Con el paso de los años, la esencia de una ciudad libre para el disfrute de sus caraqueños se ha visto amenazada ante el crecimiento vertiginoso de la población y un plan masivo de construcción de viviendas totalmente divorciado de cualquier iniciativa dirigida a potenciar las principales vías expresas y de un sistema de transporte público de calidad acorde a la realidad.
Actualmente en Venezuela existe un parque automotor que supera los 5 millones de vehículos a nivel nacional, de los cuales aproximadamente 2 millones circulan en la ciudad capital, cifra que si la combinamos con el crecimiento demográfico poblacional, específicamente en la Gran Caracas con la misma estructura vial nacida en la era cuarta republicana (años 60), nos lleva hacia un resultado poco alentador de cara a las venideras generaciones y al disfrute del derecho a la ciudad bajo un ambiente seguro y ecológicamente equilibrado.
Aquella visión premonitoria abanderada por Antonio Guzmán Blanco en función de transformar una ciudad ideal para el crecimiento y el desarrollo inspirada sobre los cimientos de una arquitectura inclinada a los encantos franceses, contrasta con lo que nos ofrece una nuestra adorada Caracas, la reina del Warairarepano hoy más que nunca se resiste a ser sepultada bajo una jungla de concreto y anarquía donde los planes de desarrollo urbanístico y de ordenamiento territorial brillan por su ausencia. Existen iniciativas que han surgido desde el Gobierno Nacional y de las Universidades que muestran buenas expectativas, no obstante y conforme a las dimensiones que abarca el problema, es obligatorio que estas políticas sean implementadas de manera articulada involucrando a todos los organismos en sus distintos niveles, donde la participación de las comunidades en ejercicio del poder local, puedan definir el rumbo de una ciudad donde ya no cabe ni un alma más.
Al borde de un colapso cardiaco
Expertos en materia urbanística afirman que con el crecimiento vertiginoso del parque automotor coloca a nuestras vías en un estado “clínicamente crítico” al ser comparadas con nuestro sistema circulatorio, el resultado es fácilmente previsible, una ciudad potencialmente infartada. Cuáles son sus síntomas? Veamos:
El deterioro progresivo de las unidades de transporte público (busetas y microbuses) es cada vez más notorio, generando daños ambientales que repercuten sobre el derecho humano a la salud.
la contaminación atmosférica a consecuencia del monóxido de carbono que despiden estos vehículos en mal estado están a la orden del día.
A este deterioro se le suma la falta de mantenimiento de las unidades, a consecuencia de la escasez de repuestos mayormente generados por el régimen de control cambiario. Mientras más circulen vehículos en mal estado aumenta la probabilidad de que se queden accidentados, incidiendo gravemente en el problema.
Es inconcebible que el estado de las vías esté en tan deplorables condiciones, en todos los municipios existe un verdadero drama con la situación de los huecos y grietas en calles y avenidas. Las Mercedes, Chacao, la Av. Andrés Bello y El Valle merecen especial tratamiento.
El orden público en las vías es combatido por la anarquía y el irrespeto tanto a las leyes como a las autoridades.
Salud y calidad de vida en Luz Roja
En materia vial, la luz roja está asociada al hecho cierto de detenernos con el fin de permitir el desplazamiento de nuestros pares que bien merecen el mismo derecho a transitar libremente. Pero ése detenimiento no solo se hace visiblemente palpable en las arterias viales de la ciudad, sin darnos cuenta nuestra calidad de vida se va consumiendo de cola en cola, si bien existe voluntad política para corregir los errores desde las máximas autoridades en materia de tránsito y transporte terrestre, es necesario diseñar un engranaje entre Gobierno Central y todos los municipios del país que se traduzca en resultados favorables para el colectivo.
Desde esta ventana he elevado mis críticas ante la mora que hasta hace un par de años mantenía el Ejecutivo con un pueblo ávido de vivir con dignidad, muy bien, hoy me enorgullece ser testigo cercano de ciertos avances tejidos por la revolución en esta materia, no obstante, es alarmante que no exista ni una sola señal que permita abrigar la esperanza de construir nuevas vías para más familias, para más escuelas, para más vehículos, en definitiva para una ciudad que así lo reclama y que bien lo merece tras el curso de sus 445 años de fundada; el buen vivir no puede sostenerse sobre la idea de otorgar viviendas cargadas de quimeras y sueños intangibles, también es necesario incluir además de un sistema de transporte público de calidad incorporar de manera colateral un sistema nacional de prevención y mitigación de riesgos, el cual será objeto de una próxima entrega.
Los niveles de desplazamiento vehicular han llegado a niveles dramáticos. La velocidad promedio en la ciudad alcanza los 12 km/h. situación que coloca en jaque a la calidad de vida de miles de conductores.
Motorizados tomen conciencia
Aunque no todos son iguales, la falta de conciencia al volante genera desconfianza y animadversión por parte de transeúntes y el colectivo vial. Gracias al caos generado por la negligencia, impericia e inobservancia de reglamentos así como la ausencia de sanción por parte de las autoridades viales, un 80% de las camas de nuestros hospitales están ocupados por motorizados víctimas de politraumatismos. Cada día al menos 5 motorizados están involucrados en algún accidente de tránsito. Ustedes ya han convertido este problema en un tema de Salud Pública Nacional.
EN MORA CON LA JUSTICIA/ Germán José Mora Medina
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