Ese fue siempre su saludo desde que le conocimos por los años ’70 y comenzamos a labrar una amistad de la que nos honramos, porque se extendió al seno de nuestras familias: «hola compañero, como le va»… Y es que Igor Camacho Ostos fue eso, un cultivador de la amistad, que dejó de lado cualquier motivación de orden político, social o religioso.
En el plano profesional destacó en el área del diseño gráfico, y cuando no se conocían en el actual modernismo esa «magia» de los software que hacen «maravillas» en las páginas de los medios impresos, ya Igor ponía su imaginación y empeño para que la creatividad fuera de la mano de un determinado trabajo periodístico, como se puso de manifiesto al momento que la periodista Iraida Rojas, en su tiempo de jefa de redacción de La Región, le encargara pulir gráficamente un trabajo sobre el Congreso Mundial de Embusteros, que se aprestaba a publicar bajo la colaboración del número 1 de los coberos de los altos mirandinos, Salvador «Chito» Aguilar.
Compartimos responsabilidades en la redacción de La Voz, donde su inolvidable sonrisa, sus chistes dentro del marco de su permanente buen humor, dejaban atrás los estresantes momentos que caracterizan la profesión del periodista. Además son inolvidables los ratos de esparcimiento dentro de la seriedad que se ejerce en un estudio de radio llevando información y entretenimiento a miles de radioescuchas, en un principio desde Radio Industrial 1.160 AM, la pionera de la radiodifusión en Guarenas-Guatire y más reciente cuando su versatilidad y veteranía en el micrófono le retribuyeron una singular audiencia en el programa Magazine 93.7 que compartía con Freddy Blanco por Copacabana Stereo 93.7 FM. Recordamos asimismo como la parca nos rozó cuando el aterrizaje de emergencia del helicóptero donde nos desplazábamos a cubrir las inundaciones de junio de 1979 en Charallave, por poco devino en tragedia en medio de una granja avícola en Santa Lucía del Tuy: ¡Qué vaina compañero, por poquito la estamos contamos! espetaba en medio de su buen humor en medio de la mirada de asombro del experimentado piloto Oscar Nutz. Poco tiempo después, el 5 de diciembre de 1980 nos correspondía dar la primicia nacional cuando asaltantes, para apoderarse de 7 millones de bolívares que llevaba el Servicio Panamericano de Protección, secuestraron un avión DC9-50 de la Línea Aeropostal Venezolana, que con 104 personas a bordo cubría la ruta Porlamar-Maiquetía y que fue desviado hacia el aeropuerto de Higuerote. Allí Camacho, cámara de fotografía en mano y quien reseña, obtuvimos la declaración del piloto de la aeronave, que aseguró señalaba a los plagiarios que la nave no podía aterrizar en ese aeropuerto; es muy pequeño insistía: «con estos pasajeros no puede despegar, pero sí aterrizar», le espetaba arma en mano el jefe de la banda que se identificó como integrante del «Comando Internacional del Caribe». Fuimos los únicos periodistas que logramos entrar al avión «El Venezolano» siglas YV-33C.
Y se fue destacando Camacho en las diversas áreas de la comunicación hasta alcanzar la responsabilidad de ocupar la dirección ejecutiva del diario líder de circulación en los altos mirandinos, La Región. Lo tendremos siempre en el corazón y en el sentimiento, recordando su permanente máxima: «compañero, al mal tiempo, buena cara». Así será hermano. Descansa en paz.
Alexis J. Castro Blandín