lo interno de las respectivas discusiones, dominaron los momentos y la estructura del análisis.
Desde que los lineamientos del plan de desarrollo 2001-2007 aludían a la construcción del camino del cual se depararían los procesos que harían posible «la transición hacia la revolución bolivariana», muchos esfuerzos se extraviaron sin que devinieran en provecho del correspondiente proyecto político.
Buena parte de la culpa debe atribuírsele a quienes sin ser intelectuales de la política, sino groseros operadores, han pretendido llevar adelante tan difícil aventura. Sólo han pretendido la inmediatez como criterio para acceder a las mieles del poder sin mediar otras razones distintas de la manipulación y la especulación.
La revolución socialista que actualmente viene procurándose, no ha sido diferente de anteriores ensayos fracasados en virtud de la precariedad de sus instrumentos. La necesidad de crear y desarrollar al pueblo en armas y de unir las capas revolucionarias para apoyar la insurrección, luce imposible en el contexto de una política cuya correlación de fuerzas exige una vinculación entre propósitos y acciones. Lo demás, es sólo una revolución de papel.
Antonio José Monagas