«¿Qué dolor es ese?». Con esa inquietud el líder cubano Fidel Castro instó al presidente Hugo Chávez a someterse en junio de 2011 a exámenes con los cuales le detectaron un cáncer, que provocó un deterioro de su salud poniendo en vilo a Venezuela por la posibilidad de que no pueda volver a gobernar.
«Yo no encontraba cómo quitarme de encima los ojos de águila de Fidel, ‘qué te pasa, qué dolor es ese’ y empezó a preguntarme como un padre a un hijo (…) y empezó a llamar a médicos y (pidió) opiniones, tomó el mando», contó Chávez el 1° de julio de 2011, un día después de hacer pública su enfermedad.
Al final de una gira por Brasil y Ecuador, el mandatario venezolano había llegado semanas antes a La Habana apoyado en un bastón para tratarse un dolor en la rodilla izquierda. Así, exámenes posteriores ordenaron de urgencia dos cirugías: una por un absceso pélvico y otra para extraer el tumor cancerígeno, que, según dijo, era «casi como una pelota de béisbol».
Castro, considerado por Chávez como su padre político, se convirtió, en sus propias palabras, en su «médico superior», acompañándolo durante las sesiones de quimioterapia que siguieron en La Habana, prácticamente su único sitio de tratamiento, si bien el expresidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva y la actual mandataria Dilma Rousseff le sugirieron que se tratase en el renombrado Hospital Sirio Libanés de Sao Paulo.
El mandatario, de 58 años, nunca dejó el poder, que ejerce desde el 10 de enero de 1999, y ha seguido enviando instrucciones de gobierno desde Cuba, mientras aprovechaba su convalecencia para pensar y leer, entre otras obras «Así habló Zaratustra», de Friedrich Nietzsche.
«En Cuba se le garantiza dos cosas primordiales para el gobierno: seguridad y administración política de la información», señaló a la AFP el sociólogo Ignacio Ávalos.
En pocas semanas, Venezuela observó un cambio radical de su presidente: Chávez aparecía en público con menos frecuencia, pronunciaba discursos más breves y cambió sus horarios nocturnos por una saludable actividad matutina y una dieta con más frutas y menos café.
Además, el lema «Patria, Socialismo o Muerte», que había defendido por años como grito de guerra, se transformó en un optimista «viviremos y venceremos».
Su buen humor no se vio afectado, incluso cuando apareció en agosto de 2011 con el rostro más hinchado y la cabeza totalmente calva por la quimioterapia, lo que fue «la confirmación» de la enfermedad para muchos venezolanos, aun escépticos y presos de rumores tras la escasa información oficial sobre la salud del presidente, según Ávalos.
Intentando desmentir los «morbosos» reportes sobre un agravamiento de su salud, Chávez apareció en público un mes después en el palacio presidencial de Miraflores, en Caracas, enfundando un guante de béisbol y con una pelota con la que realizó varios ejercicios, acompañado de algunos de sus ministros.
Y mientras sus seguidores realizaban decenas de ceremonias religiosas por su salud, incluyendo ritos indígenas y afrovenezolanos, el mandatario confesó estar en «proceso de renovación espiritual».
En octubre de 2011 Chávez declaró superada la enfermedad, pero sus problemas de salud reaparecieron seis meses después, cuando anunció que debía regresar a Cuba para someterse a una cirugía de extracción de otro tumor ubicado en la misma zona del primero, sin dar más detalles. Antes de partir aseguró que volvería «con más vida que nunca».
Obligado a someterse a cinco ciclos de radioterapia, el mandatario extendió sus temporadas en La Habana, aunque permaneció muy activo escribiendo mensajes en su cuenta de Twitter, cuyo uso potenció durante sus convalecencias.
Tras volver en una oportunidad a la ciudad de Barinas (en su estado natal del mismo nombre, suroeste), un emocionado Chávez conmovió a sus familiares cuando pidió vivir por más tiempo, en una ceremonia religiosa durante la pasada Semana Santa.
«Le digo a Dios si lo que uno vivió y ha vivido no ha sido suficiente, sino que me faltaba esto (la enfermedad) bienvenido, pero dame vida, aunque sea vida llameante (…), dame vida porque todavía me quedan cosas por hacer por este pueblo», pidió Chávez, que lloró durante la misa.
Pero a inicios de junio pasado, el mandatario afirmó que estaba «libre» de la enfermedad, una semana después de inscribir su candidatura para las elecciones presidenciales.
Tras una campaña atípica para el enérgico líder, que caminó poco y realizó discursos cortos -aunque en alguna oportunidad apareció bailando y cantando con sus seguidores-, Chávez fue reelecto para un tercer mandato de seis años con una holgada victoria con 55% de los votos ante el opositor Henrique Capriles Radonski en octubre.
Sin embargo, luego del triunfo, admitió que había sentido los efectos de la enfermedad durante la campaña y que «hizo un 10% de lo que sin radioterapia hubiera hecho». «En verdad yo fui a boxear con la mano zurda amarrada y con una pierna amarrada, brincando en un solo pie», acotó.
Tras someterse a nuevos exámenes en Cuba, Chávez anunció el 8 de diciembre una nueva recaída del cáncer y una nueva intervención quirúrgica en la isla, y nombró a su vicepresidente Nicolás Maduro como su heredero político en caso de quedar inhabilitado por la enfermedad.
Después de esta última operación, el presidente sufre una «severa infección pulmonar», según el gobierno, y no ha aparecido en público o en fotografías desde entonces. El país, que espera su toma de posesión para un nuevo periodo de seis años, el 10 de enero, se mantiene mientras tanto en la incertidumbre.
«Hasta un 50% de los decesos de enfermos afectados de tumores sólidos es provocado directamente o indirectamente por infecciones», según una presentación del Doctor Thierry Berghmans, del hospital Instituto Jules Bordet de Bruselas.
AFP