Hasta tanto los venezolanos no cambiemos y asumamos que en el valor de nuestro trabajo está la clave para dejar en el pasado los tormentosos niveles de delincuencia, inflación y servicios públicos colapsados nada de eso cambiara, seguiremos viviendo en el tercer mundo.
Lo económico determina lo social, así lo infirió el viejo Marx. Lo económico no debe ser sesgado bajo la visión estrictamente capitalista, sino el aprovechamiento de las potencialidades que se tengan y su correcta administración. Partiendo desde esa premisa recalcamos que Venezuela es un país inmensamente rico pero pésimamente administrado, desde hace mucho tiempo.
Nuestro país posee en demasía los tres elementos potenciadores de desarrollo y alta calidad de vida; riquezas naturales, tierras fértiles y un sin fin de maravillas turísticas, cualquier país que tenga solo una de ellas podría ostentar una calidad de vida envidiable, Venezuela posee las tres.
Existe un falso mito que trata de asentar en la siquis social que los medios de producción privados es atentatorio contra la sociedad, especialmente para la clase trabajadora, ello es tan mediocre como falso, en todo caso, es el Gobierno a través de sus instituciones quien pudiera permitir las secuelas inducidas por explotación laboral, especulación y demás males, porque el gobierno es quien debe velar por el orden, fijémonos en los países que hoy exhiben alta calidad de vida a sus conciudadanos y observemos como todos basan su economía en un fuerte sector privado irrestrictamente apegado a derecho.
El petróleo ha sido nuestro cáncer, algo que está en nuestro subsuelo ha castrado nuestra capacidad productiva, hasta llegar al colmo de importar más del 70% de lo que consumimos en el país.
Hasta tanto los venezolanos no cambiemos y asumamos que en el valor de nuestro trabajo está la clave para dejar en el pasado los tormentosos niveles de delincuencia, inflación y servicios públicos colapsados nada de eso cambiara, seguiremos viviendo en el tercer mundo.
La educación es la clave, sin lugar a dudas, pero somos tan afortunados que hasta que ella pueda irse consolidando correctamente el desarrollo del turismo pudiera brindarnos resultados inmediatos, generando empleo e ingresos incalculables a cientos de miles de familias, así como al Estado.
Ahora bien, hasta que dejemos el suicidio colectivo que resulta alabar a nuestros gobernantes y veamos en ellos empleados obligados a ofrecernos resultados palpables (no solo en estadísticas) Venezuela no podrá cambiar.
¿Qué le espera a Venezuela? Dos realidades, la primera continuar dependiendo del petróleo y seguir alabando a nuestros gobernantes haciendo que todo siga como va, o terminar de comprender que lo único que a Venezuela le hace falta es que sus habitantes sean ciudadanos.
Leandro Rodríguez Linárez