Como no montan sus obras, el primer actor Freddy Pereira se queja por tal silencio y cuenta cómo conoció al dramaturgo y al hombre
A cuatro meses de la muerte de Rodolfo Santana, el actor Freddy Pereira pregunta, desde San Cristóbal, qué se hace en Caracas para preservar la memoria de tan importante dramaturgo. De la extensa conversación queda este resumen que ofrecemos a los lectores, porque es parte de una campaña que iniciamos para que su teatro siga en las salas venezolanas.
Profundo aprendizaje
-¿Qué hacer para salvar el teatro de Santana?
-Difícilmente puede perderse el legado de Santana. Ha dejado buena parte de sus obras publicadas; ahora, respecto a lo que está sin editar, resulta un tanto complicado. Roberto, el hijo de Santana, me ha dicho que “la computadora de mi padre es un océano”. El mismo Santana me confesó en varias oportunidades que tenía más de 200 obras escritas, tal vez lo decía hiperbolizando en un afán de competir consigo mismo. En todo caso, sus manuscritos y la computadora pudieran decir la realidad. Habría que nombrar una comisión de notables para investigar a fondo. Una de esos podría ser Roberto J. Lovera De Sola -en primer lugar-, crítico literario y amigo de Santa, otro pudiera ser Leonardo Azpárren Giménez, crítico e investigador teatral; el dramaturgo Néstor Caballero y tú mismo, como crítico teatral. Queremos escuchar sus propuestas. En realidad, mi relación con Santana fue siempre de profundo aprendizaje. Él es mi verdadera escuela. Con él descubrí los secretos de la interpretación y las piruetas de la dirección teatral y aunque algunas veces tuvimos diferencias, todo se manejaba desde la hermandad. A él debo mi carrera y quiero seguir encarnado sus personajes.
-¿Cómo conoce a Santana y cómo era la relación?
-En 1977, recorrí con Néstor Caballero y Raymundo Mijares toda la Isla de Margarita y Coche, presentando “La historia del zoológico” de Edward Albee, luego viajamos a San Cristóbal. En 1979 regresamos a Caracas y realizamos tres películas en súper 8, el formato de moda en esa época. Fue cuando vi “El animador” y “Losancianos” en la Sala Rajatabla, escritas y dirigidas por Santana, y pensé que era con él y no con otro, con quien había que trabajar. En los 80, Santana estrenó en el Teatro Alcázar, “Gracias José Gregorio Hernández y Virgen de Coromoto por los favores recibidos” y llegué a la conclusión que estaba asistiendo a un milagro teatral. Aquella obra representaba para mí lo máximo. Decidí hablar con Santana. Lo esperé a la entrada del teatro y le pedí permiso para tomar fotografías de la obra. Le dije que yo era artista plástico y que el tema de José Gregorio me interesaba pues estaba trabajando con los mitos religiosos populares venezolanos -cosa totalmente cierta- pues yo no había abandonado la pintura, incluso, había enviado al Salón Michelena de Valencia varias obras sobre ese tema, donde a uno de estos cuadros, llamado “El siervo de Dios”, le había sido concedido un premio y estaba por realizar una exposición sobre estos mitos religiosos en la Galería Mendoza de Caracas. Tomé cerca de 50 fotos en dos funciones de “Gracias por los favores recibidos…” y a los dos días se las llevé a Santana con la invitación para mi exposición. Recuerdo que aquel domingo entró a la galería, recorrió la exposición por cerca de media hora, se acercó a mí, me abrazó y me dijo que él no sabía que tenía un hermano pintor. Aquello fue para mí revelador y acto seguido, le dije que yo lo que quería era trabajar con él.
-¿Trabajar cómo? , me preguntó.
-Yo también soy actor.
–Y… ¿dónde actúas?
-Tengo montada, “La historia del zoológico” y voy a presentarla en la Universidad Francisco de Miranda este miércoles que viene a las 12 del día.
-No sabía que eras actor… ¿y quién dirige?
-Yo mismo, le respondí con propiedad.
Se quedó pensativo y agregó:
-Hermano, parece que eres una cajita de sorpresas.
-Acudió el miércoles a las 12 en punto a la sala de la universidad y se sentó en primera fila. Le dije a Mijares, quien encarnaba a Jerry, que se amarrara los pantalones, porque allí estaba Santana que había venido a vernos. Fue una función que agradeceré siempre. Al final, Santana subió al escenario, nos abrazó con fuerza y me dijo: “Hermanito, efectivamente usted es una caja de sorpresas”.
-A los dos días, me llamó por teléfono y me dijo que quería montar conmigo su obra “La empresa perdona un momento de locura”. Allí comenzó para mí la verdadera historia del teatro. Montamos “La empresa…” en dos meses, con Carlota Sosa, que por cierto, era la primera vez que trabajaba en teatro, luego de haber hecho un taller con Enrique Porte. Estuvimos un año recorriendo al país. También comenzó allí mi carrera en el cine con el guión que hizo Rodolfo para la película “Retén de Catia”, dirigida por Clemente de La Cerda. Hicimos luego “La empresa perdona…” con Dalila Colombo, con quien la tuvimos por cerca de ocho años y viajamos a festivales y giras internacionales. Santana me dirigió en “El animador”,“El ejecutor”,“Fin De round”,“Con los fusibles volados”, “Crónicas de la Cárcel Modelo”, (obra que no llegó a estrenarse),y me entregó vírgenes los libretos de“Encuentro en el parque peligroso” y “Mirando al tendido”, esta última la estrenamos en Italia, en el Festival de Dramaturgia “Tra Siena y El Chianti”. Santana fue invitado y dirigió la obra con Mijares en el papel de El Toro y yo como El Niño.
Extraño debut en Barcelona
Freddy Pereirallegó al teatro sin proponérselo. Siempre fue pintor. A los 14 años había decidido serlo, pues desde niño tuvo inclinación por el dibujo. En el año 1975, (tenía 27 años) y habiendo hecho carrera como artista plástico, en Anzoátegui, conoció a Kiddio España, y él – director del Grupo de Teatro Estable de Barcelona- le propuso trabajar en el montaje de “Muertos sin sepultura” de Sartre. “Yo jamás había estudiado teatro y ni me pasaba por la cabeza ser actor. Cuando Kiddio me planteó el asunto, lo pensé y comencé a asistir a las lecturas y comprobé que no leía tan mal. Recuerdo claramente el día que Kiddio comenzó a mover los personajes y cuando me tocaba decir mi parlamento me quedé con las palabras en la boca, haciéndome un nudo que me aprisionó los dientes y me los amarró a la garganta sin posibilidad de respirar. No hablaba, me había quedado completamente mudo. Unos dos meses después recuperé el habla, con tratamientos médicos y hasta ayudado por un brujo. Me incorporé a mi trabajo en el Ateneo de Barcelona diciendo que había hecho un viaje a San Cristóbal por la salud de un familiar que se había quedado mudo. Por otra parte, Kiddio me llamaba todos los días insistiendo y por esa insistencia le debo esta profesión. Regresé a los ensayos. Todos se mostraron dispuestos a ayudarme y sin saber cómo, en tres meses hice un personaje que fue objeto de respeto y hasta de buenas críticas
EL ESPECTADOR
Edgard Antonio Moreno Uribe
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