«Por supuesto que el tango no cura en sí; pero en la hora que dura la clase los pacientes están concentrados en bailar y cuando se relacionan en el baile, no hay alucinación, no hay delirio, hay concentración para entrar en el paso»…
«El tango es especial por el abrazo, porque genera como una conexión amorosa», dice a la AFP Silvina Perl, coordinadora del taller de tango del neuropsiquíatrico Borda, uno de los centros de salud de Buenos Aires donde el tradicional baile del Río de la Plata se aplica como terapia.
«Por supuesto que el tango no cura en sí; pero en la hora que dura la clase los pacientes están concentrados en bailar y cuando se relacionan en el baile, no hay alucinación, no hay delirio, hay concentración para entrar en el paso», dice la licenciada en Psicología.
El Borda es un hospital público neuropsiquiátrico para hombres aunque a las clases de tango también acuden mujeres que colaboran con la profesora en la enseñanza de la difícil técnica del baile a unos 20 pacientes, que van desplegando los pasos en un ambiente relajado y tranquilo.
También en el hospital público Ramos Mejía de Buenos Aires funciona un taller de tango, cuya meta es mitigar el vacío que se genera en los adultos mayores cuando dejan la vida laboral activa.
«Cuando los adultos mayores dejan de trabajar entran en una especie de limbo con mucho tiempo de sobra y es común que caigan en el sedentarismo, pero a través del tango pueden reintegrarse a una vida social activa», señala a la AFP Alba Balboni, de 67 años, coordinadora del proyecto surgido en la unidad de geriatría del hospital, pero en el que también participan jóvenes.
La frase popular en Argentina y Uruguay, «el tango se baila de a dos», que se utiliza para explicar que en un determinado conflicto la responsabilidad es compartida, entre los pacientes del Borda parece ser la base del efecto terapéutico.
«El criterio para tratar la psicosis a partir del tango es porque logramos establecer un lenguaje, que es el lenguaje del baile del tango: obliga al psicótico a relacionarse con el otro, algo que no sucede en su mundo, que está vinculado a su propio quehacer psíquico, en el cual el otro no existe», explica Perl.
«No hay tango sin el otro. Y si además, no coordina el baile, entonces no hay baile. Si no se baila con otro, no se baila tango, y se baila tango con determinadas reglas, que es el paso, la figura, el dibujo», señala la profesional al explicar la posibilidad de conexión que provoca ese ritmo en un paciente sumido en su propio mundo, el único existente para él.
«La diferencia del tango con otros géneros es el abrazo, es como una conexión amorosa», insiste la profesional, mientras irrumpe el ritmo del dos por cuatro y mágicamente los pacientes del Borda se disponen a buscar su pareja.
La sala del hospital Ramos Mejía donde suena la música de Carlos Gardel es como un páramo al que se llega luego de atravesar pasillos atestados de pacientes y médicos y enfermeros que van y vienen presurosos para atender las consultas.
«El tango tiene muchos beneficios para la gente de la tercera edad, es como una llave mágica, pero fundamentalmente es la magia del abrazo en el baile», añade Balboni, una psicoterapeuta que vivió 33 años en Estados Unidos.
La profesora se concentra en enseñar la complicada rutina de los pasos sobre todo a los más novatos, la mayoría cohibidos porque sus cuerpos y sus rostros, aunados a través del abrazo, se contactan con compañeros de danza poco conocidos, una peculiaridad casi exclusiva del tango.
«De a poco nos acostumbramos al abrazo. En las academias hacen más hincapié en la coreografía, nosotros en el contacto», dijo a la AFP Federico Tressero, de 65 años, luego de la clase semanal en el hospital.
«El tango es especial por el abrazo, porque genera como una conexión amorosa», dice a la AFP Silvina Perl, coordinadora del taller de tango del neuropsiquíatrico Borda, uno de los centros de salud de Buenos Aires donde el tradicional baile del Río de la Plata se aplica como terapia.
La frase popular en Argentina y Uruguay, «el tango se baila de a dos», que se utiliza para explicar que en un determinado conflicto la responsabilidad es compartida, entre los pacientes del Borda parece ser la base del efecto terapéutico.
Oscar Laski / AFP