El año 2013 se abre con presagios de dificultades, pero también de posibles salidas positivas, para el mundo en general y para Venezuela
A escala global, se pronostica la prolongación de serios problemas del pasado: el cambio climático, la crisis económica y social, y los reajustes del equilibrio geopolítico. En América Latina se vislumbra la continuación de una situación promedio de crecimiento moderado pero sostenido en el marco de una economía de mercado y de gobiernos representativos con la excepción de Venezuela y Cuba, víctimas de sus ensayos voluntaristas.
Al lado de Brasil, y como su rival por el liderazgo de la región, se perfila México, vigorizado por su pacto de unidad nacional en torno al programa de Enrique Peña Nieto.
A pesar del momentáneo retroceso de la causa democrática venezolana en las elecciones regionales del 16 de diciembre, abrigamos un razonado optimismo con respecto al porvenir del país.
En primer lugar, nos espera un período de saludables dificultades económicas que nos harán sufrir a todos pero sobre todo al gobierno, que perderá su capacidad de ejercer un asistencialismo paternalista, pretendidamente inagotable, dentro y fuera de las fronteras nacionales.
Con la mengua de la dádiva material, también decrecerá el «amor», tanto más cuando se haga definitiva la desaparición política del carismático líder que hasta hoy lo emana y lo recibe. Un futuro «chavismo sin Chávez» no parece posible, pues ninguno de los sucesores designados o posibles posee la «auctoritas» necesaria para mantener la cohesión oficialista.
Las hondas fisuras ya existentes entre un sector civil socialista-estalinoide, un sector militar nacionalista (sólo «disfrazado» de rojo), y un sector boliburgués plutócrata, seguramente tenderán a profundizarse en una coyuntura postpersonalista. Sin embargo, nos preocupa la oposición.
Deberíamos superar con rapidez nuestra transitoria imagen de irresolución y de divisionismo. Ante la perspectiva de nuevas elecciones, creemos que Capriles Radonski debe ser ratificado ya como futuro candidato presidencial, ya que él ha demostrado poseer las cualidades necesarias y parece faltar tiempo y ambiente para nuevas primarias.
Debe cesar perentoriamente la necia pelea entre políticos «viejos» y «nuevos». Y debe declararse, por la primera vez con claridad y vigor, que proponemos un viraje del país, de un «socialismo» que todavía esdialécticamente prematuro e imposible (nadie lo sabe mejor que los verdaderos marxistas), hacia un régimen democrático con economía mixta aceptable tanto para los demócratas de centroizquierda como para los de centroderecha donde el Mercado y el Estado, la iniciativa privada y la regulación pública, trabajen mano en mano por un crecimiento productivo combinado con inclusión social.
Demetrio Boersner