En la procesión de la Divina Pastora no se sentía esa división. Por el contrario un fin superior, divino, no humano, unía a todos aquellos que acompañábamos la procesión. Los adversos políticamente caminaban juntos, quizá sin darse cuenta. La paz en la misa se daba a todos por igual
Tuve la maravillosa oportunidad de participar en la visita 157 de la Divina Pastora, en le Ciudad de Barquisimeto, desde Santa Rosa donde tiene su templo, hasta la Catedral de la misma ciudad, donde pasará unos días antes de comenzar la visita por las distintas iglesias.
Creer, confiar y cumplir
No hay duda que la concentración de casi tres millones de personas caminando juntas bajo la misma fe me hizo reflexionar sobre la situación país que estamos viviendo. Pude entender el porqué de nuestra paciencia, pero también de nuestras carencias. Somos un pueblo de fe, no hay duda de ello. Somos fieles creyentes y devotos, al punto de poder caminar kilómetros y kilómetros para pedir milagros, favores, o para dar gracias por lo concedido. Esto significa que nos mueve una fuerza interior basada en la posibilidad de creer, de confiar y de cumplir con lo comprometido, sin duda tres cosas muy importantes que pueden generar cambios trascendentes en la forma de vivir de una sociedad.
Unidos en procesión
En Venezuela nos han sucedido muchas cosas en los últimos años. Los cambios, sin calificarlos de buenos o malos, han sido muchos. Algunos de ellos bruscos. Han requerido adaptación, paciencia, control, a la vez que han generado división, confrontación, violencia y hasta un franco distanciamiento entre aquellos a quienes nos une el gentilicio venezolano.
En la procesión de la Divina Pastora no se sentía esa división. Por el contrario un fin superior, divino, no humano, unía a todos aquellos que acompañábamos la procesión. Los adversos políticamente caminaban juntos, quizá sin darse cuenta. La paz en la misa se daba a todos por igual. No había ricos ni pobres; buenos o malos, negros o blancos, viejos o jóvenes, sanos o enfermos, tampoco oficialistas y opositores. Solo conseguíamos tres millones de almas unidas bajo una fuerza espiritual magnética que ocupaba los casi ocho kilómetros.
En Barquisimeto todos éramos venezolanos e iguales. En ocasiones he escrito sobre la falta de palabra y compromiso de algunos, quienes con sus actitudes deshonran al ser humano y generan desconfianza. Ante la Divina Pastora sí existía la palabra, el compromiso, sí se honraba lo prometido, porque había quienes descalzos, arrodillados, con la cruz a cuestas, vestidos de nazarenos o disfrazados de pastorcita daban gracias por el favor concedido. Eso significa que nos importa aquello que nos duele a título personal. Esto se traduce en la necesidad de motivación, de estímulo, para que definitivamente entendamos lo público como propio. ¡Qué nos duela Venezuela y podamos prometer y comprometernos por ella!, así como prometemos por nuestras carencias o dolencias propias.
Pagando promesas
La Divina Pastora cumple a sus fieles, a quienes con fe y resignación acuden ante ella. Quizá aquellos a los que le ha tocado cumplirnos como gobernantes o políticos les falta también cumplir para que los ciudadanos podamos creer. Me tocaba en el alma ver a quienes pagaban sus promesas por haber salido airosos de un secuestro, de un robo, quienes como yo se consideran sobrevivientes de la violencia.
La visita de la Divina Pastora es símbolo además, de reencuentro, de tradición, de cultura, eso que tanto se ha perdido por la rutina, por la tecnología y por esa forma de vivir agitada que tenemos en nuestras ciudades. Cuando se tiene fe se tiene todo en la vida. Esa fuerza que desde adentro te empuja a vivir, a sentir, a dar todo por aquello en lo que crees.
Ejemplo para surgir
Hay quienes depositan su fe en falsos símbolos, quienes han caído rendidos ante ídolos de barro y oportunistas que sólo engañan para cumplir sus propios objetivos. De esto se deriva la decepción, la frustración, el tedio y las pocas ganas de seguir adelante. Muchos son los responsables de que el venezolano haya perdido la fe en la política, pero sobre todo en sí mismos y en la posibilidad de cambiar y salir adelante.
Esos tres millones de venezolanos que cantaban, lloraban, coreaban viva la Divina Pastora, representan la fuerza vinotinto que nos debe impulsar a cambiar, a dar el todo por el todo. Lo que nos debe invitar a creer, pero sobre todo a actuar en pro de la defensa de nuestros derechos y a recuperar esa autoestima que hemos perdido a través de un autoflagelamiento constante que nos denigra y nos avergüenza dentro y fuera de nuestro país. Que las cosas no están bien, lo sabemos. Que pueden estar peor, también lo sabemos, pero lo que pareciera que no entendemos es que está en nosotros el poder de compromiso, de cambio, de recuperación de aquello que hoy vemos con pesar y fatalismo.
Ante la Divina Pastora no había solo gente pidiendo, también había gente agradeciendo. Gran ejemplo para aquellos que solo piden y piden sin dar nada como ciudadanos, en un desequilibrio propio de quienes esperan que el milagro se haga sin participar en él.
No había cansancio en la procesión, no había hambre, sed, no importaba el calor, era irrelevante no poder caminar con comodidad, porque cuando hay fe y se cree todo es posible. Como ciudadanos nos quejamos de todo, siempre buscamos las circunstancias perfectas para actuar, porque no creemos en nosotros ni en la fuerza de nuestro país.
¡Divina Pastora!
Si hay algo que agradecí a la Divina Pastora es cada segundo de la vida que tengo para sentir con intensidad todas las acciones que realizo en lo personal, en lo laboral y en lo ciudadano. Pedí me siguiera permitiendo no perder la Fe en esta patria noble, buena, bella y adolorida que más que nunca requiere sanación, unión, reconciliación y acción de cada uno de los ciudadanos.
Divina Pastora que con la misma fuerza que te aferraste al suelo de Barquisimeto nos permitas aferrarnos a nuestra ciudadanía en pro de un país que no necesita no sólo fe, sino acción.
Filosofía de vida
Crecí bajo la formación de las madres misioneras franciscanas de la Divina Pastora, patrona y guía de nuestro colegio Divina Pastora. De mis monjitas amadas aprendí no sólo la fuerza, el valor del sacrificio, la fe, la necesidad de luchar por lo que tienes, que todos somos iguales y que en la vida hay que dar el todo por el todo, para en comunión honrar los principios y los valores. Siempre nos enseñaron a dar todo por el prójimo y por el país, pero por sobre todas las cosas a tener fe y fuerza interior para afrontar la adversidad.
Hoy más que nunca entendí ese mensaje que se ha convertido en una filosofía de vida. Si somos capaces de unirnos en la fe, no hay duda que somos capaces de hacerlo por el bien de Venezuela. Sólo hace falta el motor que nos demuestre que vale la pena. Así como dar gracias a la Divina Pastora y comprometernos con ella en la fe da resultados, debemos convencernos que asumir el reto por Venezuela también nos traerá resultados, teniendo fe en nosotros mismos y en la necesidad de la construcción de una verdadera, comprometida, y devota ciudadanía que actúe en pro del bien común y rechace los ídolos de barro.
Para que te defiendas
Mónica Fernández
Twitter: @monifernandez/La Voz