Si bien varios análisis epidemiológicos habían sugerido que las personas que duermen mal suelen tener sobrepeso y una peor resistencia a la insulina, esta reciente investigación es la primera en mostrar la base molecular que vincula el sueño y la obesidad
Si te has esforzado haciendo dieta y has seguido las recomendaciones de practicar ejercicios, pero incluso así no has conseguido eliminar esos kilos que te molestan, quizás te hace falta algo más para lograr tu objetivo: dormir bien.
De acuerdo a los resultados de un estudio, publicado recientemente en la revista Annals of Internal Medicine, sin un adecuado descanso, las células grasas responden peor a la insulina, lo que podría conducir al sobrepeso y a la diabetes.
Si bien varios análisis epidemiológicos habían sugerido que las personas que duermen mal suelen tener sobrepeso y una peor resistencia a la insulina, esta reciente investigación es la primera en mostrar la base molecular que vincula el sueño y la obesidad.
«Hemos encontrado que las células grasas (o adipocitos) necesitan ‘dormir’ para funcionar adecuadamente», afirmó Matthew Brady, uno de los autores del estudio, profesor de medicina y vicepresidente del Comité de Metabolismo Molecular y Nutrición de la Universidad de Chicago.
Aunque la grasa no cuenta con buena fama, tiene una importante función en el cuerpo humano. Las células de este tejido se encargan de almacenar de forma segura los lípidos (las moléculas grasas), pero cuando estas células dejan de responder a la insulina del organismo empiezan también a realizar peor su trabajo de almacenaje y los lípidos quedan en el torrente sanguíneo, lo que supone un estado previo a la diabetes tipo 2, resume el sitio elmundo.es.
Para el estudio, se pidió a los voluntarios que pasaran cuatro noches consecutivas durmiendo ocho horas y media y otras cuatro noches descansando sólo cuatro horas y media. La ingesta alimenticia fue estrictamente controlada y todos estuvieron bajo las mismas condiciones. A los participantes, también se les extrajo sangre, para realizarles un test de glucosa (que mide la sensibilidad a la insulina), y una biopsia, para extraer células grasas de su abdomen y analizarlas en el laboratorio.
Lo que se comprobó es que después de las cuatro noches en las que los voluntarios durmieron poco, sus células grasas tenían una sensibilidad a la insulina un 30% menor, debido a que estas células realizaban peor la fosforilación (una reacción química) de una proteína denominada Akt, crucial para la respuesta a la insulina. Esta reducción (del 30%) es comparable a la diferencia que se da entre las células de una persona obesa y las de una persona delgada o la que se observa en las de una persona con diabetes y otra sin este trastorno.
La única crítica que, hasta ahora, ha recibido este estudio es que fue realizado con sólo siete voluntarios, jóvenes y sanos.
Agencias