El Papa Benedicto XVI le concedió este sábado un perdón por Navidad a su ex mayordomo Paolo Gabriele, en una audiencia personal en la prisión donde cumplía condena por robar y filtrar documentos personales, en una de las más graves infracciones de seguridad del Vaticano en años recientes.
Después de 15 minutos de la reunión, Paolo Gabriele salió en libertad y regresó a su departamento de Ciudad del Vaticano, donde vive con su esposa y tres hijos. La Santa Sede le dijo que no podía continuar trabajando ni viviendo en El Vaticano, pero que le iba a encontrar pronto vivienda y un empleo en otro lugar.
«Se trata de un gesto paternal hacia alguien con quien el papa compartió muchos años de su vida diaria», afirmó una declaración emitida por la secretaría de estado del Vaticano.
El perdón concluye un capítulo doloroso y embarazoso para el Vaticano. Fue un escándalo sensacional al estilo de Hollywood, en el cual se expusieron luchas de poder, intrigas y acusaciones de corrupción y relaciones homosexuales en los más altos niveles de la Iglesia Católica.
Gabriele, de 46 años, fue arrestado el 23 de mayo después que la policía del Vaticano descubrió lo que calificó de una «enorme» cantidad de documentos papales en su departamento del Vaticano. Gabriele fue condenado por robo agravado en un tribunal del Vaticano el 6 de octubre y cumplía una pena de 18 meses de prisión en el cuartel de la policía del Vaticano.
El ex mayordomo les dijo a los investigadores del Vaticano que entregó los documentos al periodista italiano Gianluigi Nuzzi, porque pensaba que el pontífice de 85 años no era informado del «mal y la corrupción» en el Vaticano y consideró que al publicarlos podía ayudar a que la Iglesia volviera al redil.
La publicación de los documentos filtrados, que fueron difundidos inicialmente por la televisión italiana y después en el libro de Nuzzi bajo el título «Su santidad: los papeles secretos de Benedicto XVI», estremeció al Vaticano durante todo el año, por tratarse de una devastadora traición al jefe de la Iglesia Católica desde el mismo seno de la familia papal, que exponía un aspecto indecoroso en las altas esferas eclesiásticas.
El perdón papal era ampliamente esperado desde antes de la Navidad, y la reunión en la prisión, en que Benedicto le comunicó personalmente la noticia, recordó la imagen del Papa Juan Pablo II cuando visitó a Ali Agca, el pistolero turco que le disparó en 1981, mientras purgaba condena en una prisión italiana.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, dijo que la reunión fue «intensa» y «personal», y agregó que durante ésta el Papa Benedicto «le comunicó en persona que aceptaba su solicitud de perdón y le conmutaba su sentencia».
Ninguno de los documentos ponía el riesgo al papado, pero al parecer su principal objetivo era desacreditar al secretario de estado, el cardenal Tarcisio Bertone, la persona de mayor confianza de Benedicto. El robo destruyó la confidencialidad que siempre ha reinado en la correspondencia con el Papa.
Gabriele ha insistido en que actuó solo, pero persiste la duda de que otras cabezas podrían caer. Técnicamente la investigación penal sigue abierta. Un experto en computadoras del Vaticano, Claudio Sciarpelletti, fue convicto el 10 de noviembre de ayudar y de proteger a Gabriele. Su condena de dos meses fue suspendida.
AP