Al parecer cuando Raúl Castro afirmó que Venezuela y Cuba eran “la misma cosa” no se alejó mucho de la realidad. Al menos así lo asume la alta dirigencia oficialista que no tiene reparo en ir a buscar las líneas que desde La Habana baja “El comandante” sobre la política interna venezolana. Ellos no se dignan a aclararle al pueblo con cuál “comandante” se reúnen, pero las pocas fotos que saca la prensa los muestran junto a Fidel o Raúl, mientras del presidente electo no se sabe nada, solo lo que le permiten al ministro de desinformación decir.
Unos afirman que van todos los días, otros que viajan con frecuencia, lo cierto es que estamos frente al traslado De hecho de la capital administrativa a La Habana. Nunca nadie se atrevió a reemplazar a Caracas en su definición constitucional como sede de los poderes públicos, al menos en estos términos no. En la historia reciente encontramos el caso del dictador Juan Vicente Gómez, que tanto fue su amor por Maracay, que hasta mudó su despacho a la capital aragüeña. Pero señores, seguía siendo suelo venezolano, ni por la mente le pasó a algún presidente secuestrar la institucionalidad del país en manos de extranjeros y menos de quienes la historia reconoce como los únicos en emprender una invasión contra el país: Cuba invade a Venezuela en 1967 por Machurucuto.
Es que hasta las visitas oficiales de mandatarios extranjeros ahora son en La Habana, muchos tampoco aclaran con quién lograron entrevistarse, otros han reconocido no ha sido posible ver al presidente electo, pero lo cierto es que quien quiera tratar un asunto sobre Venezuela antes debe hacer escala en el Caribe, en el peaje que nos implantaron Los Castro. Nunca antes nos sentimos tan despojados de nuestro destino, nunca antes sentimos tanta vergüenza de quienes dicen defender la soberanía y actúan como entreguistas, mandaderos de una dictadura caribeña.
Mientras nos siguen tratando como súbditos, parte del dominio continental de Cuba, nos quieren hacer creer que las cosas marchan con total normalidad, cuando nada está normal y ni puede estarlo. Cuando lo único que tiene continuidad en Venezuela es el abuso, el que ha permitido que sigan ejerciendo el poder con soberbia, aferrándose a una legitimidad que no les pertenece. Haciendo designaciones inconstitucionales con firma electrónica, violando la carta magna, pero también toda ley moral y ética.
En este contexto donde los únicos que no podemos decidir sobre el futuro del país somos los venezolanos, todo el mundo se ha metido a opinar y hasta insultos hemos tenido que aguantar por exigir información y respeto. Mientras en el club de amigos que llaman Organización de Estados Americanos (OEA) quien se atreve a opinar en contra sobre la voluntad de Los Castro inmediatamente es cayapeado, porque la cayapa es buena siempre que tenga el visto bueno de La Habana, siempre que vaya en contra de la democracia y en defensa de los gobernantes.
Pero la mentira tiene patas cortas, tarde o temprano tendrán que hablarle al pueblo con la verdad, cuando el silencio sea insostenible. Allí se caerán las mascaras y este pueblo que aguanta callado hoy, les pedirá explicaciones, no excusas, no insultos. Les exigirá respuestas y créanme habrá muchas preguntas que responder. Confiemos en el tiempo, hoy es nuestro aliado y su peor enemigo.
Brian Fincheltub
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